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--Gracias por su preferencia --eran los últimos clientes de la noche, Osamu les despidió con una sonrisa amistosa mientras deslizaba el ticket de su compra sobre el mostrador junto a la bolsa con los contenedores de alimento.

La pareja le sonrió de vuelta y le deseo una buena noche antes de desaparecer en la puerta, abrazados uno contra el otro, él suspiró y miro alrededor, había sido un día ocupado yendo de aquí para allá entregando y sirviendo ordenes, sin embargo la satisfacción que le invadía al final del día era suficiente como para hacerle olvidar el cansancio en su cuerpo.

La última trabajadora del lugar salió de la habitación de empleados con su ropa puesta y lo miró, sentado frente a la barra, con los codos sobre esta --¿Necesita ayuda para ordenar el lugar, jefe? --preguntó a su lado.

Osamu solo se limitó a estirarse y quejarse sonoramente al escuchar sus huesos crujir, luego, le dio una sonrisa a su empleada --Estoy bien por mi cuenta, y tú ya deberías estar camino a casa si no quieres que tus padres se preocupen.

Ella asintió rápidamente con las mejillas rosadas por haber sido amistosamente reprendida, y se despidió brevemente del peligris antes de abandonar el establecimiento. Osamu miró a su alrededor, el lugar en realidad no necesitaba mucho arregló, sería cuestión de ordenar las mesas y desinfectar la barra, y entonces estaría listo para volver a casa y descansar para el siguiente día.

Pensaba eso, pero mientras se encontraba limpiando el par de mesas en la parte frontal de Onigiri Miya se dio cuenta de que la noche era demasiado agradable como para dejarla pasar desapercibida así que tomó una botella de sake del frigorífico más cercano y un vaso para servir la bebida, tomó asiento en una de las mesas y se sirvió el líquido.

El primer trago deslizándose por su garganta se sintió como victoria pura, un sabor tan dulce que lo hizo cerrar los ojos y suspirar cuando lo terminó, sonrió inevitablemente, era una noche linda en la que el viento de la ciudad soplaba gentilmente para apenas hacer mecer las hojas de los árboles, y la luna se encontraba particularmente brillante en el cielo despejado.

De alguna forma el ambiente y la bebida calentando lentamente su cuerpo lo llevó a pensar en lo afortunado que era: había establecido ese lugar desde cero con la incertidumbre de que fuera un buen negocio o no.

Las personas no tardaron en llegar atraídos  por la novedad de un restaurante recién abierto, y se quedaron por la deliciosa comida que preparaba y el bue servicio que sus empleados y él ofrecían.

Pronto se había convertido en un lugar frecuentado por los lugareños y alguno que otro amigo de algún distrito lejano. Era tan afortunado de trabajar en algo que amaba y de estar rodeado de gente que lo alentaba.

Si, al principio Atsumu se había mostrado algo en contra: ¡Cómo Osamu iba a abandonar el volley profesional con tanto potencial! ¡Juntos iban a ser imparables! Pero después del enfado inicial y un par de semanas sin tener contacto con su gemelo, recibió su visita tímida.

El ceño fruncido se convirtió en una sonrisa al ver la felicidad de su hermano mientras preparaba su comida, y finalmente aceptó que tal vez eso le iba mejor que el volley, ya que Atsumu siempre había sido mejor.

--¡Samu idiota! --parpadeó un par de veces al escuchar el grito de su hermano, y encontrarlo frente a él, apoyado contra la mesa, parecía algo irritado probablemente por la ausencia de su atención --¿Quemaste finalmente la última neurona que te quedaba? --preguntó con molestia.

El peligris se puso de pie y lo golpeó en el hombro --Solo pensaba en el berrinche que hiciste cuando dije que no iba a seguir jugando al volley.

--Oh, cierra la boca, se que me echas de menos --el mayor contraatacó, aunque con voz tímida porque su rabieta era algo que no podía negar. Siguió a su hermano dentro del lugar --Creí que ya estarías en tu apartamento a estás horas.

bad luck is still luck ; sunaosa/ atsukitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora