Relato N°6
Las paredes de piedra habían comenzado a asfixiarme, tanto como la pesada corona que tanto había ambicionado y hoy descansaba sobre mi cabeza.
Sueño con frecuencia como se derrite y recorre mi cuerpo quemando todo a su paso, hasta posarse en mis muñecas y ser otro par de grilletes que yo mismo había colocado allí.
Maeve se removió en nuestra cama mientras yo caminaba de una punta a la otra en la recamara.
Habría cerrado la puerta que nos conectaba si no fuera por que necesitaba verla. Necesitaba entenderlo.
-¿Erwin?-Pronuncio somnolienta.
-Descansa- fue lo único que logre decir.
Sabia que eso no bastaría para dejarla tranquila. Tal vez inconscientemente estaba buscando la oportunidad de tener esta conversación.
Su camisón blanco se arrastraba contra el suelo con sutileza como le habían enseñado, sus movimientos eran controlados y protocolares. Me preguntaba si debía pensarlo cada vez que se movía o ya lo hacia de manera autómata.
Se paró frente a mi y posó una de sus delicadas manos sobre mi hombro.
Miré como la luz de la luna besaba su piel en la oscura noche de invierno en la que nos encontrábamos. El fuego crepitaba a mi espalda calentando el amplio ambiente.
-¿Me amas?- Le pregunté.
-Por supuesto- Dijo con letargo.
-¿Me amas a mi o a mi corona?
Su ceño se frunció rápidamente.
-Si yo no fuera nadie, si no tendría nada que ofrecerte, si mi honor estaría condenado ¿Aun me amarías?
Maeve se apartó rápidamente de mi. Pude sentir como la había ofendido. Sus ojos se cristalizaron mientras cerraba sus manos con fuerza.
A decir verdad, no sabia si quería oír la respuesta. De todas formas ¿quien seria sin su amor? Sin sus cálidos abrazos en una corte de pesadillas.
Preferiría ser usado a lidiar completamente solo con el dolor y la culpa que recaían en mis manos.
-¿Piensas que esto es una clase de juego retorcido?- Exclamó con la voz entrecortada.
-Ya no soy el mismo de antes- Confieso- Cuando la juventud no sea mas que un triste recuerdo ¿cuidarás de mi? ¿Me salvarás cuando el peso de este poder me consuma?
Cuando las lagrimas cayeron por sus mejillas me cuestioné el porqué la estaba hiriendo de esta manera, dudando de su amor. Sin embargo lo necesitaba.
Los años de batalla me habían enseñado a no confiar en nadie, pero no fue hasta ahora que noté que no podía confiar siquiera en mi propia esposa.
¿En clase de bastardo me convertía eso? ¿Habia llenado mis manos de sangre a costas de mi humanidad?
Sabia que tarde o temprano ese incendio llamado debilidad me consumiría mucho antes que a ella. La espada que descansaba en mi cintura no era más que el boleto hacia la hoguera que me carcomería lentamente.
¿Maeve me recordará?¿O Dejará que mi memoria sea olvidada con el viento, como cenizas en un campo de batalla devorado por el fuego?
Mis rodillas tocaron el suelo sujetándome a sus piernas.
-No me abandones- Le imploré.
Tal acto no era digno de un rey, lo sabia perfectamente, pero en este momento no era mas que un joven con pánico a estar solo en un mundo tan grande y hostil.
Ella se arrodillo juntando nuestras rodillas, sujetó mis mejillas mientras me miraba confundida.
-No dejes que me queme- Prácticamente grite entre sollozos.
Ella simplemente asintió. Un gesto sutil pero que había sellado nuestros destinos. Un pacto con la luna como testigo.
No lo había dicho en voz alta, pero ella cumpliría esa promesa y honraría su memoria hasta mucho después de su partida.
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20 Canciones, 20 Relatos
Short Story20 relatos inspirados en 20 canciones [Reto literario]