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Cierta pelirosada se levantó temprano cómo ya era costumbre todos los días, básicamente era parte de su agotadora semana laboral. Siguió la rutina aburrida de todos los días, fue al baño para lavarse los dientes, darse un rápido baño y salir para poder cambiarse. Algo tan repetitivo que le llegaba a hostigar de una manera increíble, cómo si fuera un personaje de relleno en algún videojuego.
Una vez que logró atar un poco su cabello rosado, siendo un reto por lo corto que era, salió de su departamento en dirección a su auto, una vez adentro se planeo si debía ir o no a su trabajo pero al final terminó conduciendo a la empresa. No importaba cuántas veces se lo cuestionara, siempre terminaba conduciendo a su trabajo.
Nuevamente encerrada en su pequeña y ordenada oficina, el tiempo pasaba lento con montañas de papeleo esperando ser revisado, suspiro pesadamente al ver la gran cantidad de trabajo que tenía sobre su escritorio, ya estaba cansada y apenas había entrado a la oficina.
El estrés la envolvia en su sofocante manto, de una forma sútil la acercaba al borde del abismo, tan lentamente que ella misma sentía cómo el estrés la dejaba caer en ese pozo asfixiante.
Unos leves toques en la puerta fueron la razón que levantará la cabeza y dejará el papeleo para después. Con voz firme dijo un “Adelante” aunque en su voz se notaba claramente el mal humor que traía. Sus hombros dolían al igual que su cuello, sentía ya un dolor de cabeza golpearla duramente.
Un hombre rubio de mejillas rayadas entro a la oficina luciendo su característica sonrisa de toda la semana, la mujer no podía entender el porque siempre estaba con energía en la empresa apesar que tenían la misma -si es que no más- cantidad de trabajo y con el tiempo casi sobre sus cuerpos, acelerando su ritmo al trabajar.
—¡Buenos días, Sakura-Chan!—la nombrada frunció el entrecejo al escuchar los gritos de su amigo, guío una de sus manos hacia su cabeza para acomodar el cabello que tenía en la cara, dejando notar su mirada agotada y fastidiada
—Naruto, es muy temprano cómo para que empieces a gritar—el rubio sólo la ignoró para comenzar a acercarse a su escritorio
—Te traje algo para que desayunes junto con un cafecito—el más alto dejo las cosas en el escritorio para después -y con cuidado- sentarse el en aquel lugar
—Gracias, no te debiste haber molestado—la mujer tomó unos cuantos sorbos de su café ahora ya lista para soportar el volumen de la voz del Uzumaki
—No es nada, me preocupo mucho por ti y lo sabes—el rubio le dedico una gran sonrisa—¡Oh! Olvidé preguntarte ayer sobre un tema—una de las rosadas cejas de la mujer se curvó, intrigada por lo que su amigo tenía que decir—Verás, un pajarito me había dicho que comenzaste a ver a alguien desde ya hace un par de semanas atrás
