Contigo

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"... quizá el dolor y el miedo habían abandonado el cuerpo Raquel al escuchar su voz. Pero allí dentro todo era peor y las cosas podrían cambiar en cuestión de segundos..." Tokio.

Me sentía pesada y aquellos borbotones de lágrimas que salían de mis ojos como si de un lugar inundado se tratase no ayudaba en absoluto. Mis ojos casi no se permitían abrirse, no cuando al escuchar mi nombre salir de aquellos labios que tanto quería y no estaban a mi lado, con lo único que me podía conformar era con el vívido recuerdo de todo su rostro. No sabía si toda la tensión acumulada por la incertidumbre de si seguiría viva o por el simple estrés de todo lo ocurrido en las última horas había explotado en aquel momento o era que su voz, él, provocaba ese sentimiento de hogar que tanto añoraba. Escuchar su voz me transportaba a sus brazos, aquellos brazos que me habían sostenido en mis peores días y que ahora estaban tan alejados de los míos. Cualquier máscara que me pudiese haber puesto, aquella apariencia de mujer fuerte capaz de mantenerse intacta ante cualquier problema que surgiese  y ser capaz de combatirlo había desaparecido a su lado.

Me centré en su voz, en aquella palabra que había obtenido como respuesta a todas las suplicas de poder comunicarme con él. Ninguno de los dos podíamos articular palabras aún menos cuando afiné el oído y dejé de escuchar mis llantos ahogados y mis pulsaciones casi dolorosas para escuchar las lágrimas de aquel hombre que me había robado el corazón.

Sergio se hallaba sentado en la silla de aquel hangar tan asqueroso que ahora mismo era el último de sus problemas. Su cuello había dejado de soportar la tensión de su cabeza cuando escuchó el llanto de aquella mujer que le hacía sentirse tan vivo. Sus manos recogieron aquel peso pesado que era su cabeza mientras que aquellas gotas de agua fría caían sin ton ni son por aquel rostro tan cansado de soportar lo insoportable.

- ¿Estas bien? - pude articular mientras que me secaba mi cara tan mojada. Mi voz sonó rota, pero es que no hacía falta esconder cualquier sentimiento cuando se trataba de nosotros. Cuando estaba con él.

- Ha habido algún contratiempo, pero ahora, ahora estoy mejor que nunca - y es que, por un momento Sergio se había olvidado de todo y se había enfocado en la mujer que amaba. En escucharla después del miedo de perderla. Después de haber pensado que tendría que levantarse cada mañana sin respirar su perfume ni poder besar aquella piel que le hacía delirar. Por un momento solo era ella, el recuerdo perfecto de su sonrisa y sus esplendidas caricias que echó de menos desde el segundo 0 en el que la perdió. El mundo dejó de importar y el atraco pasó a ser irrelevante porque lo único que necesitaba para que su corazón latiese era escucharla y quererla con todo lo que sabía.

Su voz había sonado mucho más tranquila que la mía, pero lo suficiente para saber que los dos estábamos rotos. Pensamos que seríamos capaces a afrontar todo lo que se nos viniese encima, en aquel monasterio el miedo se metió pocas veces debajo de nuestras pieles. Estábamos confiados y todavía más hablando de nosotros, de que siempre estaríamos el uno al lado de el otro, incluso planeando el Plan París y Hamelín teníamos la esperanza de que todo fuese bonito y que nada de eso doliese tanto como lo estaba haciendo. Porque la realidad era mucho más jodida y todos los miedo que pudiesen pasar por una mente mundana, en aquella situación, todo se intensificaba, tanto que hubo momentos en los que sufrí por mi propia cordura.

- ¿Qué tal allí dentro? - no era una pregunta de control, lo sabía. Solamente era la preocupación de un hombre enamorado hasta las trancas de una mujer que había estado en peligro desde que se separó de sus brazos y que ahora, por fin, podía estar medianamente a salvo rodeada de la gente en la cual él confiaba. Y es que el miedo se había esfumado cuando pude hablar con los integrantes de la banda. Porque esa incógnita de saber o no si volvería a respirar se había anulado cuando escuché sus conversaciones y volví al presente. Ese empoderamiento que consiguió sacar fuerzas de donde no me quedaban para presentarme a los rehenes había conseguido erguirme y hacerme capaz de afrontar parte de las cosas que estaban sucediendo. Y es que, ahí dentro me sentía útil, me sentía yo misma y no anulada como me habían hecho sentir en aquella carpa tan asfixiante.

Llévame de vuelta a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora