Capítulo 31 Hermanos

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—Sígueme. — la invitó. Se dirigieron hacia un sitio especial, arriesgaría a confiárselo, una vez diera ese paso, ya no habría vuelta atrás.

Movió la puerta corrediza.

Detrás de la puerta se ocultaba la principal razón de su objetivo. Adelante de Kimura, se encontraba el altar destinado a Kaito. Su fotografía lo mostraba sonriente, la rodeaban inciensos, ramos de flores y ofrendas. Lo visitaba al sentirse perdido, inseguro o triste. En esa habitación hallaba un poco de paz. El recuerdo de quien fue la persona más querida, lo ayudaba a no decaer, a continuar luchando contra cualquier adversidad.

Saki contempló el altar, entendiendo parte del dolor de Kimura. Ella no contaba con un espacio para visitar a Oma, en cambio él sí, estaba más cerca de su ser amado.

—Kaito, traje a una amiga. — ingresó y se arrodilló frente al altar. Saki lo siguió ubicándose a un lado.

—Es un placer conocerlo. — dijo. Ambos dedicaron unos minutos en silencio, hasta que el joven habló.

—Kaito era mi hermano mayor.

—Ya veo. Se parecen, tienen la misma sonrisa. — destacó la chica.

—Era muy pequeño cuando fundó la pandilla en la preparatoria.

—Así que tu hermano fue el primer líder.

—Sí. Desde niño escuchaba a sus amigos hablar sobre la pandilla, sobre las cosas que Kaito hacía para proteger a los débiles de los abusivos. Todos contaban historias, todos menos él. — hizo una pausa para encender un incienso. Mantenía inmaculado ese lugar, el más sagrado de su hogar.

—Decían que era respetado, odiado y amado, muchos lo engrandecían. Como un niño creí que era un héroe, adoré esa imagen que el resto me brindaba. Nunca pude conocerlo verdaderamente de esa forma, como el líder. Conmigo era un hermano mayor algo tonto. Jamás lo vi lanzar un golpe, ni siquiera defenderse de sus rivales. Esa fuerza de la que alardeaban sus compañeros, para mí era inexistente. — la mirada lejana de Kimura apenó a Saki, no solo por el hecho de enterarse de que Kaito había muerto, sino por la débil voz del adolescente.

—Buscaba protegerte de ese mundo agresivo. —se atrevió a comentar. Fue testigo de varias situaciones en el instituto, allí la totalidad de los estudiantes sabía que los yankees eran los responsables de repartir la violencia.

—No me di cuenta de eso, de algo tan simple.

—Eras un niño, es entendible que...

—Cuando lo descubrí fue demasiado tarde. — la interrumpió, no aceptaba el pretexto de su edad, ni lo inocente que fue siendo un niño soñador:

—Mi madre y Kaito sufrieron las consecuencias de mi inmadurez, de mi egoísmo por pensar únicamente en mí. Por eso yo ya no... involucraré a nadie en mis decisiones. Esto es lo que puedo darte.

Yankee love ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora