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Un taxi había llegado a la casa Shigaraki. De éste salió un hombre alto de cabello blanco y traje sastre, realmente alguien presentable.

Sacó su equipaje de la cajuela con ayuda del conductor y pagó por el viaje sonriente.

Se acercó a la entrada de la casa con una sonrisa de felicidad, pareciera que había extrañado mucho su hogar.

Ingresó prontamente al domicilio, y sintió que su alma le había vuelto al cuerpo. Pasar casi medio año fuera de su casa había sido un martirio, si no fuera porque realmente ama su trabajo, lo habría dejado hace muchos años.

—¡Oboro ya llegué!— habló fuerte.

No recibió respuesta.

—Kuro, ya volví.

Volvió a hablar sin recibir una respuesta.
Con una mueca de extrañeza, aflojó su corbata y fue a revisar en la cocina, en el patio y en el cuarto de lavado, pero no estaba.

Debió haber salido—pensó—.

Con desgano subió las escaleras que llevan a su cuarto, y una vez más, se llenó de felicidad al ver a su esposo dormido tranquilamente. Se sentó a su lado con máximo cuidado y lo examinó poco a poco.
Notó que tenía ojeras y su peso bajó un poco, lo suficiente para que sus pómulos sobresalgan. El conocer a una persona desde poco más de la mitad de tu vida, hace que los pequeños cambios se marquen mucho.

—Lamento tardar tanto cariño, es la última vez que me alejo por tanto tiempo—lo miró con dulzura—. Desde hoy yo te voy a cuidar, te lo prometí cuando nos casamos y he tratado de no fallar.

Mencionó retirando unos mechones de pelo del rostro ajeno.

—Y no lo haz hecho ni una sola vez—sonrió aún con los ojos cerrados—. Bienvenido Tomoe.

El hombre sonrió como adolescente enamorado, al ver a su doncel abrir los ojos y sonreírle amorosamente. Nuevamente, el pasar tanto tiempo con alguien, te hace valorar pequeños gestos.

—Kurogiri, estoy en casa mi príncipe—lo ayudó a incorporarse—, no sabes cuánto te extrañé mi sol.

—Tú no sabes cuánto te he extrañado yo a ti—tomó el rostro ajeno entre sus manos—. ¿Cuánto tiempo te quedarás?.

—No voy a volver a irme cariño—tomó las manos ajenas—, he terminado mi trabajo a distancia, ahora seré local.

—Me alegra tanto cariño, no puedo esperar a que llegue Tomura, se pondrá feliz.

—Estoy ansioso de mostrarle al muchacho lo que le traje. ¿Aún le gustan los videojuegos?— preguntó divertido—.

—Dios mío, la pregunta es ¿Cuándo dejarán de gustarle?.

El sonido de la puerta llamó su atención y sonrieron al oír la voz de su querido hijo.

—Kurogiri, estoy en casa—cerró la puerta—, Traje a Tōya.

—No seas grosero Tomura, ¿Por qué llamas así a tu madre?.

—No es su nombre, es un apodo cariñoso que le dió mi papá—se excusó—, no hay nada de malo, además, no sólo porque eres un año mayor te tengo que hacer caso.

La pareja salió de la habitación y bajó las escaleras dirigiéndose a la sala, encontrando a los dos chicos.

El doncel permaneció atrás del varón, mirando con gracia la cara del amigo de su hijo.

—¿Por qué tienes esa cara?—cuestionó colgando su chaqueta—, pareces un imbecil.

—Ahm, buenas tardes señores Shigaraki—habló nervioso—, lamento el lenguaje, usualmente nos llevamos así.

🅘🅓🅞🅛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora