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VISITAS

VISITAS

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Leonor.

          ─ Leonor, ya es momento de que despiertes. El sol salió y te necesito en dos horas en el salón secundario. Bañate que en media hora vendrá tu dama de compañía, la mandé a llamar. Debes estar presentable, vestirás el  atuendo nuevo. Tenemos visitas importantes y tú sigues regada en esa cama.

           Ella es así, llega y entra sin tocar, abre las cortinas dejando entrar ese molesto sol y suelta su extenso discurso mañanero sobre cómo ser una buena princesa. «Mamá, no tocar al entrar no es propio de una princesa.» ¿Se molestaría si le digo o algo cambiaría...? No, nada cambiaría.

          Odio tanto despertar de esta forma, ella lo hace a propósito. Como si no fuera suficiente con sus quejas las 24 horas. No me sorprendería si resulto con un trauma a futuro, o mucho peor... Una enfermedad mental.

          ─ Deja de gruñir que no eres un animal salvaje y sal de esa cama ahora mismo. No lo diré una tercera vez Leonor.

           En estos momentos, en los que puedo contradecir a mi madre, son atesorados y sé que los recordaré en algún momento con una sonrisa traviesa. Siempre, en lo que puedo. Hago este tipo de cosas, ya sean pequeñas valen mucho para mi. Y llevarle la contraria, esperar sin obedecer y levantarme fuera de su vista, hacen que mis días sean mejores.

         Sus finos zapatos me avisan que ha atravesado la puerta y el golpe seguido de este me recuerda que debo levantarme.

         Llenar la bañera, desvestirme y lavar mi cuerpo, da de alimentar a una familia. Las «Damas de compañía», como las llama la reina, son jóvenes nobles entregadas por sus padres. Cuando una familia noble tiene muchos hijos, para aliviar la carga entregan al reino más cercano o casa de algún señor de estatus elevado a la suya, la última hija. En su mayoría, son entregadas como damas de compañía sin perder su posición social, sus padres creen hacer lo mejor para ellas. No es raro saber que alguna dama de compañía noble sea desposada hasta por el mismo señor de casa. Eso, en las mejores de las suertes.

         En el castillo de Borgoña, aceptan nobles como sirvientas y damas de compañía. Lo más común, es que sean asignadas a una princesa desde su nacimiento y estas envejecen a su lado como fieles servidoras. Mi madre tiene ocho mujeres a su lado, tres de ellas con canas en sus cabellos.

        Pero es ridículo, hablando de trabajo. Puedo desnudarme por mi cuenta y llenar la bañera con mis propias manos. Está demás decir que no cuento con damas de compañía, cada una de ellas se retiraron por su cuenta y no entiendo el motivo. Oh, lo recuerdo. Pero no viene al caso. En estos momentos es cuando una tonta risilla escapa de mis labios sin poder evitarlo para luego estallar en carcajadas.

         Pero tengo una. Una dama de compañía. Su nombre es Berta. No es noble como pensarían muchos. Al igual que Berta, otras niñas llegaron de su misma forma. Berta es huérfana, hija de campesinos. Mi padre realizó nuevos cambios en el reino, uno de muchos es el orfanato. Les brinda a los niños protección, un techo, alimento y estudios. Y un servicio extra, «pueden trabajar en el reino si estos lo desean», les otorga una vida y un trabajo estable.

Mi sirvienta elegante [GL] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora