Capítulo XI

55 4 1
                                    

Spyke me recorría la columna mientras yo le imitaba, acariciando su rostro. Habían pasado un par de horas desde que nos habíamos despertado y yo había llamado a Giles para decirle que no podría ir hoy a las clases. Por suerte no me había hecho muchas preguntas. Toda aquella situación era tan irreal que pensé que estaría soñando o en algún coma por alguna pelea que hubiera salido mal, pero el cosquilleo de sus caricias se me hacía demasiado real. Estaba pensando en los suave que era su pelo cuando su voz rompió nuestro silencio.

- ¿La primera vez que nos acostamos fue tan... increíble? – Le miré a los ojos y él esquivó la mirada fijando intensamente los ojos en un punto de mi espalda que cobró suma importancia de repente.

- Fue... bastante intensa. – Por fin me miró a los ojos y frunció el ceño sin comprender. – No estábamos peleando. – Abrió los ojos divertidos.

- Bueno tiene sentido, pelear contigo siempre me pone a mil. No es que me moleste, pero ¿porqué nos rompíamos los puños? – Suspiré ante lo complicado de la aquella situación. - ¿Qué?

- Es complicado de explicar. Ni siquiera sé por donde empezar.

- Bueno yo no envejezco, asi que tienes todo el tiempo del mundo, y yo te recomendaría empezar por el principio.

- Vaya, gracias, muy buen consejo.

- Lo sé, soy un genio. – Me reí e intenté reordenar mis ideas.

- Cuando Willow, Tara, Anya y Xander me hicieron volver fue...

- ¿Confuso? – Vi en sus ojos que comprendía esa sensación y seguí hablando.

- Sí, todo era demasiado luminoso o ruidoso. Además, se había desatado una especie de pequeña invasión de demonios en Sunnydale cuando se enteraron de que yo había muerto. Sinceramente no tengo ni idea de religiones, ni siquiera me lo he planteado nunca, pero en aquel momento creía fervientemente que estaba en el Infierno. – Las imágenes de aquellos momentos volvieron a mi mente tan difusas como las recordaba. – Cuando por fin Dawn me encontró, me llevo a casa, pero era como si ya no perteneciera allí y cuando te vi... fue como si algo tuviera sentido en todo aquel caos. Me miraste a las manos y entendiste...

- Saliste de tu ataúd ¿verdad? – Sus ojos se llenaron de tristeza y dolor, pero le sonreí.

- Me destrocé las manos. – Dije asintiendo. – Y tú, me cogiste de las manos, me llevaste al sofá y me las curaste. Fuiste la única persona que no me miraba como si esperase como me fuera a volver loca, pero seguía sintiéndome... incompleta, rota. Desde se momento empecé a apartarme de mis amigos porque cada vez que estábamos juntos era insoportable la presión que sentía sobre mis hombros a ser la Buffy de siempre. Estar contigo me divertía, me hacía sentir que encajaba en algún lugar, pero cada vez me hundía más y más en aquella sensación aplastante de no pertenecer a ese mundo. Me hacía daño a mí misma y a los que estaban a mi alrededor, pero cuando tu... cuando nosotros nos volvimos más cercanos me asusté, pero eres tan cabezón que fue imposible alejarte. Un día, Xander invocó sin querer un demonio que puso a bailar y a cantar a toda la ciudad.

- Por Dios, dime que no canté.

- Una canción de desesperación amorosa. – Cerró los ojos y se puso las manos en el rostro avergonzado.

- Doy vergüenza.

- Bueno, lo cierto es que en parte funcionó. – Se apartó las manos del rostro y me miró incrédulo.

- ¿En serio?

- Nos besamos y fue... increíble, pero me arrepentía. No quería sentir aquella sensación de cosquilleo en el estómago y te alejé de mí.

- Y me cabreé.

- Por supuesto. Y en algún momento descubriste que el chip no funcionaba conmigo y, como suelo hacer yo, enfrentaste tus problemas conmigo peleándonos. Había tenido una noche difícil y te pegué un puñetazo que, por supuesto, me devolviste. El chip solo funcionaba con humanos y me dijiste...

- ¿Qué habías vuelto menos humana?

- ¿Lo recuerdas?

- No, pero es algo cruel y estúpido. Suena como algo que diría yo. – Dijo con tono de disculpa.

- Sí, me afectó bastante y fue una locura de pelea. Nos cargamos un edificio.

- Vaya, una noche de locura.

- Mientras nos peleamos, el sentimiento de que por fin me sentía entera fue abrumador y... te besé y bueno, se nos fue de las manos.

- Me gustaría recordarlo. - Dijo enredándose un mechón de mi pelo en el dedo, parecía un gesto que hacía cuando se distraía.

- ¿Soy una mala persona si yo te digo que, en parte me alegro?

- ¿No quieres que recuerde algo vergonzoso que hiciste?

- No, es solo que... Fue muy doloroso para ambos. - Skype frunció el ceño y me miró con intensidad.

- Buffy, estoy seguro de que esto que te voy a decir ya lo sabes. Y si pasó lo que me cuentas entre nosotros, mi yo pasado también debió decírtelo. Eres increíble. Absoluta y maravillosamente increíble, y me has hechizado de una forma que apenas acabo de comprender. Mi corazón, y esta alma nueva son tuyos, y puedes hacer con ellos lo que quieras. - Tragué el nudo que se me había formado en la garganta y esperé a que continuase. - He vivido muchos años y nunca... Dios es increíble que esté diciéndole esto a una cazavampiros. Se tumbó en la cama y miró al techo, evitando mi mirada, evidentemente avergonzado. - Nunca había sentido esto, Buffy y me gustaría recordar cada momento que he pasado contigo, incluso si son los malos. – Incapaz de decir nada más, me acerqué a sus labios y le intenté trasmitir todo lo que me hacía sentir con un beso. 

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora