Capítulo XV

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Mi corazón dio un bote al escuchar la voz de Spyke desde las sombras y tardé un rato en avanzar hasta mi cama donde descansaba con las manos bajo la cabeza. Era la viva imagen de la despreocupación y eso era aún más increíble teniendo en cuenta que tenía el labio partido y varios cortes por el rostro.

- ¿Una mala noche? – Preguntó mientras se incorporaba. Se quedó sentado en la cama con los brazos apoyados sobre las rodillas.

- Sí, pero parece que no tan mala como la tuya. – Me agaché para colocarme a la misma altura que él y le cogí el rostro con las manos. Hizo un gesto de dolor y acto seguido sonrió de medio lado.

- Bueno, creo que va mejorando. – Sonreí, incapaz de poder de evitarlo.

- Espera, creo que Giles guardó en algún sitio un botiquín de primeros auxilios cuando nos mudamos aquí. 

Me levanté y rebusqué en uno de los armarios medio vacíos en los que apenas había dejado un par de mudas para ocasiones como esta. Al fin, tras abrir todos los cajones, encontré un pequeño neceser blanco en el que había vendas, desinfectante, pomadas antibióticas, gasas y agujas. Cuando volví, Spyke seguía en la misma posición en la que le había dejado, pero tenía los ojos cerrados y respiraba tranquilamente. Me preocupó que se hubiera quedado dormido, hasta que abrió un ojo y me miró con la ceja levantada. 

- ¿Qué haces? - Pregunté.

- Intento captar tu olor en esta habitación, pero me es complicado.

- ¿Eres un perro? – Me volví a agachar y abrí el neceser para coger una gasa y humedecerla con desinfectante.

- Si quieres puedo serlo. – Dijo sonriendo de medio lado. La expresión socarrona se le borró del rostro cuando posé la gasa sobre su labio y se apartó, mirándome con desconfianza. – Eso duele. – Le miré un tanto desafiante, sabiendo que no se podría resistir a aparentar fortaleza y volvió a acercarse a mis manos. Cuando retomé mi tarea frunció el ceño. – Eres cruel, pero estás extrañamente atractiva así agachada frente a mí. - Dijo mirándome de forma lasciva a lo que respondí con otra gasa empapada en desinfectante que le hizo chasquear la lengua provocándome una sonrisa. 

El silencio se instauró entre nosotros mientras quitaba toda la sangre seca de su rostro y en mi mente la conversación con Riley no paraba de repetirse. Cuando terminé con el labio, seguí con los cortes del resto de su rostro. Tenía uno especialmente feo sobre la ceja izquierda.

- ¿Qué te ha pasado?

- Nada, lo de siempre. No todo el mundo sabe apreciar mi increíble sentido del sarcasmo. – Dijo sonriendo mientras me miraba. Era extraño como en mi interior se mezclaba el alivio por tenerle cerca de nuevo, el dolor por verle con heridas y la comprensión hacia sus atacantes. Seguro que se había ido de la lengua como solía hacer. – Pero supongo que he sacado algo bueno de ello.

- ¿Sangre?

- No. He conseguido que la cazavampiros me cure las heridas, creo que es un mérito digno de poner en mi currículo.

- Bueno, creo que el mérito es mío, ¿no? Me he dignado a curar a un vampiro mal hablado que no sabe cuando cerrar la boca y que se mete en más problemas de los que puede afrontar.

- Olvidas lo de ser maravillosamente sexy. – Le coloqué puntos de aproximación sobre la ceja y empecé a guardar todo.

- Y humilde.

- Por supuesto. – Me levanté para guardar todo de nuevo, pero Spyke me detuvo agarrándome con suavidad de la muñeca. - ¿Estás bien? – Algo en su mirada me dijo que él también había escuchado mi conversación con Riley y noté como me subía la sangre al rostro.

- ¿Lo has escuchado?

- Lo suficiente. – Dijo sonriendo con tristeza. Me acercó a él y colocó sus manos en mi cintura, instándome a sentarme sobre él. – Sobre todo me ha gustado la última parte.

- Puedo imaginar por qué. - Me colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y me miró sin rastro de sorna ni broma en sus ojos.

- Te juro que, si no fuera por el dolor de las heridas, creería que estoy soñando. Incluso con eso, todavía no me creo del todo estar vivo. – Se pensó un momento sus últimas palabras. – Bueno, tu ya me entiendes. No me creo estar menos muerto de lo que estaba. – Cerró los ojos durante un momento e inhaló profundamente. Cuando los volvió a abrir, su mirada se había vuelto más oscura. – Estar así, tan cerca de ti, es un sentimiento nuevo e increíble tan maravilloso que no parece real.

- ¿Incluso teniendo en cuenta que mi ex se ha convertido en un capullo? Parece que es un patrón, quizá te acabe pasando a ti también.

- En primer lugar, espero no convertirme en tu ex. – Dijo mientras bajaba las manos hasta ahuecar mi culo. – Y, en segundo lugar, yo siempre he sido un capullo, no te puedes apuntar el tanto por eso.

- Cierto. – Dije riéndome. – Creo que debería considerar mi gusto en los hombres, porque es nefasto. – Se acercó a mí, y hundió su nariz en mi cuello. Noté sus dientes arañándome la piel y un escalofrío de placer me recorrió el cuerpo.

- Totalmente de acuerdo. – Me besó el cuello y fue subiendo por mi garganta, recorriendo la línea de mi mandíbula con sus labios.

- ¿Entonces no me dirás donde has estado? - Dije intentando centrar mi mente antes de que me deshiciera por completo.

- ¿Estabas preocupada?

- Para mi sorpresa, sí. - Dije sin mirarle a los ojos. Sabía que era absurdo, pero me sentía extrañamente ansiosa ahora que Riley estaba por aquí. Spyke me miró con tristeza en los ojos y dio un suspiro de derrota.

- Supongo que esto no podía durar mucho.

- ¿Qué quieres decir? - Se pasó las manos por el pelo y me miró avergonzado.

- Hacía un par de días que no comía y tu hueles malditamente bien. - Me miró desde abajo con expresión dolida. - No te preocupes, he conseguido sangre de cerdo. - Dio un suspiro, y me cogió de las caderas para levantarme. Se levantó de la cama y se paseó hasta apoyarse en la barra que separaba la cocina del resto de la habitación. Miro al suelo y sonrió con amargura. - Supongo que Riley tiene razón en algo. – Me levanté tras él al escuchar como su tono había cambiado.

- ¿A que te refieres?

- Que da igual que tenga alma o no, sigo siendo una criatura de la noche, un vampiro y tú, la cazadora.

- Spyke... - Intenté acercar la mano a su rostro, pero se apartó de mi golpe. En sus ojos vi el dolor de ser rechazado.

- No. – Apartó la mirada de mi rostro y soltó una carcajada amarga. – Puede que ahora no lo veas, pero dentro de un tiempo te despertarás preguntándote que haces con un monstruo, con un ser que no puede salir de la mano contigo a la luz del día, que no puede...

- Eso no lo sabes, Spyke.

- Querrías a un monstruo así. – Levantó la cabeza y de pronto tenía el rostro de un demonio que me mostraba los dientes amenazantes.

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora