Abril.
Era un cálido domingo primaveral.
La mañana era perfecta para descansar en casa, pero como toda profesional, ahí estaba, pegada a mi escritorio terminando una crónica para mi columna de los martes.
Moría de sed, y cómo si de leer mentes se tratara, en ese momento entro Lucy, con dos tazas de café Mochaccino.
Ya lo sé, me adoras. Lo traje justo como te gusta - me guiñó, mientras me dejaba el café en el escritorio.
Si, te adoro. A veces creo que lees mi mente. – reí - ¿Te quedarás todo el día?
No, claro que no, solo tengo que enviar unos documentos a Frank, si, cómo sabrás nuestro querido jefe no pierde ni el fin de semana - hizo un mohín de desagrado - pero he sacado algo bueno de todo esto, tendré tiempo para por fin averiguar quién es ese galán que te está quitando el sueño desde hace meses. Lo mande a vigilar. - casi me atraganté con mi café por su comentario.
¿Qué dices? ¡Estás loca! Por favor no lo hagas Lucy te lo suplico, quiero que él me lo diga, enserio. - Y aquí vamos de nuevo, la conversación que me había estado acechando desde hace varias semanas, la confrontación de quien era él y que hacía.
Bueno, yo también tenía mis dudas, era demasiado bizarro que lleváramos casi tres meses juntos y ni siquiera me daba pistas de nada, ¡No tenía ni siquiera su nombre!
Esto rayaba en la locura, y mientras más vueltas le daban al asunto, más me convencía que debía hacerlo.
Pero es que esas cosas simplemente dejaban de importar cuando él estaba a mi lado.
Su sonrisa y sus ojos me hipnotizaban, simplemente no importaba quien era el o quién era yo, solo importaba quienes éramos cuando estábamos juntos.
Después de varias horas de confrontación con Lucy, había tomado una determinación.
No pasaría ni un solo día más sin tener información sobre él.
Estaba dicho, lo confrontaría hoy.
• • •
Habíamos quedado de vernos en el Sean Pierre Park a las cuatro de la tarde, una reserva silvestre con una pequeña estación de bebidas calientes junto al parque Roosevelt, donde nos conocimos.
El parque se caracterizaba por su hermosa flora, y los bellos ejemplares de aves que habían preservado ahí. Pero sobretodo, por la hermosa vista que ofrecía de las estrellas por la noche.
Una vez ahí, me acerqué al carro de bebidas y ordené el habitual té de manzana pequeño.
Varios niños jugaban al rededor del parque, así que estaba lleno de risas y alegría. Al igual que mi vida, desde que él llego a ella.
Miré hacia el cielo y suspire, agradeciendo a lo que sea que estuviera al otro lado por hacerme feliz, por haberme permitido conocerle.
Buenas tardes pequeña, tus rizos se ven hermosos el día de hoy... ¿Por qué tan pensativa? - susurró en mi oído, apareciendo siempre cuando estaba pensando en él.
Hola... qué gusto me da verte - lo abracé de inmediato, suspire su aroma y me embriague de él, tan dulce su olor a canela, tan cálidos sus abrazos, tan hermoso... todo él.
Hola, pequeña. Yo también te extrañé. - acarició mi rostro - Te tengo una sorpresa, quiero que me sigas y no hagas ruido, te mostraré mi lugar favorito de la reserva. - me tomó de la mano y corrimos como dos niños pequeños entre risas y juegos.
No pude evitar reír nerviosamente, estaba tan contenta, tan feliz, que tenía miedo de despertar y simplemente haberlo imaginado todo.
Llegamos el centro de la reserva, y simplemente deje de respirar, era demasiado bello para ser cierto.
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Los Ángeles también se enamoran.
RomanceUna exitosa joven editora y columnista del New York Times, se lleva la sorpresa de su vida al conocer a un misterioso joven empresario, que despierta en ella un extraño sentimiento que la hace viajar al pasado, trayendo sueños y sensaciones que nunc...