1-6 La Detención de Arsenio Lupin

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Pero, entonces, Dios mío, ¿quién era Arsenio Lupin?

— Sí — dijo ella en voz alta —. ¿Quién es?

Ya no quedaban más que una veintena de personas. Ella las observaba sucesivamente con el temor confuso que una de ellas fuese él entre aquellas veinte.

Yo le dije:

— Ya no podemos esperar más tiempo.

Ella se adelantó y yo la seguí. Pero apenas habíamos caminado diez pasos, cuando Ganimard nos cerró el paso.

— Bien, ¿qué ocurre? — exclamé yo.

— Un momento, señor. ¿Qué prisa tiene usted?

Y luego repitió con voz más imperiosa:

— Un momento, señor.

— Voy acompañando a esta señorita.

Ganimard me observó profundamente, y luego, clavando sus ojos en los míos, me dijo:

— Arsenio Lupin, ¿no es así?

Yo me eché a reír.

— No, yo soy Bernard de Andrézy simplemente.

— Bernard de Andrézy ha muerto hace tres años en Macedonia.

— Si Bernard de Andrézy hubiese muerto, yo ya no estaría en este mundo. Y ese no es el caso. He aquí mis documentos.

— Estos son sus documentos. Pero cómo es que usted los tiene en su poder, es algo que tendré el placer de explicárselo.

— Pero ¡usted está loco! Arsenio Lupin se ha embarcado bajo el nombre de R.

— Sí, ese es un truco más de usted, una falsa pista sobre la cual usted los lanzó a ellos allá. ¡Ah! Es usted muy valeroso, buen mozo. Pero esta vez la suerte se le ha vuelto de espaldas. Vamos a ver, tú, Lupin, muestra que eres un buen jugador. Dudé un instante. De un golpe seco me golpeó en el antebrazo derecho. Lancé un grito de dolor. Había golpeado sobre la herida aún mal cerrada que hablaba el telegrama.

Veamos. Era preciso resignarse. Me volví hacia la señorita Nelly. Esta escuchaba lívida, vacilante.

Su mirada se tropezó con la mía, luego la bajó hacia la máquina de retratar que yo le había entregado. Hizo un ademán brusco y tuve la impresión, tuve la certidumbre, que ella comprendió todo súbitamente. Sí, allí estaban, entre las paredes estrechas de cuero granulado negro, en los dobleces de aquel pequeño objeto que yo había tenido la precaución de depositar en sus manos antes que Ganimard me detuviera...; sí, era allí exactamente donde se encontraban los veinte mil francos de Rozaine y las perlas y los diamantes de lady Jerland.

¡Ah! Lo juro. En ese momento solemne, cuando Ganimard y dos de sus ayudantes me rodearon, todo me fue indiferente, tanto la detención como la hostilidad de las gentes..., todo excepto esto: la resolución que adoptaría la señorita Nelly respecto a lo que yo le había confiado.

Que hubiese contra mí esa prueba material y decisiva, yo ni pensaba siquiera en temerlo...; pero esa prueba, ¿se decidiría la señorita Nelly a proporcionarla?

¿Sería yo traicionado por ella, perdido por ella? ¿Procedería ella como un enemigo que no me perdonase, o bien como una mujer que recuerda y cuyo desprecio se atenúa con un poco de indulgencia, con un poco de simpatía involuntaria?

Ella pasó ante mí, yo la saludé muy bajo, sin una palabra. Mezclada a los demás pasajeros, se dirigió hacia la pasarela con mi máquina fotográfica en la mano. "Sin duda — pensaba yo, ella no se atreve a hacerlo en público. Será dentro de una hora, dentro de un instante que ella la entregará."

Pero, al llegar al medio de la pasarela, con un movimiento torpe y mal disimulado, dejó caer la máquina al agua entre el muro del muelle y el costado del navío.

Luego la vi alejarse.

Su bella silueta se perdió entre la multitud, volvió a aparecer y de nuevo desapareció. Todo había terminado..., terminado para siempre.

Por un instante, quedé inmóvil, triste y a la vez penetrado de una dulce ternura, y luego, con gran sorpresa de Ganimard, suspiré:

— Qué pena, a pesar de todo, el no ser un hombre honrado...

Fue así como, en una tarde de invierno, Arsenio Lupin me contó la historia de su detención. El cúmulo de incidentes cuyo relato yo escribiría algún día había anudado entre nosotros unas ligaduras.... diría yo ¿de amistad? Sí, me atrevería a decir que, Arsenio Lupin me honra con cierta amistad y que es por amistad que él llega algunas veces a mi casa de improviso, trayendo al silencio de mi gabinete de trabajo su alegría juvenil, el resplandor de su vida ardiente, su bello humor de hombre para quien el destino no tiene más que favores y sonrisas.

¿Su retrato? ¿Cómo podría pintarlo yo? Veinte veces he visto a Arsenio Lupin y veinte veces es un ser diferente el que se me ha presentado..., o, más bien dicho, el mismo ser del cual veinte espejos me hubieran enviado otras tantas imágenes deformadas, teniendo cada una sus ojos particulares, su forma especial de rostro, su gesto propio, su silueta y su carácter.

— Yo mismo — me dijo él, ya no sé bien quién soy. Frente a un espejo ya no me reconozco.

Humor, ciertamente, y paradoja, pero a la vez una verdad con respecto a aquellos que se tropiezan con él y que ignoran sus recursos infinitos, su paciencia, su arte para maquillarse, su prodigiosa facultad para transformar hasta las proporciones de su rostro y de alterar incluso la relación existente entre sus rasgos.

— ¿Por qué — dice, él también— habría de tener yo una apariencia definida? ¿Por qué no evitar ese peligro de una personalidad siempre idéntica? Mis actos me designan suficientemente.

Y con un poquito de orgullo precisa:

— Tanto mejor si no pueden decir jamás con entera certidumbre: "He aquí a Arsenio Lupin". Lo esencial es que digan sin temor a equivocarse: "Arsenio Lupin ha hecho esto o aquello".

Son algunos de sus actos,algunas de sus aventuras los que yo trato de reconstruir, conforme a lasconfidencias de las cuales tuvo generosidad de hacerme partícipe, en ciertastardes de invierno, en el silencio de mi gabinete de trabajo.

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2021 ⏰

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Arsenio Lupin Caballero y LadrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora