Prologo

774 54 6
                                    


.

. .

. . .

"Dicen que, a lo largo de nuestra vida, tenemos dos grandes amores.

Uno con el que te casas y vives para siempre y un segundo amor que perderás. Alguien con quien naciste tan conectado, que las fuerzas de la química escaparán siempre a la razón."

Paulo Coelho, El Zahir.

. . .

. .

.

Recuerda todo con una nitidez demoledora. No importa cuentos años hayan pasado tiene fresco ese instante en su mente como si se hubiera congelado para recordarle que nunca podrá librarse por completo de su fantasma.

Le basta cerrar los ojos para verlo tras sus parpados cerrados, puede sentir incluso la tibieza de su tacto en ese primer toque, el aroma, su esencia flota con fuerza entre la neblina de un instante que se ha ido, pero permanece en la memoria.

Con solo recordarlo, los latidos de su corazón la traicionan acelerados. La culpa llega con fuerza dejándola sin aliento, mientras que, con un sentir que pudiera ser clasificado como masoquista se deja llevar, lanzándose de lleno a ese recuerdo que, aunque le hace daño, también le arrebata una sonrisa.

Cuanto lo amo, aun lo ama con tantas fuerzas que sale de la razón y amenaza con robar la poca cordura que le queda. Pero no puede negarse a si misma que aun cuando le rompió el corazón y le destrozo la vida, no puede dejar de quererle.

A veces pasan semanas, incluso meses inmersa en una rutina asfixiante para bloquear cualquier recuerdo tormentoso. Se obliga a levantarse cada mañana dejándose absorber por el día a día.

Deja pasar los días huyendo de los recuerdos, sin embargo, a veces no es posible huir de esa parte de si misma que se aferra al anhelo de volverlo a ver. Es entonces, que con cualquier excusa lo trae de vuelta, quizás su marca de cereal en el supermercado, el sabor fuerte del café por la mañana, tal vez una tarde soleada o incluso el aroma a lluvia.

Puede compartir su lecho, dejarse inundar por el deseo y aun cuando es cariño lo que siente en la entrega, no puede ir más allá. La liberación llega, más el vació es persistente en la piel que añora la invasión de alguien distinto.

Entonces la culpa llega demoledora, con más brío, porque sabe que su novio no merece que mientras se adentra en ella, sus pensamientos y su corazón sean de otro.

. . .

El corazón no entiende de razones, se niega a escuchar motivos, amotinándose aun en contra del sentido común.

Es muy tarde para arrepentirse, muy en el fondo sabe que esta dispuesta a pasar por el mismo tormento con tal de tenerle, aunque hubiera sido por un breve instante.

Tenía muy claro quién era, conocía demasiado bien sus defectos para saber que no tenía remedio. El no buscaba el amor, no le interesaba, ni siquiera se creía capaz de sentirlo. Iba por la vida tomando todo aquello que le diera placer, sin importarle nada tan poco realista como el amor.

Ni siquiera es capaz de culparlo, jamás hacia promesas para llevarse a la cama a cualquier chica que le buscaba. Al menos, no es del tipo que miente, se vale de su encanto y pone siempre las cartas sobre la mesa. Es solo sexo, el placer de un momento.

No promete nada que no pueda cumplir porque no compromete su palabra sobre algo que no está dispuesto a ceder y en lo que no cree.

Aun a pesar de todo, aun sabiendo que no había un futuro se dejó cautivar por su sonrisa seductora, envolver por el encanto de un momento. Intoxicada por el placer prohibido, por la insinuación de una caricia que le hizo sentir viva y plena.

Una mirada suya le hacía vibrar, pero sin duda era el toque de sus manos lo que incendiaba su cuerpo. Su mente le advirtió que se alejara, pero su maldito corazón era una causa perdida.

Era en sus manos arcilla que moldeaba a su antojo, no había ternura en su entrega. La invasión salvaje de sus manos danzando sobre la desnudes en su cuerpo, sus dientes dejando marcas a lo largo de la piel como si hubiera querido dejar su perpetuo sello para adueñarse de ella. Poco sabía que, sin importar las marcas externas, la mas poderosa no era visible por que estaba en su corazón.

Su invasión poderosa, mortalmente dura y placentera. La hacia perder el sentido, consumida en una droga que le nublaba todo sentido, todo pensamiento coherente, como si ella fuera solo humo y el, el fuego de su pasión.

Mientras entraba con fuerza, salvaje e intempestivo como la tormenta, tomaba todo, incluso sus miedos, los tabús que siempre la limitaban. Era libre, libre de gritar y llorar de placer, libre de hacer tiras la piel de su espalda mientras exhala su nombre en cada embestida.

En la agonía de un orgasmo no le daba tregua, ni tiempo, para unir los pedazos que quedaban de ella. Deshuesada hasta la medula se derretía entre las sabanas, mientras el continuaba moviéndose en su interior como si quisiera vaciarse por completo de todo sentido.

Se hizo en sus brazos una mujer distinta, una mujer sin miedos, sin obligaciones que no fueran sus propios deseos.

Deleitándose con su cuerpo hasta quedar saciada, casi inconsciente. Desnuda con el aroma a sexo flotando y el alma satisfecha hasta las lágrimas.

Le amo tanto y de tantas maneras. Hasta que termino odiándole con la misma intensidad.

Si, definitivamente tiene una vena masoquista. Al igual que invoca las noches incendiaras, recuerda aquella fatídica noche donde su corazón termino roto, puede rememorar con tal claridad que los malditos gemidos aun se cuelan en sus oídos para hacerla sufrir.

Sabe que fue su culpa, que no hubo promesas, ni palabras dulces. No hubo "Te quiero" de su parte que le endulzaran el oído, sin embargo, nada la preparo para ver aquella escena.

En la cama, sobre sus sabanas blancas. Las mismas en las que se perdieron infinidad de veces entre sus placeres. Estaba el, hermoso como siempre, fuerte y varonil. Con su cuerpo solido esculpido por los mismos dioses, envuelto en el perlado sudor de sus delirios sexuales. Pero esta vez no era ella la protagonista del deseo, no eran su cuerpo el cobijo de su falo, ni su piel, ni su cuerpo el que era moldeado con caricias.

Un sonido sordo, un dolor absoluto. y luego, nada.

Cerro los ojos con fuerza, llevo las manos a sus oídos para acallar los gritos, los suspiros de placer, los gemidos.

Reuniendo la poca voluntad que le queda, se obligo a respirar de nuevo, a mantenerse unida, aunque no entera.

No grito, no reclamo, no saco con violencia el dolor asfixiante que la carcomia por dentro.

Contrario a todo, una carcajada escapo de sus labios, alertando a los amantes.

Siguió en silencio, sin decir palabra. Hundida en una risa sin humor, burlándose de su estúpido corazón lleno de expectativas, de ilusiones ficticias.

Lo miro largo, sin emoción en los ojos. Se giro con la dignidad de una reina, sin dramas o reclamos.

Cerro la puerta al salir, así, sin más se marcho de su vida.

. . .


Sin ganas de seguirse mintiendo a si misma, tomo el toro por los cuernos. Rompió con su novio eterno. No hubo disculpas aun cuando lamentara haber aguantado por tanto tiempo esa farsa.

No parecía sorprendido o dolido, la resignación estaba escrita en sus ojos azules, tan claros como el cielo.

Una sonrisa triste, un dulce beso y un adiós.


. . . 

Dos Tipos de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora