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Era un día nuevo en el vecindario. Chaeyoung había estado bebiendo café toda la mañana, tratando de procesar lo que vió la noche anterior. Por la actitud y el misterio de esa chica al salir de casa de la tailandesa, podría apostar que era la tal señora Jennie Kim.

—¡Buenos días! —gritó alguién por fuera de la puerta.

La rubia confundida de quién podía ser, caminó hasta la puerta.

—Soy Lisa —se escuchó de nuevo del otro lado.

Chaeyoung abrió de inmediato, recibiendola con una sonrisa.

—Lisa, buenos días. ¿Qué se le ofrece? —se recargó en le marco de la puerta.

—Bueno... Me gustaría darle personalmente este pastel de disculpas por mi comportamiento esa vez.

Chaeyoung lo pensó un poco.

—Ah, ya recuerdo. Lisa, no te preocupes, no hace falta hacerme un pastel. Yo acepto tus disculpas —le dió una de sus más sinceras sonrisas. Haciendo que el corazón de la menor latiera de una manera inexplicable.

—Por favor, acéptalo —formó un puchero y la vió con ternura.

La mayor no logró evitar que su sonrojo apareciera. Bajó su rostro y tomó el pastel. Hubo un pequeño roce entre sus manos, a lo que Lisa se sobresalto.

Chaeyoung carraspeó su garganta y volvió a hablar.

—¿Qué harás más tarde?

Aquella pregunta hizo que Lisa se quedara paralizada en su lugar. Hoy no tenía nada agendado con Jennie, pero tenía miedo que llegara de repente a su casa y no estar.

—R-realmente no tengo nada pre-visto hasta el momento, ¿qué le gustaría hacer? —preguntó ahora ella con una encantadora sonrisa.

—Pasó por tí más tarde ¿sí? —Lisa en respuesta asintió, no lograba hablar. Se despidieron y caminó de regreso hasta su casa, su corazón latía.

A este punto no tomaba importancia de lo que pasara con Jennie.

—¿Y qué pasó? —preguntaba la tailandesa menor, relajada mientras tomaba una taza de café.

—¿Qué haces aquí?

—Pues tu llave de respaldo no tiene un buen escondite. Te ví allá afuera con la vecina y entre, ¿Qué te dijo? —habló. Tomó un sorbo de la taza y volteó a verla, con las cejas alzadas esperando por una respuesta.

—Sólo le llevé un pastel de disculpas, no había tenido tiempo de hacerlo. Y... —Lisa paró. No sabía si era buena idea decirle. Conociéndola, sus planes andarían por todo el vecindario y llegarían hasta oídos de Jennie.

—¿... Y?

Lisa suspiró.

—Me invitó a salir —mordió su la labio inferior por los nervios.

Sorn soltó un chillido y se levantó del asiento corriendo en dirección a su mayor.

—Tienes que salir, hazlo. Prometo no decir nada —alzó su meñique y vió a Lisa con un puchero.

La mayor con los ojos entrecerrados la miraba mientras entrelazaba sus meñiques. —Que infantil eres.

...


El timbre de su casa sonaba y hacía eco en la habitación. Chaeyoung había llegado.

Lisa exhaló y suspiró tranquilamente, yendo hacia la puerta.

—L-Lisa —habló la mayor, algo ruborizada. Lisa vestía un hermoso vestido.

—¿Tan mal me veo?

—¡No! —se apresuró a excusarse— No, te ves... Linda —estiró su mano esperando por la de Lisa.

—Gracias —contestó de una forma sutil—. Bien, ¿qué haremos?

—Estaba pensando invitarte a comer algo... Por cierto, cocinas muy bien. Tu pastel de carne y el pastel que me llevaste hoy eran deliciosos, muchas gracias.

Lisa estaba avergonzada. Pasó un mechón de su cabello por detrás de su oreja y volvió a hablar. —Oh, no es nada. Para eso estamos las vecinas.

—Y amigas, ¿no? —Lisa se sorprendió al escuchar eso. Casi no habían cruzado palabra desde que se vieron por primera vez. Para no ser ruda, solo asintió suavemente con la cabeza.

—Sí.

...

—¡¿Te besó?! —la mayor reviró los ojos.

—¿Qué? No. Solo fuimos a comer, después al parque y estuvimos hablando, es todo —respondió algo avergonzada.

—Ay, Lisa —negó mientras suspiraba— ¿Y de qué hablaron?

Lisa frunció el ceño e hizo una mueca, tratando de acordarse. Solo habían pasado dos días desde la salida, pero su memoria siempre ha sido nula.

Cuando al fin recordó algo, se sonrojo enseguida y sonrió.

—¿Tienes pareja?... Digo, todas las chicas del vecindario tienen pareja, pero nunca he visto a nadie en tu casa —habló la mayor mientras comía de su helado y se mecía en el columpió.

Lisa dejó de sonreír, no sabía cómo explicar su relación.

—Bueno, digamos que no... No tengo pareja —ella misma se sorprendió de sus palabras. ¿Había dicho eso en realidad?

—Oh, vaya. Ya somos dos solteras en el vecindario —rió.

—No me acuerdo muy bien —se excusó ella.

—Diablos, Lisa. ¿Has estado tomando tu pastilla de la memoria?

—Basta.

the other woman | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora