4. Un universo flotante

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Para Abbey-Dawn543


Llora en mi corazón

como llueve en la ciudad;

¿qué es esta languidez

que penetra mi corazón?

LLORA EN MI CORAZÓN..., Paul Verlaine



Lucienne abrió los ojos. Lo primero que vio al despertar fue el rostro de Absalón, que lo contemplaba con atención desde el extremo de la cama. Absalón alzó las cejas, pero no dijo nada. Luego, desvió la mirada desde los ojos del muchacho hacia abajo. Lucienne alzó las cejas al verse completamente desnudo. Vio a Absalón morderse el labio inferior y se dio cuenta de que tenía una erección matutina. Bueno, quizá no tan matutina. Algo incómodo, se movió y se cubrió con la sábana. Absalón esbozó una sonrisa maliciosa.

Ya era de noche. La ventana estaba abierta de par en par y Lucienne notaba que la temperatura había descendido. Las aletas de su nariz se dilataron y percibió en el ambiente el aroma a humedad que solo podía presagiar lluvias.

—Lloverá —susurró, buscando su ropa con la vista. Con una risita, Absalón le lanzó sus prendas y se giró, dándole la espalda—. He dormido muy bien —agregó, incómodo por el silencio de su compañero. Se puso los pantalones y se acercó a él—. ¿Estás bien?

Absalón levantó la cabeza. Lucienne le había apoyado la mano en el hombro. El chico se veía descansado, fresco, de buen humor. Al parecer Absalón había tomado la decisión correcta.

—Sí —respondió poniéndose de pie—. ¿Tienes hambre? ¿Qué quieres comer?

Lucienne sonrió, pero su felicidad se desvaneció al recordar que casi no tenían dinero.

—No creo que nos alcance para que comamos los dos.

A Absalón le habría gustado gritar que él no necesitaba más alimento que aquel que le otorgaban los humanos mediante los pactos, pero tuvo que contenerse. Descolgó su camisa del improvisado tendedero y le dijo a Lucienne que acabara de vestirse.

—Nos vamos.

El chico se quedó boquiabierto. ¿Se iban? Por un momento pensó que era de mañana, que estaba por amanecer y que en pocos minutos saldría el sol para llenar el pequeño dormitorio de su insoportable luz y su horrendo calor. Pero no era así. Lucienne sabía que era de noche. Su interior se lo decía, lo susurraba. Su espíritu estaba alegre y emocionado, como siempre le sucedía durante las horas nocturnas.

—¿De verdad? —replicó. Absalón se cruzó de brazos.

—Sí. Y ahora termina de vestirte antes de que me arrepienta.

La otra orilla del abismo - Ganadora #PreLGBTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora