Una y otra vez leía la carta. No podía creer que ya había pasado un año de habérsela entregado. Las cosas no habían mejorado nada en nuestro matrimonio y desde hace un mes decidimos separarnos por un tiempo.
Habíamos quedado atrapados por la rutina y sin voluntad de esforzarnos a un cambio. Se perdió el deseo, la pasión; el querer estar siempre en compañía del otro, mirar los dos una película abrazados o recostados en el sofá y tantas cosas, que antes, nos desvivíamos por hacer juntos.
Él no entendía lo que yo le reclamaba, ni lo que necesitaba. Dejamos gastar una bonita y consolidada relación. El hermoso amor que hubo entre los dos, se fue marchitando poco a poco. Día a día.
Una vez en mi vida quería decidir por mí. Escuchar y entender mi corazón. Dejar de tener que ser perfecta y equivocarme alguna vez.
A pesar de habernos separado por decisión de los dos, me costaba estar alejada de Eduardo, mi exmarido. Estuvimos muchos años juntos y no fue fácil tomar la determinación.
Mis dos estrellas, Diego de veintiún años y Damián de diecisiete, entendían la situación aunque superficialmente; pero aún así, me han hecho sentir apoyada en todo momento.
Hace una semana los dos decidieron viajar y eso me angustiaba más. Desde que nos separamos, Eduardo se fue a vivir con un amigo y yo quedé en casa con mis hijos. Pero, desde entonces, la casa estaba vacía, tan vacía como me sentía yo.
Diego se había alistado en el ejército español, por tener su doble nacionalidad y ser mayor de edad. Ese tema me costaba horrores asumirlo. Mi padre es militar y sé lo que conlleva estar en la milicia. Lo que más me atormentaba era que iba como voluntario a Irak.
Dami quería perfeccionarse en inglés y hace tres semanas me dio la noticia de que se iría a Londres en un intercambio colegial durante un año.
No podía soportar el no tener a mis hijos a mi lado, me sentía incompleta, triste. Además, la distancia era demasiada y me preocupaba no tener noticias diarias de ellos, de Diego, sobre todo, por estar en un lugar tan peligroso. Eso me volvía loca.
Hoy, veintiuno de junio de dos mil once, haré un viaje. Es la mejor decisión para mí, al menos un mes y a mi regreso, decidiré algo definitivo sobre mi separación y me ayudará a calmar mi ansiedad y angustia por no tener a mis hijos conmigo.
A mis cuarenta y dos años ya era hora de que piense un poco en mí.
Quedamos con Eduardo en almorzar juntos para contarle sobre lo que planeé y hablar un poco de nosotros. Seguíamos manteniendo, dentro de todo, una buena relación.
–¿Estás segura del viaje? –sentí preocupación en su voz al preguntarme.
–Claro, estoy muy segura. Es lo mejor que puedo hacer en este momento.
Tenía mucho remordimiento en mi interior pero, aun así, me mostré segura y decidida.
–¿Sabés que me podés llamar cuando quieras, no? –decía con una mirada triste.
–Sí. Lo sé –respondí mirándolo con complicidad.
No lo entendía. Si estaba tan triste por esta separación, momentánea y acordada entre los dos, ¿por qué no hizo algo para evitarlo?
Yo necesitaba saber si iba a extrañarlo. Si iba a soportar seguir sin él. Si podía ser feliz lejos de él.
Tuvimos una charla amena y al terminar el almuerzo se marchó, esperando que a mi regreso le diera mi respuesta definitiva sobre nuestra relación.
Comencé a empacar mi ropa. Era finales de junio y el calor se sentía en el mediterráneo. Desde que llegué con mi familia a Valencia hace ya diez años, disfrutaba muchísimo el vivir en esta gran ciudad, la arquitectura de sus edificaciones, el contraste de lo antiguo y lo moderno de la localidad, la gente y sobre todo tener la playa cerca. Pero ahora quisiera un lugar perdido, donde solo pueda escuchar mi alma.
Al terminar las maletas quité del porta-retratos que tomé de la mesita de mi habitación, las fotos de mis hijos y las puse dentro del equipaje junto a la carta que le había escrito a Eduardo, que no fue capaz de conservar junto a él.
Sin duda, el estar alejada de mis hijos sería lo que peor llevaría. Los iba a extrañar horrores. Nunca nos habíamos alejado, mucho menos en las vacaciones, que siempre las esperábamos con ansiedad para disfrutarlas todos juntos en familia. Pero los chicos crecen y van eligiendo sus destinos…
–Los quisiera llamar todos los días –pensaba– pero sé que me tendré que conformar con hablar de vez en cuando.
Llegó la hora de partir… Pero nunca imaginé que este viaje iba a cambiar tanto mi vida…
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Un nuevo amanecer
RomantikSinopsis: Mariela, cansada de la rutina, decide irse un mes de vacaciones para intentar salvar su matrimonio de una fuerte crisis. En ese viaje conocerá por accidente a Maximiliano, un hombre seductor e irresistible para todas las mujeres. Infiel p...