Dos

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Pasaron la tarde juntos, charlando y ojeando libros y revistas. Zamas intentaba distraer a Black con tópicos de conversación amenos, para no provocar su vulnerable ánimo. Eran la misma persona y los mejores amigos, así que la pasaban muy bien más allá de las circunstancias. Pasar un rato de simple ocio juntos era algo de lo que normalmente no podían disfrutar, ya que ponían toda su atención y esfuerzos en el Plan Cero Humanos, pero que disfrutaban mucho, así que esa tarde fue satisfactoria para ambos. Era un pequeño regalo para cada uno.

Cuando empezó a anochecer, ambos se pusieron a cocinar. Como Black se sentía mejor físicamente y no había hecho nada esa tarde, se propuso ayudar a Zamas, lavando y preparando los ingredientes para los platillos. Sin embargo, notó algo distinto. Por lo general, Black tenía un apetito voraz, que no era paliado por meros bocadillos a la hora del té; solía comer alguna botana antes de la cena, o parte de los ingredientes que usaría para cocinar. Mas hoy no sentía ese impulso; de hecho, no se sentía realmente con hambre. Se lo comentó a Zamas, así que recortaron la cantidad de ingredientes para no preparar comida de más. ¿Sería el simple hecho de no haber gastado energía hoy? ¿U otra inconveniencia de esa enfermedad humana?

Cuando la cena estuvo lista, ambos se sentaron a comer. Black comió más despacio y mucha menos cantidad que lo usual, cosa que ambos notaron.

—¿Algo te está molestando? —interrogó Zamas, sosteniendo sus utensilios y observando la lentitud en los movimientos de su compañero.

—Un poco. Siento que quiero comer, pero a la vez no. No tengo apetito en realidad.

—No te fuerces a comer si no lo deseas. No pasará nada si comes menos una vez.

—Es que sí quiero hacerlo; mi cuerpo me lo pide, pero... algo en mi estómago me lo impide —explicó el falso saiyan, tocando su vientre.

Ambos continuaron cenando por un rato, pero Black cada vez comía más lento, jugueteando con las porciones como para no poner en evidencia su propio malestar. Algo andaba mal en él, pero no podía elucidar qué; era una sensación de incomodidad que jamás había sentido antes. De repente, sintió una especie de calambre en su abdomen y una desagradable sensación subiendo por su garganta. Antes de poder pensar de qué se trataba, Black alejó su silla de la mesa y, sin poder evitarlo, vomitó hacia un lado, arqueándose sobre su lugar. Zamas permaneció pasmado unos segundos, pero enseguida se levantó y se acercó a su compañero, que jadeaba mientras las últimas gotas de aquella desagradable mezcla escurrían por su mandíbula. Una terrible sensación de acidez llenaba su boca y sus entrañas.

—Zamas, ¿estás bien?

Zamas se le acercó, intentando poner sus manos sobre la espalda de su compañero.

—No lo sé —contestó Black, aún agachado sobre su lugar—. Ah... Creo que sí. —Black se irguió nuevamente y tomó una servilleta de la mesa para limpiarse, mientras intentaba reponerse—. Mierda... Hubo golpes de Trunks que dolieron menos que eso.

Zamas sólo lo observaba, consternado.

—Por eso no tenías apetito. Algo afectó el funcionamiento de tu estómago.

—¿Es por esta enfermedad que tengo o qué?

—Es posible. O, quizás... —Zamas titubeó, frunciendo los labios.

—¿Qué? —cuestionó Black con impaciencia.

—El analgésico. Los problemas estomacales pueden ser uno de los efectos secundarios.

—¿¡Qué!? ¿Esa cosa que me diste me produjo esto?

—No lo sé con seguridad. Ese tipo de efectos son muy inusuales. Yo me inclinaría a pensar que es un nuevo síntoma de tu síndrome.

Camino al AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora