Capítulo 61 Últimas oportunidades

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Kimura regresó para acompañar a la siguiente dama a la prueba de valor, cada vez más confundido, conflictivo con sus propios sentimientos. Halló a Manami sentada sobre un tronco caído, con los brazos apoyados sobre sus rodillas, observando la luna entre las ramas de los árboles. La despedida de Yamato le dio en qué pensar, quiera reconocerlo o no, él formó parte de su vida desde que tenía memoria, le sería difícil acostumbrarse a dejar de verlo.

—Manami.— la nombró notándola fuera de este mundo.

—¡Ah! Kimura.— se exaltó poniéndose de pie para recibirlo.

—¿Nos vamos?— le preguntó, recordándole la razón por la cual estaba allí.

"—La prueba... cierto. ¿Cómo pude olvidarme de algo así?"— pensó la joven, furiosa consigo misma por haberlo alejado de sus pensamientos. Esa sería de sus últimas oportunidades para ganar definitivamente el corazón de Kimura. Yamato no tenía la culpa en elegir ese momento para contarle sobre la mudanza de su familia, fue arte del destino que ambos se reunieran esa noche.

Cuando volvió por completo en sí, se le ocurrió una idea para marcar la diferencia entre su experiencia y la de Anzu en la prueba de valor.

—Mejor vayamos a otro lugar. Conozco uno que te gustará.— propuso. No era ninguna tonta, al contrario, era demasiado astuta, incluso en situaciones donde debía reformular sus planes.

Kimura accedió y los dos subieron por la montaña hasta alcanzar una bella vista del paisaje. El cielo estaba estrellado, las pequeñas luces se veían como un enorme manto que cubría el bosque, mientras las luciérnagas volaban alrededor haciendo menos oscura la noche. El chico sintió nostalgia, vivía en una zona apartada de la ciudad, con su familia solían subir a las alturas a observar el paisaje. Muchas veces había mantenido largas charlas con Kaito, dibujando constelaciones con los dedos. A pesar de que el hermano menor apenas era un niño, y el mayor un adolescente, se divertían como si no hubiera diferencia de edad.

Manami divisó la mirada lejana de Kimura, la luz de la luna reflejarse en el amorronado iris vidrioso de sus ojos. Supo que no había sido una buena jugada, ya que enamorar a Kimura no se trataba de ningún juego, sino que había sido un hermoso gesto para devolverle ese sentimiento, apresado luego de años sufriendo la muerte de Kaito.

—¿En qué piensas?— Manami se ubicó delante de él, enseñándole una sonrisa.

—Recordaba a mi hermano. Visitábamos lugares como este.— Kimura se sentó en el césped, sintiendo la suave brisa de la madrugada sobre su rostro. La directora del coro lo imitó sentándose a su lado, recostándose sobre el brazo del joven.

De repente, la voz débil de Kimura se hizo oír:

—Gracias por intentarlo.

—¿Intentar qué?— preguntó Manami en respuesta, un tanto confundida.

Yankee love ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora