La leyenda de los devoradores

221 27 5
                                    


En el principio, cuando el cielo estaba pegado al Océano Crepitante y no había ningún abismo entre ellos, el Padre se alimentaba de todo lo que nacía en las aguas y de todo lo que flotaba en el cielo. Devoraba todo cuanto se cruzaba en su camino y en eso ocupaba el Tiempo Indivisible, ya que no existían ni los días ni las noches y todo era una gran masa de calor incandescente. Un día, el Padre se dio cuenta de que debía establecer un orden entre sus comidas y vomitó sobre el Océano Crepitante. Así nacieron la tierra y sus pequeños seres vivientes. Pronto, el Padre comprendió que aquellos seres nacían y crecían muy rápido y eran demasiado numerosos para su estómago. No podía comerlos, pero tampoco deseaba matarlos. Y el Padre decidió que vivieran. Pero las criaturas vivientes morían cada vez que caían al Océano Crepitante, porque las aguas ardían y quemaban sus pieles delicadas y sus débiles hocicos. Así que el Padre se sumergió en el océano y extrajo de él todo el calor. Y en quitarle el calor al océano tardó ochenta y ocho latidos. Con el calor del océano formó el sol y lo colocó sobre las aguas para que alumbrara a sus criaturas vivientes. Pero la debilidad de las criaturas todavía era mucha y algunas morían quemadas. Así que el Padre sopló sobre el sol y lo alejó de la tierra, pero pronto sus pulmones se cansaron porque el sol era demasiado grande. Y decidió hacer un pequeño cambio de planes: en vez de soplar sobre el sol, soplaría sobre la tierra. Y sobre la tierra sopló, sigue soplando y soplará, hasta que el hambre lo haga detenerse y decida regresar para devorar todo lo que anda sobre ella, como en aquellos primeros tiempos.

La otra orilla del abismo - Ganadora #PreLGBTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora