21- Oreo y Avellanas

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La timidez se había ido, ahora era la misma con la que hablaba por mensajes. Escucharla reír y cantar conmigo las canciones de la radio, es una de las mejores cosas que me ha pasado últimamente. Sentirla tan cerca, saber que es la misma y que no finge ser otra para agradar o aparentar. Que la conexión es la misma, simplemente me hacía feliz

-Isaza sospecho de usted

-Lo supuse, me miraba raro

-¿Así que lele, eh?- pregunté y su cara me dio gracia

-Sara me dice así, y me salvó. No quería que mi plan se arruinara. Pero no me diga lele, por Dios- dijo y reí

Nos bajamos del auto y nos dirigimos a el parque que planeamos venir. Había poca gente, por suerte. Solo algunos niños jugando con sus padres. Tiramos una manta en el pasto y nos acostamos en ella, las nubes iban pasando por arriba de nosotros y el sol hacía que el frío típico de Bogotá no se sintiera mucho

-¿Acá es donde viene siempre, entonces?- gire mi cabeza

-Si, siempre que puedo vengo a descansar. Sin que nadie me moleste, a escuchar música, a comer- dijo y reimos- Es un buen plan ¿No cree?

-Lo es, y con buena compañía más aún- sonrió

-¿Puedo preguntarle algo?- dijo después de unos segundos de silencio

-No le diré cuando sacaremos Celestina- rodo sus ojos y largo una carcajada

-Eso no...¿Como consiguió hablar con Sara?

-Tengo mis contactos- desvíe la mirada y me pego en el brazo- La busque en tus seguidores de Twitter y le hablé

-Que stalker resultó ser

-Te buscaría aunque suene loco, dije- negó con la cabeza y volvió a recostarse boca arriba- Y lo volvería a hacer miles de veces más

-¿Por que? ¿Es agente del FBI?

-Porque te quiero- respondí y me miro

No me mire así, dios mío

-¿Enserio?- la atraje hacia mi y apoyo su cabeza en mi hombro. Podría estar así toda mi vida

-¿Como no hacerlo, sol?

Nos quedamos un rato abrazados, mirando como el cielo cambiaba a medida que el tiempo pasaba. Luego, decidimos ir a tomar un helado a mi lugar predilecto de toda Bogotá, al cual hacia muchísimo tiempo que no iba

Nos paramos enfrente a la tarima esperando a que nos atendieran, llevo mi vista a sole y veo que está mirando un punto fijo en la pared. Bien me había adelantado Sara, es un poco distraída

-Sol- llame y me miro rápidamente- ¿Que gusto?

-Oreo- respondió y asentí- ¿Usted?

-Chocolate

-Que aburrido, pida el de avellanas- la mire ofendido y sonrió inocente- Así como de los dos

-Avellanas será- los chicos que estaban al frente nuestro se fueron y me acerque a la que atendía

Que se parecía mucho a alguien

-Buenas tardes, guapo. ¿Que va a llevar?

Alto ahí loca

Mire de reojo a Soledad, que trataba de no reírse

-Buenas tardes, vamos a pedir dos. Uno de avellanas y el otro de...¿De que lo quería, amor?- me dirigí a la rubia y su cara se volvió roja en cuestión de segundos

-Oreo, bebé- contestó divertida y trate de ocultar una sonrisa

-Oreo y Avellanas

-Ya los traigo- contesto la morocha y se alejó de nosotros

-Ey- susurre y me acerque para que pudiera escucharme mejor- ¿Sabe a quien se parecía?

-¿A quien?

-A Morticia de Los Locos Adams- los dos comenzamos a reirnos y tratamos de callarnos cuando la mujer se acercó nuevamente con los helados en la mano

Agradecimos, pagamos y nos sentamos en una de las mesas del lugar, del lado de afuera

-Tendría que haberse visto, se le iban a salir los ojos- carcajeo y la empujé con mi codo

-Deje de burlarse, tortu

-¿Usted también? Ladillas

-Bueno, lele- entrecerro sus ojos y reí

Era demasiado tierna para ser real

Una llamada le llegó y la contestó rápidamente

-Hola, ma...bien...¡Mamá!- exclamó y volvió a sonrojarse-...¿Ya?...Va, iré...Si lo traje...Yo más, nos vemos

-¿Que pasó?

-Me tengo que ir- hizo un puchero- Es el cumpleaños de mi prima chiquita y tengo que ir a la fiesta, le juro que esta vez no estoy mintiendo

Realmente no quería que se fuera, y una idea loca se me cruzó por la cabeza

-¿Puedo ir?- pregunté y me miro sorprendida

-¿Usted esta loco? Va a estar casi toda mi familia

-¿Y? Será divertido- me quedo mirando por unos segundos

Di que sí, por favor

Consejo de Amor- Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora