Capítulo III - Arte

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Los días habían pasado y no podía pensar claramente, estaba nerviosa, ansiosa, incluso algo histérica.

Mi trabajo había sido particularmente pesado estos días y de no ser porque hoy era martes y lo vería, me habría lanzado de cualquier puente, para poner fin a mi existencia sin sentido.

Esa era la cruda verdad, mi vida simplemente ya no tenía sentido si no estaba él junto a mí, y el solo aceptar esa dependencia me ponía la piel de gallina.

Ya había perdido a demasiadas personas en mi vida, no soportaría perder una más.

Y perderle a él, en ningún momento era parte del plan.

Giselle Matthews, Gerente Editora del New York Times, me había presentado como encargada de todas las crónicas, artículos y reportes del mes, frente a todo el equipo. Lucy estaba sumamente encantada con mi cargo, pero requería tanta atención y empeño, justo lo que estaba completamente distorsionado en mi vida.

Emily, se te hace tarde son las dos y
cincuenta, debes irte ya si planeas irlo a visitar - dijo Lucy desde el otro lado de la oficina.

Ni siquiera me había percatado del tiempo con tanto trabajo.

¡Ya lo sé! Ni que lo digas, este día ha sido de locos, por favor encárgate por si surge algo - la abracé, no todos los días una amiga te cubría el turno.

Claro, no te preocupes y avísame cuando llegues a tu apartamento - dijo, casi gritando. No encontraba mi cartera por ningún lado y el tiempo no estaba a mi favor- Recuerda que es noche de chicas e iré a quedarme hoy, no quiero lidiar con el novio de mi roommate, y aprovecho para ponerme al día contigo - susurró, mientras me dedicaba un guiño cómplice.

Adoraba a Lucy.

¡Por supuesto! Cuenta con eso, definitivamente lo estoy necesitando - dije, mientras corría al ascensor a la velocidad de la luz.

• • •

El clima era perfecto para tomar una caminata hacia mi destino, no había sol, solo una agradable brisa que anunciaba la llegada de la lluvia más tarde.

Luego de bajarme del taxi, observé a lo lejos nuestra cafetería favorita Coffee Lover's, llegué temprano así que porque no tomar un pequeño refrigerio antes.

Habían niños corriendo por el vecindario, era lujoso pero no ostentoso, su estilo era más bien clásico, las familias y los pequeños jugando cerca del pequeño parque le daba un estilo familiar y único, definitivamente era un lugar muy cálido para vivir.

Sam, era un chico de apenas veintisiete años que con su esfuerzo había puesto su negocio de café, el cual le había dado fama y éxito, era un chico muy agradable, trabajador, y sobre todo muy gracioso.

Me sorprendió mucho que ellos ya se conocieran cuando me lo presentó hace varios meses, pero sabiendo ahora que vivía cerca de este lugar, no me sorprendía, más bien era lógico.

¡Miren a quien tenemos de vuelta! - me dijo regalándome la sonrisa más grande que había visto - Pensé que habías desaparecido, preciosa. Después de llevar dos mochacinos al día, te desapareces casi dos días completos –dijo, fingiendo un asombro descomunal - ¡Yo honestamente pensé que se me había pasado la mano con el azúcar y te había dado un infarto! - gritó, haciendo un gracioso gesto de ruego hacia el cielo.

No pude evitar reírme.

No exageres querido Sam, sabes que estoy loca por tu capuchino, y mucho más por el mocha. - dije, devolviendo la sonrisa y pagando el café, que sin decirle ya sabía lo que me gustaba, así era Sam de observador y atento.

Los Ángeles también se enamoran.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora