【Prefacio】

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El tiempo no corre hacia atrás y es mejor que corras rápido antes de que él llegué y te atrapé para luego sumergirte en lo profundo de la oscuridad.

La joven castaña de dieciocho años recién cumplidos, corría mientras esquivaba los árboles que se cruzaban en medio de su camino entre las penumbras de esa fría y tormentosa noche

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La joven castaña de dieciocho años recién cumplidos, corría mientras esquivaba los árboles que se cruzaban en medio de su camino entre las penumbras de esa fría y tormentosa noche.

Hay que admitir que estar de noche era peligroso y más aún si te encuentras en 𝘊𝘩𝘰𝘵𝘭𝘥𝘳𝘰𝘯. Sin mencionar, que al tratar de subir a la copa de uno de sus altos y frondosos árboles no lograrías ver el final de aquel amplio bosque.

Su respiración acelerada intentaba llenar todo lo posible sus pulmones y soltaba todo el aire por su boca.

En ese momento su única amiga era la luna roja, la cual caía sobre su piel brillante y pálida como una suave caricia, incluyendo los sonidos de sus pasos apresurados junto con sus jadeos ante el esfuerzo y el dolor.

Había dejado a su novio atrás desde hace algunas horas antes de que este le gritaba que corriera todo lo que pudiera hasta llegar al punto seguro que ellos habían creado, pero aún le faltaba medio kilómetro para llegar.

Sabía que no volvería a verlo de nuevo al ver la emboscada que se formó.

Sus mejillas se encontraban húmedas debido al llanto desesperado y preocupado por 𝘙𝘰𝘶𝘤𝘬𝘴𝘦𝘭𝘵𝘩. No quería perderlo, no iba a soportarlo.

A lo lejos los escuchaba seguirle mientras la acechaban como la presa que era.

En voz baja se repetía una y otra vez un ahogado: "está bien, sigue y no te detengas. Él se encuentra bien, todo estará bien".

El sudor frío recorría toda su espina dorsal y su frente. Sus zapatos se habían quedado atrás. Seguramente las plantas de sus pies ya estaban rasgadas y perforadas por las piedras y ramas que caían de los árboles al suelo.

Su boca se sentía seca, sus labios estaban maltratados, cargaba las piernas adoloridas, el pecho le quemaba y sus manos no paraban de sangrar cada que apretaba el afilado cristal que rodeaba a la flor que ella debía proteger. De lo contrario: todo habría acabado para ambos.

Ella era la única que podía protegerla y aunque la robó de ese lugar, no se arrepentía de nada. Después de todo, tarde o temprano tendría que pagar por romper las reglas de su pueblo desde hace tiempo.

Se encontraba cansada y se sentía correr en círculos, todo se veía exactamente igual. Sus piernas perdían fuerza con cada paso y la presencia de ellos se volvía cada vez más presente.

Sin percatarse, enredó sus pies haciendo que cayera hacia adelante soltando la flor en acto de reflejo al estar a casi nada del piso y apoyó sus manos a la tierra húmeda, pero el cristal al impactar contra el suelo se rompió y terminó clavándose en el área del abdomen.

Just a flower in the garden?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora