Solo él

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Un día conocí a un chico, el cual me cambió la vida sin saberlo, llegó como una ráfaga de viento en pleno otoño, consiguiendo que las hojas secas de los árboles se caigan, logrando así que haya espacio para las nuevas que vayan a salir y hagan que aquel árbol vuelva a ser bonito. Él hacía que viese en mi aquellos rasgos que si quiera me había fijado, me hizo querer cada una de mis imperfecciones hasta hacer que las viera como virtudes. Me hizo ser tan feliz hasta hacerme sentir una niña pequeña corriendo por el césped en un día soleado, sin preocupaciones, simplemente libre y risueña, todo lo que siempre quise llegar a sentir. Cuando estaba a su lado todo se volvía de color, podía dejar de pensar, lo malo se volvía bueno, el estrés se volvía sonrisas, las lágrimas brillos en los ojos, la ansiedad alegría, todo se convertía en algo bonito, pero sabía que en algún momento tendría que volver a la realidad, y sabía que eso me dolería, pero no me importaba, porque yo era feliz. Por un momento me sentía bien, me sentía libre, me sentía una niña pequeña, por primera vez sentía que volvía a ser yo. Pero cuando menos lo esperaba, todo acabó, todo lo que un día me había hecho feliz, todo aquello que me había hecho la vida más bonita terminó, haciendo que todo se volviese negro, oscuro, triste, haciendo que todo se volviese nostalgia, llantos y ansiedad, haciendo que me encerrase en una jaula de la que no era capaz de salir. Solo podía ponerme música triste mientras que caía una lágrima por recuerdo, por momento vivido a su lado, esos besos, esas risa mientras hacíamos el tonto calle abajo, ese paseo en aquel parque, ese momento los dos sentados en el banco mientras que imaginaba un futuro a su lado. Ahí fue cuando entendí que era él y que si no hubiese sido por la distancia hoy en día estaríamos felices, recordando el ayer sin necesidad de melancolía. Un día, de la nada, volví a verlo, ese veinticuatro de diciembre, pero nada, solo esperaba el poder cruzar una palabra con él, pero no, no fue así. Al día siguiente hablamos, como si nunca hubiese pasado nada, como si todo estuviese bien, lo que me hizo extrañarlo aún más. Poco después volvimos a escribirnos y hacer llamadas como siempre, recordando los viejos tiempo y ahí fue cuando supe que lo necesitaba aunque ya no lo recordara con la misma frecuencia, porque en parte mi corazón había sanado, pero mi mente no lo había olvidado. En una de esas conversaciones logré ver que había sido la única persona que se había molestado en descubrir como era de verdad y era la única persona que había logrado ver cada pensamiento y sentimiento oculto en mí, ahí entendí que era el único chico que me había querido de verdad, por lo que era la única persona que me conocía de verdad. Aquel frío y resguardado corazón de aquel hermoso chico, de tanto amor y cariño, me había demostrado lo que sentí, de la única forma en la que me lo creería, haciendo así que lo viese como esa persona que marcó un antes y un después en mí, quien todavía puede seguir dejando rastro, huella, en mi vida, y que puede seguir haciéndome feliz.

La portada de un libro en blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora