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Si ya le dolía la cabeza, ahora sintió que explotaría en cualquier segundo.

Se mareó solo de observar el nombre del banco escrito en la primera página.

Midoriya se había aferrado ilusamente a la idea de que, de hecho, estaba ahí para que le dieran una tarea diferente a planear el robo de un maldito banco, no fue así. Por otra parte, agradeció profundamente saber que ya no tenía que trabajar prácticamente a ciegas. Fue motivo de alegría que al menos se molestaran en indicarle el lugar que debía asaltar.

Suspiró y murmuró un agradecimiento para Kurogiri cuando le ofreció una botella con agua, analizando superficialmente los planos adjuntos en el archivo. Sus manos temblaron cuando pasó a la sección repleta de información personal y horarios de ciertos empleados.

Al asimilar la situación, deseó, con todas sus fuerzas, desaparecer de la faz de la tierra.

No fue simplemente planear un robo. Fue mucho más que eso. 

Suspiro y le dio un trago al agua, esperaba que lo enviaran a romper cajeros, no a robar el maldito Banco Central de Japón. 

Que difícil, pensó con dolor. Si la concentración de héroes en Musutafu ya era motivo de preocupación, entonces sintió que se moría solo de saber que tendría que trabajar en Tokio.

Oh, claro. Y como si enviarlo a la capital del país no fuera suficiente, decidieron que sería muy gracioso verlo tratar de arreglárselas en Nihonbashi, que estaba repleta de héroes del top 100 que casi literalmente tenían la tarea de proteger la seguridad financiera del gobierno.

Que miedo, admitió abrumado. Pensó en que podría suceder si lo atraparan en tan obvio atentado contra la economía del país. Aun así, la policía y lo héroes se sentían como una completa trivialidad sabiendo que tenía a Sensei respirandole en la nuca.

Era horrible. ¿Tantas fueron las ganas de verle fracasar que decidió arrojarlo de cabeza a la sede del banco? Bien pudo ser un poco más amable y guiarlo a la sucursal en Osaka, que a pesar de ser igual de importante, no era tan intimidante cuando de seguridad se trataba. Apretó los dientes y escondió el rostro entre las manos, no queriendo perder la compostura frente a Kurogiri.

Deseando torturarse un poco más, paso de página. Ahí encontró horarios de patrulla que, más allá de ser un apoyo, fueron un muy efectivo amplificador de ansiedad. Olfateó ruidosamente y pensó que quizá sería mejor si se detuviera por un momento, distraer la mente tenía que ser de ayuda, ¿verdad?

Su mirada revoloteo perezosamente por el lugar, buscando cualquier cosa que lo ayudara a relajarse. Exhaló suavemente, exhausto. 

Se dejó caer de espaldas sobre el sofá y se quejó de manera inaudible cuando el movimiento le abrió la puerta a las náuseas.

Oh, bueno. Había sido realmente realmente genial saber que despertó sin sentirse casi muerto, eso, sin embargo, no implicó que estuviera mágicamente intacto. De todas formas no estaba quejándose, Midoriya fue feliz con simplemente contar sus bendiciones.

¿Podría preguntarle a Kurogiri sobre eso?

Abrió lentamente los ojos y buscó pacientemente a la bruma que seguía limpiando vasos tras la barra como si no estuvieran limpios. Tomo un poco de aire y habló: —Ah, Kurogiri... ¿Señor? —Bien, eso había sido... Muy estúpido. Se preguntó si quizá debería haber recurrido al honorífico, que era lo más apropiado. 

La niebla levantó la vista de lo que hacía y se dirigió al muchacho. —Dime, ¿necesitas algo? —¡Oh, Kurogiri! Que Dios lo bendiga.

Se sintió particularmente agradable cuando incluso dejó de lado la copa que limpiaba solo para darle toda su atención. —Uh... No es que no lo agradezca ni nada, pero... —Fue tan común que la gente malinterpretara sus palabras, para este punto, aclarar ya era solo una de muchas precauciones. —¿Cómo fue que... Llegue aquí? —Si Giran no estuvo dispuesto a dar detalles, estaba seguro de que Kurogiri sería al menos un poco más accesible.

ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora