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Apareces de la nada,
como una cama inherte,
vaya suerte de encontrarte,
en los segundos que podía perderte,
y tu fugaz,
a la medida de tu calma,
dame un abrazo,
por retasos,
besame el alma.

Sólo tengo treinta momentos,
divididos en planes,
con deseos clones,
madrugadas de conversaciones,
y quien quita,
que una noche,
después de una larga cita,
tengan mis oraciones,
a tu vientre como mezquita.

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