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La música invade el viejo garaje, trayendo consigo vibraciones que inundan los cuerpos presentes haciéndolos bailar. Todos saltan y cantan eufóricos olvidando todo el sufrimiento por un rato. En cambio, yo tengo otros métodos más efectivos, inclino mi cabeza y aspiro el polvo blanco sobre la mesa, siento como el ardor sube por mi nariz y en poco tiempo hace efecto. No hago ningún gesto, ya que no importa donde este esto es algo de todos los días. Mi mente hace un viaje a otro mundo abandonando totalmente mi cuerpo, dejándolo ligero y al menos por el tiempo que dure quitándome el peso que trae la vida.

Tomo una botella de tequila y la acerco a mi boca, mientras escucho los gritos de las personas que me rodean. <<Fondo, fondo, fondo>> son ruidos lejanos, que después de media botella empiezo a ignorar. El calor que pasa por mi garganta y que recorre mi pecho es asombroso. Unos minutos después y estrello la botella vacía contra mesa. He saciado muchas de mis adicciones en menos de una hora y me siento increíble.

Me pongo de pie tambaleándome, pero con la energía suficiente para ir a bailar. Las notas de Talking to the moon se apoderan de mi haciendo que me balanceé según el ritmo. Las letras de Bruno Mars salen de mi boca en un susurro, cantando y bailando dejo que mi cuerpo libere todo tipo de tensión, olvido todo lo que me rodea y me pierdo en la música.

No se cuánto tiempo me mantengo de esta forma, pero los movimientos bruscos a mi alrededor se van haciendo más violentos. Intento detallar lo que pasa, pero me siento mareada y la cabeza me duele. Algo me empuja y caigo al suelo. Me fijo en los chicos que tengo al lado reconozco a Jayden -mi hermano-, que esta sobre otro que no reconozco bien, ya que tiene la cara llena de sangre. Hago un gran esfuerzo por apartarlo antes de que lo mate, pero esta tan cargado de ira que no me hace caso.

—¡Jayden!— grito desesperada, y sigue con lo suyo ignorando mis advertencias.

Sin saber cómo pararlo, y como último recurso le estrello mi puño contra su cara. Levanta su mirada y la dirige hacia mí, mientras me sobo los nudillos -creo que me dolió más a mí que a él-. Se me posa al frente, toma mi brazo y me saca del gentío. No tiene caso oponerme, a pesar de ser la mayor él cree tener más autoridad sobre mí, y muchas veces le hago caso. También necesito alguien que me lleve a casa, no quiero ir sola.

—¿Qué haces aquí?—pregunta aun enojado.

—Lo mismo que tú, salir del caos que tenemos como ''hogar''. — dibuje comillas con mis dedos al aire.

—¿Lo ha vuelto hace?—Inquiere.

—Siempre lo hace—afirmo.

Caminamos en silencio, mientras una fría brisa nos abraza. Tengo ganas de vomitar, y el efecto de las drogas está pasando, trayendo consigo un dolor de cabeza que en estos momentos no estoy para soportar. Busco entre mis pantalones un cigarrillo y lo saco junto con el encendedor de mi chaqueta. Lo prendo y cuando estoy a punto de probarlo Jayden, me lo quita de las manos y lo pone en su boca.

Se lo dejo, sé que lo necesita tanto como yo. Saco otro y vuelvo hacer lo mismo, lo disfruto como se lo merece. Aspiro y suelto el humo que invade mis pulmones y logra relajarme. Eso es todo lo que hacemos hasta llegar a la casa. Como lo sospechaba está vacía, la mujer que vive con nosotros y se hace llamar madre, solo esta cuando necesita de nosotros para sus asquerosos negocios.

Jayden va directo a ver televisión mientras yo subo al baño por el botiquín, si no le ayudo con las heridas por la pelea él ni cuenta se da que las tiene. Bajo a curarlo -no es la primera vez que lo hago- limpio y vendo sus manos y hago lo mismo con el leve corte que tiene debajo del ojo izquierdo. Le entrego una bolsa con hielos para que se la ponga en la cara y no se le inflame tanto.

LUMINISCENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora