Once

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Las fiestas de adolescentes americanos siempre han llamado mi atención, particularmente por el montón de cosas que acontecen en un solo lugar al mismo tiempo, bailes, besos, riñas, llanto, todo ocurre en el mismo tiempo y espacio, cada quien decide de qué quiere formar parte. Como alumno de intercambio quería vivir estas experiencias con mis compañeros universitarios, aunque realmente no me gustan mucho las fiestas, el contacto social me estresa y a decir verdad lo considero innecesario. Usualmente las personas tienden a juzgar mi apariencia y ahora más. Un muchacho asiático de ojos color miel y pelo castaño resaltaría entre todos esos musculosos atletas de ojos verdes y pelo rubio que, curiosamente parecen haber sido cortados con el mismo molde, muy pocas cosas los diferencian entre ellos.

Estoy empezando a arrepentirme de haber venido, las fiestas no son tan divertidas como las películas te lo hacen creer, al menos que estén viendo Las Ventajas de Ser Invisible, porque justamente me siento como Charlie en medio de todos estos rostros desconocidos que me miran mientras cuchichean, debería salir de aquí, aunque... Si ya hice todo el camino para entrar a esta fiesta, debería vivir la experiencia completa.

Me paseo por la planta baja de la casa, tratando de encontrar algo que me "saque" de ahí, evitando poner demasiada atención a lo que susurran a mis espaldas. Encuentro una habitación iluminada con luces led, las personas en el interior parecen ajenas a la fiesta que está ocurriendo a unos cuantos de su posición.

Las volutas de humo se tiñen del color de las luces, una pareja se besa tan desenfrenadamente que a simple vista habrías pensado que se trataba de solo una persona, en medio del cuarto, sentado en el piso con los brazos descansando sobre el colchón de la cama y la cabeza echada hacia atrás, un chico pelirrojo observa el humo salir entre sus labios, elevarse y teñirse de colores, mueve los dedos de una manera extraña, como al ritmo de una canción que sólo él puede escuchar, las luces y ese humo me hacen sentir en otro lugar.

Me siento a su lado, cuando finalmente se da cuenta de mi presencia levanta su cabeza hacia mí, sus rasgos son orientales, rostro afilado y parece que tiene ojeras, se quita el churro de los labios y me lo pasa. He de admitir que en un principio me da asco, pero como dice el dicho "a donde fueres haz lo que vieres" o algo así, tomo el churro de entre sus largos dedos y le doy una calada, el humo inunda mis pulmones y toso de una manera nada elegante, me mira incrédulo con una ceja levantada y con un ojo tan abierto que podría jurar que saltará de su cuenca - ¿primera vez? - me pregunta con una voz tan tenue como la luz que ilumina sus angulosas facciones, muevo la cabeza asintiendo mientras intento tomar el poco oxígeno disponible entre todo ese humo - por tu mirada juraría que al menos lo hacías por convivir. Inhala despacio, aguanta unos segundos la respiración y sácalo lentamente, intenta mantenerlo en las vías aéreas superiores- su voz suena melosa, como si susurrara, arrastra un poco las palabras, supongo que debe ser normal, lo intento una vez más, pero esta vez lo hago como él dice y todo va mejor, está vez no me ahogo, pero el sabor que queda en mi boca no me agrada - no te gustó, ¿verdad?- digo que no, pero el ruido de afuera opaca mi voz, acaban de subir el volumen de la música -ven, contempla el techo conmigo, no querrás estar en otro lugar cuando todo empiece-.

El baño está a oscuras, mi pelirrojo amigo y yo estamos a solas con la puerta cerrada, inundando el lugar con el humo del hielo seco que pusieron en la tina para ambientar el lugar, el extractor está encendido para evitar que se acumule el dióxido de carbono. Alguien tuvo la maravillosa idea de reemplazar los focos comunes por luz negra y poner luz adicional con series de luces led color morado en el baño para complementar las Halloween Vibes de la fiesta, Daffodils de Foals suena en la bocina de mi celular, las notas musicales flotan frente a mis ojos rodeando los delgados brazos de Satori mientras se mueve al ritmo del bajo, me balanceo de un lado al otro mientras intento atrapar las notas que reptan por sus brazos y se meten por debajo de las mangas de su playera, su piel es muy suave al tacto como si de un animalito de felpa se tratara, - eres muy suave - le digo mientras acaricio su brazo, él hace lo mismo como para confirmar, toma mis manos y guía mis pasos para que baile con él, las luces comienzan a parpadear como las series de navidad dando la impresión de que estamos en un antro personal, solo para nosotros dos.

DaffodilsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora