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Es desdén lo que refleja su postura mientras escucha la comprometedora conversación a través de la puerta. El tono angustiado de su madre fue un asombrosamente efectivo amplificador de estrés. Uno que Izuku no apreció de ninguna manera.

—S-sí señor... Yo lo entiendo, es solo que... Por favor, solo un poco más de tiempo.

¿Qué estaba pasando?

Es todo lo que Midoriya pudo preguntarse durante los siguientes quince minutos, se detesta a sí mismo mientras su cabeza enloquece inventando todo tipo de escenarios catastróficos y necesita mucho de sí mismo para simplemente abrir la puerta y entrar cuando su madre cuelga y sus pasos se desvanecen con la lejanía.

—¡Estoy en casa! —Izuku pensó que, a pesar de todo, merecía algo de crédito. Anunciar su llegada con esa falsa cotidianidad, como si no estuviera al borde de una crisis, se sintió como un logro desmedido.

—¡Izuku, cariño! —Hay una significativa inversión de energía y fuerza de voluntad para no romper a llorar y preguntarle a mamá que está mal, pues por ahora es ella la que lo aplasta con preguntas casi histéricas. —¿No has visto la hora? Es tan tarde ahora mismo y tú siempre... Siempre... Estaba tan preocupada, ¡pero no respondías tu teléfono! ¿Por qué no respondías tu teléfono?

¿Su teléfono? Ah, cierto, había estado sonando sin parar hace unas horas. Él estaba tan ocupado llorando y odiando al mundo, sin embargo, que responder llamadas parecía algo que podría resolver más tarde. O nunca, en el mejor de los casos.

—Lo siento, me... Distraje con algo y perdí la noción del tiempo.

Izuku se preguntó si todo se reducía a que él era un terrible mentiroso o su madre era sencillamente incapaz de confiar en lo que decía porque si bien no dijo nada al respecto, no pareció haber creído una sola palabra.

Casi se derrite de alivio cuando ella deja el tema en paz y simplemente lo envía a tomar un baño antes de cenar.

• • • • •

—¿Huh? ¿Y cómo es eso? ¡Suena interesante! —Inko Midoriya sintió que iba a volverse loca en cualquier segundo porque llegar a Izuku estaba siendo mucho más difícil que cualquier otro día.

—Eh... —Ella le dedicó una mirada llena expectativa cuando pareció rebuscar furiosamente en su ciertamente escasa biblioteca de respuestas no comprometedoras. —La... ¿La clase de inglés? —Le frunció levemente el ceño e Inko se sintió estúpida. Bueno, al menos ya podía descartar el plan de poner demasiado entusiasmo en cualquier cosa que dijera. —Bueno, repasamos los verbos... Otra vez.

—Oh... —Asintió con suavidad y prácticamente se desinfló en su lugar. Fue una legítima tortura simplemente sentarse ahí a ver como Izuku picoteaba su comida como si hubiese tenido el día más duro de su vida.

Debe resistir el impulso de jadear cuando comprende la posibilidad de que quizá haya sido así. Esta bien, se dijo a sí misma. La gente tenía días malos de vez en cuando, ¿verdad?

¡Por supuesto que sí! Bueno, eso era genial... O bueno, no era genial. Pero fue suficiente con saber que ya no navegaba por aguas desconocidas.

¿Qué sería? Se preguntó.

Bien pudo ser un examen difícil o un ensayo con mala calificación. Ella era consciente de que a Izuku le era un poco complicado simplemente expresar lo que pensaba con palabras y hacer ensayos traía mucho de eso consigo. Es cierto que ya no está en sus veintes, pero recuerda lo mucho que odiaba escribir ensayos como si hubiera sucedido la semana pasada.

ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora