Burbuja 💜 5

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"...La vida es demasiado

larga si estás solo..."




Dos días más tarde llegaron todos los muebles desmontados en sus respectivas cajas.

Sería todo un desafío armarlos, pero era optimista, creía que entre los dos lo lograríamos de sobra, no podía ser una tarea tan difícil.

Hasta hace unas horas nos encontrábamos sacando todas las cosas viejas que había en el despacho, limpiando y separando las pocas reliquias que valía la pena dejar.

Ya nos vimos terriblemente cansados y ni siquiera habíamos comenzado.

Recorriendo con la mirada la montaña de cajas apiladas contra la pared me preguntó: -¿Por qué no le pides a algunos de tus amigos que vengan a ayudarnos?, le pagaré lo que pida-.

-Mis amigos no vendrían aquí a ayudar ni por dinero-. Solté.

-¿Por qué no querrían hacerlo?- Insistió.

-Porque no son buena gente. Dije.

-¿Entonces cómo es que son tus amigos?- Cuestionó.

-Porque soy como ellos- susurré mirando al suelo.

-Tú no pareces una mala persona-. Aseguró con una mirada dulce que me hizo tragar en seco.

Solté una risa falsa y sentencié:

-No me conoces-.

-Es verdad, pero puedo ver en el fondo de tus ojos que tienes buen corazón.- dijo con una sonrisa suave.

Su comentario me hizo gracia y recordé lo que hacíamos cada noche, como yo cada mañana venía aquí y le miraba a la cara como si nada.

-Yo no tengo corazón- gruñí por lo bajo.

Quiso seguir preguntando, pero le interrumpí, no me gustaba el camino que estaba tomando la conversación.

-Ya puedes rezar un Padrenuestro y tres Ave Maria para no caerte de culo al suelo cuando te sientes en esta silla-. Dije concentrado en desplegar las instrucciones de dicho mueble.

Sacudió la cabeza de un lado al otro mientras soltaba sin vergüenza su risa chillona.

-¿Es que siempre sabes exactamente qué es lo más inapropiado para decir?, yo debería enfadarme contigo...- pronunció con tono de burla.

-Pero no puedes porque te hago reír, quieres juventud en tu iglesia, pues acostúmbrate, porque será así cada día- solté divertido.

-¡Madre mía!- dijo agarrándose la cabeza mientras salía del despacho... -¡Me vas a matar de un disgusto!...-.

Yo seguí peleándome ahora con la estantería, que no quería colaborar con mi poca experiencia en bricolaje.

Al cabo de un rato le vi entrar con una bandeja que dejó en el suelo delante mío.

Había un agua para él y Coca-Cola para mí, junto a cuatro brownies de chocolate negro que aún estaban calentitos.

-Come antes de que se enfríen, que sé que te gustan- dijo acercándome el plato.

-¿Cómo lo sabes?- pregunté muy sorprendido.

-Aveces aprendes más de las personas observando su comportamiento que hablando con ellas-. Explicó mientras se llevaba un brownie a la boca.

El pecado Woosan SanwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora