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—¿Tú me amas?.

—Por supuesto que te amo, no estaríamos comprometidos si no fuera así.

—Je je je... Sabes que en nuestra condición de compromiso, el amor no es realmente un requerimiento.

—Lo sé pequeño, pero tú y yo no somos como los demás, ¿Cierto?.

—Tienes razón. Gracias por ésto, ansío que llegue el día de nuestra boda.

—Yo igual, no puedo esperar a que llegue el día donde serás mío completamente, te protegeré y amaré hasta que la muerte nos separe.

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..
...


B-basta. Por favor no más, ya no m-mas.

—Cállate.

—Te lo suplico, por favor para—sollozó—.

—¿No me oíste? ¡Cállate!.

—¿P-por qué haces esto?—tembló—. C-creí... creí que me amabas.

—Oye, verdaderamente estás acabando con mi paciencia—tomó el puente de su nariz—. Cariño, en verdad no quiero hacerte nada, ¿Qué te parece si te callas de una buena vez y dejamos ésto así?.

—¿Por qué?!. A-al inicio eras diferente, jamás me golpeaste, tus palabras eran dulces y acogedoras. ¡¿Dónde están tus promesas de un amor eterno?!¡¿En donde dejaste al hombre que amaba?!.

Caminó rápidamente y con una postura muy amenazante, tomó por los hombros al contrario y lo azotó contra la pared sin cuidado ni preocupación.

—Ese hombre murió cuando quisiste irte a cumplir tu sueñito y las audiencias clamaron por qué tu estupido y horripilante mejor amiguito fuera tu pareja. En ese momento murió ese hombre que tanto extrañas, no quiero perderte mi ángel... pero si tanto lo extrañas, puedo hacerte el favor.

—Por favor...—lloró—Dejame ir, no soy de tu propiedad.

—Eres mío Izuku Midoriya, tus padres te entregaron a mí por mucho dinero. ¡Yo te compré! ¡Soy tu dueño!—tomó su mentón con fuerza—. Eres mío pequeña basura, yo te compré y serás mío hasta que la muerte nos separe.

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Se despertó bañado en sudor y un frío interno lo estremeció. Su pulso estaba muy acelerado, no podía ni quería creer lo que acababa de rememorar en sus sueños.
El calor en su pecho empezaba a sofocarlo y con desesperación se quitó la playera que traía encima, sus brazos y espalda ardían incontrolablemente por debajo de la camiseta.

Se levantó tambaleando y atravesó su habitación, se dirigió al baño y abrió la puerta que daba al dormitorio siguente.
Con desesperación se acercó a la cama revuelta pero su objetivo no estaba en esa cama, gruñó con desesperación.

Sin nada en mente se acomodó entre las cobijas, buscando de alguna manera anidarse y protegerse de ese mal que lo perseguía hasta en sus sueños. Visualizó sobre la mesa de noche su propio teléfono y sin pensarlo lo tomó.

Buscó ansiosamente el número de la única persona que ha sabido controlarlo y marcó. Mientras espera el pitido de espera se acomodó mejor entre las cobijas.

Iniciaron los tiempos de espera...

Uno.

Dos.

Tres.

🅘🅓🅞🅛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora