2

3.4K 359 9
                                    

—Merlín... tu... tu no...—dijo Arturo totalmente desconcertado. Sin comprender realmente lo que había pasado. Solo sabia que su amor, la persona en la que más confiaba le había mentido todo el tiempo.

El pelinegro miro con esperanza a su amado rey quién seguía con su mirada vidriosa y parecía odio lo que expresaba. Tal vez desilusión.

—Merlín, espera—gritó Gwaine.

El pelinegro lo notó. Supo que su amado nunca lo perdonaría por haberle mentido y antes de que Gwaine llegara hasta él corrió, corrió tan rápidos como pudo.

Llego hasta los puestos sanitarios que se encontraban alejados del alcance del enemigo. Se encontraba repleto de soldados heridos. Pero Merlín no podía pensar en eso ahora, debía escapar muy lejos.

Gaius y Gwen atendían a los soldados, estaban exhaustos. Notaron la presencia del delgado muchacho que los observaba sin poder reaccionar, con la mirada perdida, y pensaron lo peor. Su rey.

—Merlín ¿Que paso? —interrogó Gaius acercándose preocupado.

—Es Arturo...—balbuceo con voz temblorosa—. El... él lo sabe... mi... mi secreto...

Su anciano amigo lo sentó en una banqueta y lo alentó a que se calmara.

—Tranquilo Merlín, cuéntanos que ha pasado. —Aunque suponía lo que se avecinaba.

—Tuve que hacerlo Gaius, él iba a mor... —No se animó ni a pronunciar esa palabra—. Lo iban a lastimar y usé mi magia. Todos me vieron—soltó angustiado y al borde del llanto.

Gwen que se encontraba a pocos pasos de ellos observaba la imagen. No estaba demasiado sorprendida, desde que su amigo apareció en el castillo muchas cosas sin explicación habían pasado. Ella solo se alegraba de haber conocido a ese peculiar muchacho y le apenaba que tuviera que tomar malas decisiones por ridículas leyes sobre la magia.

—Tranquilo muchacho—repitió el mayor—. Todo va a salir bien—y lo estrechó en un fuerte abrazo.

—Debo marcharme ya... él no tarda en llegar. Iré al castillo a tomar algunas cosas, el libro, lo siento mucho Gaius... gracias por todo, has sido como un padre para mi.

—Tu eres mi hijo. —Con una gran tristeza rompió el abrazo.

—Gwen. —El azabache saco de sus pensamientos a su amiga—. Gracias por no juzgarme, estas aquí aun sabiendo quien soy en realidad.

—Merlín, jamás te jugaría—afirmó la morena, con gran tristeza. No deseaba perder a alguien que quería tantos. Todos quería a Merlín. Lo estrechó en un gran abrazo y lo dejo partir.

—Cuiden mucho de Arturo... es algo terco pero—secó unas lagrimas con su puño y ahogó un suspiro—los va a necesitar.

Por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora