Tres semanas después...
Finalmente los muchachillos que entrenaba habían acabado la fase inicial, y sólo aquellos que fueron considerados aptos permanecieron en la compañía; De nuevo, un gran grupo de jóvenes pupilos se había reducido a un cuarto de la cantidad original. A veces no quería recibir esos abrazos de agradecimiento cuando algunos con tristeza se tenían que marchar, pero agradecía que al menos no fuese su trabajo decidir quién se quedaría y quién no; No tenía corazón como para ser una guillotina de esperanzas.
A la hora de salida, negó cortésmente algunas invitaciones a celebrar con tragos y casi arrancándose el carnet de identificación de la empresa, se marchó con rapidez.
Había cambiado su rutina para hacerle espacio a una nueva visita diaria, justo en esas horas muertas donde se sentaba con su teléfono a mirar sus redes sociales antes de volver a casa, escribió en su planner diario: visita. No hacía falta ser demasiado claro con quien visitaría, porque obviamente se está hablando de Guillermo.
Todas las tardes desde ese día se había propuesto a ir a verlo, y lo cumplía con puntualidad. En el auto —ahora revisado y libre de espías— estaba la dirección marcada en el GPS, siempre pasaba a buscarle un postre de detalle y después conducía hacia allá pensando en el día.
Claro estaba que él deseaba llevarlo a sus lugares preferidos, pero bastaba con que Guillermo se entristeciera para que volviera a comprender la delicada situación que vivía, así que se esforzaba por hacer de su visita algo agradable y ameno; Al menos eso, le traía paz cuando lo veía relajado después de los primeros minutos de tensión de cada día.
Disfrutaba de esa peligrosa rutina.
Como siempre, aparcó el auto al menos a cuatro cuadras de distancia de donde él vivía y se bajó disimuladamente. Por allí nunca había nadie de todas maneras, así que no hacía falta hacer esas maniobras de espías de cambiarle la placa al auto o usar uno distinto cada día; Al menos sí había una parte en todo Los Ángeles que estaba vacía y silenciosa.
Él le había esperado en la esquina de siempre, y juntos se gastaban aquella caminata de diez minutos charlando del día a día. Claro, Samuel siempre tenía más que contar que Guillermo, quién repetía la misma frasecita:
—Encerrado, ya sabes.
Samuel suspiró mirándole. —Necesitas una muy buena excusa para ir al downtown, ¿no es así?
—Tristemente, sí —Respondió él despreocupado sacándose las llaves del bolsillo—. Es lo difícil de algo tan simple.
No era difícil llevar el patrón de comportamiento de esta versión de Guillermo, cuando estaba feliz se le sentía y cuando estaba triste o preocupado también; Así que no le había costado demasiado deducir que se encontraba inquieto en el momento que ambos pasaron por la puerta.
—¿Pasa algo? —Preguntó dejándole el postre sobre la mesita de centro— Te siento distinto.
Guillermo aclaró su garganta. —No, no es nada.
—Anda —Insistió acercándosele—, no te hagas de rogar, tío.
Había días donde él quería que lo abrazara y le robara besos como siempre hacía, así como también habían aquellos donde no quería ni que lo volteara a ver; Era como si hubiese en su cabeza un conflicto inexplicable, entonces a veces tenía miedo y a veces no.
Samuel, con voz suave y tacto lento, le abrazó por la cintura y le miró a los ojos con atención; No es que intentase descifrar su alma, solo quería que dejara de ser tan intenso con sus secretos... así fuese para decirle qué tenía, solo esta vez.
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Difuso (Wigetta) | Error {M-preg}, Segunda Parte
FanfictionSegunda parte de Error, el fanfic m-preg (male pregnancy) de Wigetta. Guillermo y Samuel han destrozado una vida inestable en cuestión de segundos, cuando después de pasar por una relación inapropiada, finalmente ha caído todo por su propio peso. ...