Capítulo 4: Descubriendo la pasión desconocida (parte 1).

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El reflejo del sol me impedía verlo con claridad, pero su perfume quedó intacto en mi recuerdo. Acomodé mi capellina para poder mirarlo a los ojos, ya que no estaba segura de que pudiera ser quien pensaba.

Pero me di cuenta que era alguien parecido, pedí disculpas por la confusión y seguí caminando un rato más. No me gustó que mi cerebro jugara de esta manera conmigo. A decir verdad, era yo la que estaba enloqueciendo mis pensamientos con ese hombre.

Disfrutando del contacto de mis pies con la arena, dejé que mi mente se sienta libre como las olas sobre el mar.

Estiré la toalla bajo una de las sombrillas que pertenecían al chiringuito más cercano y después de acomodarme no esperé; quería que mi piel disfrutase la temperatura templada del agua.

Como una criatura de diez años, me dejé abrazar por el mar, por cada una de las olas que las atravesaba traviesa, queriendo jugar con ellas.

Nada me producía más placer que hacer la plancha en el agua. Con mis ojos cerrados, olvidándome hasta de mi nombre, permití entregarme por completo al pacífico Mediterráneo.

Me gustaba mucho perderme en el tiempo y sentir que nada dependía de mí. Olvidé lo que era tener horarios, o estar pendiente de qué hacer. Por primera vez me sentía libre para disfrutar, sin prestar atención a nadie, disponía completamente del tiempo para mí.

Mis cinco sentidos estaban fusionados por primera vez. Mi cuerpo relajó cada músculo flotando sobre el agua cálida. Mis papilas gustativas saboreaban las pequeñas olas que escurridizas acariciaban mis labios, saltando sobre ellos, penetrando en mi lengua las gotas que escapaban al salpicar.

Mis oídos se centraron en el delicioso ruido del oleaje que era acompañado por el viento, llevándolo hasta la orilla, esparciendo su espuma por la arena llena de algas y caracoles de diversos tamaños.

Entre mis dedos se escapaba el agua que mis manos intentaban atrapar; de la misma manera que se estaba escapando mi futuro al lado de Eduardo.

Me sentía una sirena disfrutando de su hogar. Me sumergí hasta el fondo dejando mi cuerpo libre y con movimientos ondulados busqué la profundidad del mar.

Entonces disfruté ese momento dejando que mi cuerpo flote como una hoja liviana en el agua.

Qué hermosa sensación contactar en cuerpo y mente mediante algo tan imponente como lo es el interminable mar azul.

Casi logré entrar en estado de meditación total. Respiré profundo y exhalé todo lo malo que habitaba en mí.

De repente, otra vez, ese perfume invadía mis fosas nasales llevando de inmediato su aroma a mi cerebro, en milésimas de segundos trajo el recuerdo del hombre que menos quería tener en mi memoria en ese momento.

No quise interrumpir mi propio estado de placer, por ese motivo, seguí con mis ojos cerrados y disfrutando de lo que estaba viviendo, sintiéndome tranquila y en paz.

Yo no sé si me estaba obsesionando pero hasta creí sentir su respiración sobre mi cara. "No puedo ser tan tonta, estoy en el medio del mar y seguramente él esté conquistando mujeres" pensaba mientras flotaba en el agua.

-¿Por qué sos tan linda?

Su voz era inconfundible, ni que lo conociera desde hace años. Me asusté al oír la primera palabra y mi cuerpo perdió el equilibrio. Intenté no hundirme manoteando el agua a mi alrededor, hasta lograr mantenerme a flote.

-Esta vez no te voy a dejar que me manotees. -Dijo riéndose a carcajadas, recordándome la escena de la primera vez que nos conocimos.

-¡Sos un tarado! ¿Qué hacés acá? -le dije quitándome el agua de la cara con mi mano, mientras sobrenadaba con las piernas y mis brazos.

-¡Perdón! No sabía que tenía que sacar turno para entrar al mar. -su mirada era muy libidinosa. Agitaba la cabeza para despojarse del agua porque segundos atrás, se había sumergido.

-Sí. Tenés razón. El mar es público. Así que me voy yo -le respondí seria.

Me di vuelta zambulléndome de cabeza dejándolo detrás de mí. En el momento que mis pies quedaron en el aire, me tomó de una pierna llevándome hacia él.

-¿Qué hacés? -le digo intentando mantenerme a flote sin tragar agua mientras él, lo tomaba como un juego y se moría de risa.

-Te traigo conmigo, eso hago. Quiero tenerte a mi lado. No te vayas. Quedate. No puedo explicar cómo era la mirada que acompañaba su petición. Mientras me iba acercando más a él, luego de soltar mi pierna y tomarme del brazo, le preguntaba con mis ojos por qué me hacía esto.

-¿No entendés que me volvés loco? Tenía su cuerpo pegado al mío. Piel con piel. La frescura del agua de pronto comenzó a entibiarse en nuestros cuerpos. Nuestra respiración se agitaba y aumentaba cada segundo.

¿Cómo puede ser que descontrole mi interior de esta manera? No quiero jugar su juego. Lo quiero lejos. ¿Pero por qué no soy capaz de irme? Otra vez mi confusión. Necesitaba soledad... ¡Pero qué ganas de creer que alguien se interesara y se sintiera atraído por mí! Sentirme hermosa, que me hagan sentir única...

-No quiero que te sientas mal. No te digo esto para molestarte o incomodarte. Pero no me pidas que no te diga lo que siento por vos.

En el fondo de mi corazón podía distinguir cuándo me hablaba en serio. Cuándo era sincero o no. Y lo estaba siendo. Como lo había sido cuando le pedí que se fuera de la habitación horas atrás.

-Mirá, te conté cuál es el motivo de mi viaje. Necesito reencontrarme conmigo misma para poder solucionar el problema que tengo en mi matrimonio -mirándolo con sinceridad me confesé.

-Ya que estamos en la playa, ¿qué te parece si tomamos algo fresco en el chiringuito? Me parece que van a hacer una sesión de reggae. ¿Te gusta ese estilo de música? A mí me encanta.

Se notaba su entusiasmo en querer olvidar la conversación anterior y, a su vez que yo dejara de lado mi angustia. ¡Yo no quería decirle que me volvía loca bailar! Era profesora de baile de salón, así que sabía bailar lo que fuera. Pero el reggae y el reggaeton me volvían loca. Mi sangre latina era más fuerte y esa música realmente me gustaba, la disfrutaba.

Salió corriendo del agua proponiéndome una carrera hasta la orilla. Estábamos bastante adentrados en el mar cuando intenté ganarle. Por un momento olvidé buscarlo con la mirada y, cuando me di cuenta, no lo tenía a mi alrededor. ¿Dónde se había metido? Me giré buscándolo. Al volver la vista, mi cara se topó con la suya. Notamos nuevamente la agitada respiración. Huí, comencé a nadar lo más rápido que pude y él, se quedó estático. Después de un minuto vino detrás de mí.

Al llegar a la orilla corrí pronto hasta alcanzar mi toalla, no quería que me viera en bikini. Me sequé un poco el pelo después de ponerme un short que tenía en el bolso. Cuando llegó, caminamos hasta el lugar donde se habían concentrado las personas para bailar junto a los profesores.

Me quedé al final de todo. Maximiliano se puso a mi lado.

Continuará...

Un nuevo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora