Cinco

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Cegado por ese intenso dolor y ahogado en su propia frustración, tardó en percibir esa ligera sensación que rozaba sus cabellos. Suave y lejano, como si estuviera desconectado de su cuerpo. Pero cuando se dio cuenta, subió la vista enseguida. Black lo observaba con los ojos apenas abiertos, acariciando sus cabellos con su otra mano. El abrir los ojos hizo que las lágrimas que Zamas estaba conteniendo en ellos inmediatamente rodaran por sus mejillas sin recato.

—Zamas —pronunció el Kai con la voz apagada por el nudo en su garganta.

¿Black estaba vivo... o era otro truco de su inestable cordura? El horizonte entre sueño y realidad era ya una línea tan fina que no podía discernir.
Black frunció ligeramente el ceño, consternado por esa imagen.

—¿Estás llorando? —preguntó Black, algo sorprendido.

Zamas sonrió ampliamente apretando los labios, bajó el semblante y batió la cabeza, frotándose contra la mano de Black que todavía tenía entre las suyas. Su amigo seguía ahí, vivo y consciente. Zamas sintió como si su alma hubiera vuelto a su cuerpo.

—No. Pero... creí que ya no despertarías —explicó, mientras enjugaba torpemente sus lágrimas—. No estabas respirando —agregó, subiendo la vista.

—Me cuesta respirar —comentó Black con dificultad para hablar—. A veces siento como si no pudiera.

—Además, tu mano está fría. ¿La fiebre te bajó tan de repente?

Zamas se levantó un poco y tomó la otra mano de Black para cerciorarse; en efecto, también estaba fría. Acercó su mano y la puso sobre la frente del otro, pero su temperatura sí era normal en ese lugar. Zamas abrió los ojos, desconcertado por ese hecho.

—Aún tienes fiebre. ¿Entonces por qué...?

En lo que mantenía su mano ahí, un pensamiento lo abordó. Lo que estaba pasando no era una pesadilla, ciertamente; no era una ilusión que desaparecería de un momento para el otro. Pero sí era una segunda oportunidad, esa chance que había venido deseando durante todas esas dolorosas horas, sumido en la congoja y la frustración. No podía seguir así. Era su turno de esforzarse y hacer algo al respecto.
Ya con nueva determinación, Zamas palpó la mejilla, el cuello y el pecho de Black. Podía sentir la calidez en esas áreas. Luego palpó los pies y, nuevamente, las manos de su compañero; sus extremidades sí estaban más frías. En lo que sostenía su mano, se percató de cierta diferencia al tacto.

—Tus manos se sienten más ásperas y secas.

—Creo que eso es lo de menos.

—No, es un signo clínico —rebatió Zamas, muy serio, batiendo la cabeza—. Recuerdo haberlo leído en uno de los libros. Es algo importante. Podría ayudarnos a curarte.

Zamas se alejó de la cama y tomó algunos de los libros que tenía cerca, pasando con velocidad las hojas hasta que encontró algo de información relacionada. La confirmación de que Black seguía con vida había revitalizado su voluntad y reactivado sus sentidos. Además, claramente se encontraba más lúcido luego de esas cortas horas de involuntaria siesta.

—Aquí está —mencionó, sin despegar los ojos del libro—. "La sensación de piel fría en extremidades puede darse por mala irrigación sanguínea en esas partes. Esto generalmente es causado por dificultades para que la sangre viaje a través del sistema circulatorio, o por un bajo volumen de suero sanguíneo". ¡Eso es! —Zamas subió la vista y la dirigió a su contraparte—. Perdiste mucha sangre por las hemorragias, por eso estás tan débil y tu piel, tan fría.

—Pero yo me sentía mal desde antes de empezar a sangrar —contestó Black.

—Claramente hay otra patología de fondo... pero por lo pronto podemos combatir eso.

Camino al AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora