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Capitulo 2

Se habían reunido en la choza de la abuela Kaede y el nerviosismo y la incertidumbre reinaban por doquier. La única persona que no se hallaba presente era Rin. La muchacha había preferido no descuidar sus tareas retrasadas debido a la visita de Sesshomaru. Además, decidieron no preocuparla en demasía si no era necesario.

Habían invitado a la vieja pulga Myôga que descansaba sobre el hombro de Inuyasha después de haber oído lo sucedido de boca de Kagome.

― ¿Y bien?— le interrogó Inuyasha haciendo gala de su particular impaciencia.

La pulga cerró los ojos y se cruzó de brazos, flemática.

― Bueno, ¿qué quieren que les diga? La cosa está bastante clara. Es obvio.

Todos se miraron sin comprender y el viejo Myoga suspiró hondamente y se preparó para dar una explicación para mentes cortas.

― Ese tipo de sangrado es un indicio de celo en las hembras, ¿no?

Ante las palabras de la pulga todos se quedaron callados mirándose entre ellos con las expresiones más extrañas.

La pulga se acomodó en la tela haciéndose el interesante.

― Es más que obvio. A mi lo que me extraña es que no la montase en ese mismo momento.

Inuyasha acercó su rostro a la pulga mirándole con los ojos entrecerrados.

― ¿Cómo dices? ¿No te referirás a..?― se interrumpió y luego sacudió la cabeza en un gesto de rechazo.

― ¿Y por qué cree que no lo hizo?― preguntó el bonzo, que parecía tan incómodo como el resto con la situación.

―No puedo saberlo. Solo el Amo Sesshomaru lo sabe. Tal vez sea porque es humana y su naturaleza es distinta. Solo puedo especular― respondió Myoga.

― ¿Y?― le instó ansioso el hanyou ― Eso es todo, ¿no? Le pega un lametón y se larga con el rabo entre las piernas. Pues ya podemos seguir como si nada y olvidarnos de Sesshomaru.

― Esta muy equivocado, Señor Inuyasha. Lo más probable es que se deje caer por aquí dentro de unas cuantas lunas o cuando a la muchacha le toque volver a sangrar.

― ¿Para qué?― preguntó el hanyou con sospecha.

― ¿Para qué va a ser? Pues para montarla.

Fue acribillado por miradas de horror y desaprobación.

― ¡Pero señor Myoga, Rin aún es muy joven!― gimió Kagome ― ¡Es muy pronto!

—Bueno, ya tiene dieciséis años, ¿no? Mi querido marido las elegía más jóvenes.— la amenaza y la desaprobación presentes en la voz de la cazademonios hicieron mella en su esposo provocando que su semblante cambiara de color a un tono poco saludable.

—Pero estamos hablando de Rin...— a Kagome no le preocupaba la edad física de la muchacha, su desarrollo mental era el problema. Una mirada a los ojos que la observaban le bastó para sentir que no estaba sola en aquella valoración.

Todos habían seguido el desarrollo de Rin y habían sido testigos de como su cuerpo crecía, pero sus acciones así como su mente continuaban siendo las de una niña. No se interesaba por cosas normales de una muchacha de su edad y aunque era sociable y muy cariñosa no tenía amigos de verdad. Estar rodeada de yokais tampoco ayudaba, y muy particularmente las visitas de uno en concreto, mucho más imponente y aterrador. Podía decirse que participaba en la vida de la aldea, pero no crecía con ella.

Lo más natural del mundo (Sessrin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora