Lo más extraño

394 20 6
                                    

Rin volaba feliz sobre Ah-Un, atravesando las nubes y el viento que le despeinaba el pelo. De vez en cuando podía ver la estola de su señor o la figura de este justo frente a ellos y entonces su felicidad crecía hasta el punto de ensanchar su corazón.

Echaba tanto de menos aquellos días en los que viajaban juntos. A pesar de los innumerables peligros habían sido muy felices.

De pronto su señor se detuvo en lo que parecía ser un palacio, Ah-Un también se posó en ese suelo blanco inmaculado y bramó. Rin le palmeó una de las cabezas para calmarlo.

Sesshomaru empezó a subir las escaleras que llevaban al castillo y Rin salió tras él a la carrera todo lo que le permitían sus piernas. Sentía un ligero dolor en las rodillas y no solo por el viaje en Ah-Un, pero en ese maravilloso momento carecía totalmente de importancia para ella.

Al llegar a la altura de su señor las nubes se separaron lo suficiente para que Rin contemplara el castillo en todo su esplendor. De pronto recordó que ya había estado antes en aquel lugar. Era el hogar de la madre del señor Sesshomaru.

Rodearon el trono donde ésta se había sentado tiempo atrás y siguió a su señor por los larguísimos pasillos a través de los inmóviles guardias yokai que lo custodiaban.

Estaba tan maravillada que se había quedado rezagada, pero entonces escuchó la voz de su señor, tan fría y calma como de costumbre.

― Rin ― la exhortó mientras abría un enorme shoji de madera color vino. Atravesó la puerta tras él y este la cerró a su espalda.

Contempló la estancia maravillada por su amplitud y riqueza mientras que su señor tomaba asiento con despreocupación junto a una balconada que se abría a un jardín privado. Los suelos eran de tatami claro y estaba dividida en dos por otro enorme shoji decorado con motivos de árboles de sakura. El mobiliario estaba compuesto por piezas riquísimas en madera de ébano repartidas de forma diáfana por la habitación.

Su habitual curiosidad la llevó a moverse por todo el espacio investigando cualquier rincón de la misma con ojos brillantes.

Sus pasos la condujeron hasta un rincón lleno de curiosos objetos claramente hechos por humanos. Resultaron ser juguetes de todo tipo, cajas de música, móviles, peonzas, muñecas y un largo etcétera, todo exquisitamente elaborado. Eran tan bellos y parecían tan antiguos que Rin se sentía incapaz de tocarlos por miedo a estropearlos.

― Jaken los consiguió para ti ― informó Sesshomaru con su habitual tono despreocupado al percatarse de que se limitaba a mirarlos.

Su rostro se iluminó.

Había tantos y eran tan bonitos que se pasó casi todo el día entretenida con ellos, estudiando las formas de los más complejos. Se encontraba absorta en esa tarea cuando reparó en algo que llamó poderosamente su atención.

Abandonados contra una de las paredes se hallaban amontonados algunos pergaminos toscamente enrollados. Se alegró inmensamente de ser capaz de desentrañar sus misterios gracias a que Kagome le había enseñado a leer. Las historias que éstos contaban eran de lo más variopintas y extrañas. Entre ellas abundaba una historia recurrente: Yokais que se enamoraban de bellas muchachas y las raptaban. Curiosamente las últimas páginas de aquellos rollos habían sido destruidas, como resultado ninguna tenía final.

― ¿Qué les ha ocurrido? ― preguntó mostrándole unos de los rollos destrozados, visiblemente afligida.

El Daiyokai la miró de soslayó por apenas un segundo y enseguida desvió la vista al frente.

― Fue usted, ¿no? ¿Por qué?― preguntó la chiquilla extrañada sosteniendo la obra de arte destrozada ― Los cuentos son muy bonitos. Es una verdadera pena. ¿Acaso no le gustaba el final?

Lo más natural del mundo (Sessrin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora