10. El aroma del dolor.

16 4 1
                                    


Usualmente después de cierto trayecto se espera un final feliz o al menos esperanzador, más cuando esas dos personas se aman o al menos eso aparentan.

Por algún motivo, Tae-sung dejó de venir en búsqueda de Sama. Repitió ese ritual de traer algún regalo y esperar por ella unos minutos, a veces incluso una hora, pero siempre que venía ella no estaba o estaba en clases o en alguna otra actividad fuera del departamento, pero jamás estaba allí, al parecer Tae-sung tenía tiempo limitado, por ende siempre se iba poco antes de que ella llegará. ¡Estoy segura de que ella no lo estaba evitando! ¡Juro por mis bigotes que no es así! Existen personas con mala orientación del tiempo y luego están Sama, ella es muy estricta con su tiempo, aunque a veces se le cruzan los eventos, quizás en un principio sí lo quiso evitar, pero no en todas las ocasiones.

Me rompió el corazón cuando ella intento ir a hablar con él. Quería dejar las cosas claras, como me dijo ese día. Pero regreso poco después, el señor Kim no la dejó verlo, así que fui hacia la casa con mi cola completamente erizada de rabia e hice lo que cualquier gato haría en mí posición: defecar en los zapatos favoritos del señor Kim; fue agradable verlo gritar por varios minutos de la rabia que mi pequeña broma le causó, yo solo me limité a observarlo desde su cama, mientras me lamía las patitas, luego, cuando salió a que los limpiarán me escabullí hasta la habitación de Tae-sung, pero para mí desgracia estaba cerrada, por más que maúlle o rasque la puerta nadie atendió a mi llamado, hasta que esa mujer nuevamente apareció.

— ¿Qué hace un gato aquí? ¡El señor sabe que soy alérgica! — chilló con enojó.

Con más razón empecé a frotarme alrededor de sus tobillos y a ronronear, ¡Sufre, humana, sufre!

— No es del señor Kim, señorita Eun-yeong, es de unas vecinas, pero el señor Kim siempre deja que venga aquí y la alimenta — el empleado me observó con algo de asco, respetame, pues ome —, se comporta como si fuera la dueña de la casa.

— ¡Alejala de mí! ¡No me quiero enfermar a pocos días del viaje!

¿Viaje? ¿Qué viaje?

Gracias a mis oídos muy bien desarrollados pude escuchar un poco de movimiento dentro de la habitación de Tae-sung, la payasa esa de Eun-yeong suspiró y cambio su expresión asqueada por una decepcionada.

— ¿Aún el señor Kim no lo deja salir?

¿Qué? ¿Él lo tiene encerrado? ¿Eso no es ilegal? ¡Literalmente es un secuestró! ¡Que alguien llame a la policía!

El hombre vestido de pingüino negó.

— No, señorita, desde que el joven Tae-sung intentó escapar no lo ha dejado salir, personalmente el señor Kim le lleva las tres comidas al día y algunas otras cosas.

Eun-yeong asintió, como si entendiera y le pareciera normal o aceptable está situación, ¡Yo estaba de los nervios! ¡Prácticamente ese hombre secuestró a su propio hijo! Repito, ¡QUE ALGUIEN CON PULGARES LLAME A LA POLICÍA! Lo haría yo misma, pero 1) No puedo hacerlo porque no tengo dedos 2) Soy un gato, ¿Qué esperaban? Solo sé decir miau y una serie de encantadores ronroneos. 

— No puedo creer que haya intentado escapar solo por esa mujer — la voz chillona y que no puede pronunciar bien las vocales me hizo poner más enojada, aunque ella es bilingüe, yo ni se hablar ñero, en fin, la hipocresía —. Pobre señor Kim, jamás lo había visto tan desesperado como esa noche.

El pingüino estuvo de acuerdo.

— Es cierto, nunca lo vi llorar públicamente, pero la angustia que sintió por su único hijo debió haber sido mayor.

— Sí, el señor Kim ama con todo su ser a Tae-sung, pero al parecer eso no fue suficiente — Eun-yeong se quitó unos guantes blancos para luego dárselos al hombre vestido de pingüino —, sigo sin comprender bien lo que sucedió.

FRIGA ES UNA GATA QUE DICE MIAU MIAU (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora