the other woman | chaelisa

002

Lisa se encontraba regando las flores de su jardín.

Siendo acompañada por las primaveras que yacían en el árbol de su patio. Traía unos lentes oscuros, para tapar sus ojeras y ojos rojos por haber llorado la mitad de la noche, como siempre. Algo que podía ocultar, mintiendo que era por el impregnante sol.

Jennie no había llegado, como siempre. La llamó en la noche, diciéndole que Jisoo había hecho planes para visitar a su familia, así que la vería hasta dentro de tres días. Tendría tiempo para hacerle algo de bienvenida.

»Tal vez pollo horneado o un pastel serían buena idea.« Pensaba con una sonrisa mientras regaba aquellas magdalenas.

—¡Lisa! Te estoy hablando —gritó Sorn, su vecina y amiga, desde el otro lado de la blanca reja.

—Sorn, no te había visto —se acercó a ella aún con su sonrisa.

—Otra vez lloraste hasta el amanecer, ¿verdad?... Me molesta cuando te veo con esas oscuras gafas, vamos quitatelos y dejame verte —reñagó ella. Estiró su mano para tratar de arrebatarselos

—¡Basta, Sorn! Como si no supieras qué pasa —se cruzó de brazos.

—Basta tú. Jennie Kim no es para ti, te lo advierto cariño, deja ir a esa bastarda, mira como te tiene. Ambas sabemos que no dejará a su esposa ni a sus dos hijos aunque tú te estés muriendo y esa sea tu petición —caminaba hacia la tailandesa después de brincar la reja.

—No digas esas cosas, jamás le pediría dejar a sus hijos —Lisa había comenzado a llorar, dejándose caer sobre el verde césped.

—No llores más —se sentó a su lado. Quitó aquellas gafas, quedando enfurecida por lo que veía —. Por Dios, Lisa.

La ayudó a levantarse y la llevó hasta su casa.

—Bien, cuéntame qué pasó —habló Sorn. Servía algo de café en dos pequeñas tazas y las llevaba hasta la mesa, donde se encontraba Lisa.

—Lo de siempre, que no vendrá. Ayer dijo que hoy estaría conmigo todo el día... Tonterías. En la noche habló, Jisoo ya había hecho planes para pasar el fin de semana con su familia hasta Sanbondong —musitó con sarcasmo. Dió un sorbo grande al café, olvidando que este estaba caliente—. Demonios —bufó, al quemarse la boca.

Sorn reviró los ojos, sabía que Lisa era torpe cuando estaba enojada.

—Te lo dije, siempre lo hago —golpeó la mesa, reprimiendo su enojo con respiraciones profundas.

De repente, un ruido las interrumpió, llevándolas a ver hasta su ventana.

—¿Qué pasa allá afuera? —preguntó Lisa.

—No te lo había dicho, pero... —habló con una sonrisa—, una chica llega al vecindario, viene desde Nueva Zelanda.

Lisa miró asombrada las cosas que bajaban del camión.

—Vaya, tendremos que hacerle una bienvenida. Aquí somos pocas y solo somos mujeres, vendría bien —sugirió con emoción.

—Haré todo lo necesario para que te distraigas estos días —habló por última vez, Sorn.

Antes de que Lisa hablara, ella la interrumpió sobando su espalda, mientras seguían viendo a gente bajando cosas del camión de mudanza.

Sería un fin de semana muy interesante.