Uno 🐰🎩

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Despertó al sentir algo húmedo pasar por su mejilla reiteradas veces. Se trataba de Kookie, que últimamente parecía su nuevo despertador por las mañanas.

Como no, Jimin le sonrió depositando un tierno besito en la cabeza del conejo. Tallando luego sus ojos mientras bostezaba, y al mismo tiempo que se sentó en su cama.

— buenos días Kookie, ¿esperaste mucho por mi? — habló con la voz aún ronca, posando su vista en la tierna bolita de pelos que buscaba de contacto físico — vamos, te daré algo para desayunar mientras me baño — acarició unos segundos su pelaje antes de destaparse y levantarse, siendo seguido por su mascota en el trayecto hacia la cocina.

Abriendo el refrigerador, buscó la ensalada de lechugas mixtas que había comprado el día anterior, y sacó lo justo para poner en el plato de Kookie, quien con un hambre voraz se acercó enseguida para comer.

Jimin lo observó enternecido, antes de largarse otra vez, yendo directamente al baño a refrescarse. Pues, sería otro largo y duro día intentando ganar dinero con lo que amaba hacer.

Prendió la regadera, y mientras el agua calentaba fue despojándose su ropa. Al ver su propio cuerpo desnudo en el espejo, sintió que podía ser perfectamente modelo de ropa interior. Lo consideraría en un futuro, no era tan mala idea después de todo.

Rió ante sus propios pensamientos, y enseguida se metió a la ducha, tardando ahí unos pocos minutos. Desde que comenzó a vivir solo, trataba de reducir sus gastos lo máximo que podía, porque si no, las consecuencias vendrían con números más elevados en la tarifa, y no era como si tuviera el dinero suficiente para no preocuparse de eso.

En fin, salió del baño con una única toalla rodeando su cintura. Afuera, su pequeño Kookie ya estaba esperando por él como era costumbre.

— hijo, papi va a ponerse algo de ropa, ¿por qué no vas a jugar un rato? — le habló como si de verdad le entendiera, pero el conejo seguía ahí — ¿no quieres? Está bien — sonrió, volviendo a su habitación y detrás suyo, le seguía su pequeña bolita de pelos.

Ya en el cuarto, Jimin cantaba en voz baja mientras se retiraba la toalla, para seguidamente colocarse un bóxer, tras haberse olvidado de llevar uno al baño antes. Luego, procedió a hurgar en su armario, sacando un conjunto deportivo color gris para estar cómodo, y por último, unos simples tenis blancos.

Todo fue a vista de su conejo, quien estaba de lo más tranquilo aseándose, mientras esperaba a su dueño.

Jimin al ya estar pronto, buscó el arnés de Kookie para poder sacarlo a pasear un rato junto a él, en lo que parecía ser una hermosa y tranquila mañana.

— Kookie, vamos a salir, ven — se agachó provocando que el conejo se acercara de inmediato a sus pies.

Y en poco tiempo, tras haberle colocado sin dificultad alguna el arnés, ya estaban prontos para ir a pasear un rato.

Era una rutina diaria que seguían, siempre y cuando se dieran las condiciones climáticas. Servía para despejar su mente del problema diario que era su vida adulta, además de que a Kookie le encantaba salir a pasear junto con Jimin.

Y justo una vez afuera, cuando el rubio estaba cerrando la puerta, se escuchó una cercana voz llamando a su nombre.

Al voltearse a ver, notó que se trataba de Yeri, la chica que tenía un crush por él y gracias a eso en parte, vivía en donde vivía.

Así que la saludó con efusividad, viendo como ella se acercaba a zancadas donde estaba, solo para robarle un beso en la mejilla.

— buenos días Jiminie, veo que sales con esta ternurita a dar un paseo — dijo, refiriéndose al conejo que saltaba de un lado a otro alrededor de ambos.

— lo llevaré un rato al parque e iré a por un café para mi, así los dos nos entretenemos un rato, ya sabes — comentó terminando con una sonrisa, que enseguida contagió a la otra.

— lo entiendo — jugó con sus manos disimuladamente, pensando en cómo decir lo que quería — ¿sabes? Yo también iba a por algo de desayunar... — no hizo falta decir nada más, puesto a que Jimin lo captó de inmediato como una invitación para ir juntos.

— vamos los tres, sería lindo tener de tu compañía esta mañana — respondió, provocando un tierno e inevitable rubor en las mejillas de Yeri, quien no dudó en asentir felizmente.

Aprovechando también, que Jimin tampoco se inmutó cuando decidió entrelazar sus manos al comenzar a caminar, en dirección a un parque a pocas cuadras del barrio. Mientras que Kookie, iba a un lado olisqueando todo a su camino.

En el trayecto de ida, pasaron un muy buen momento, Yeri era muy agradable y sabía entablar temas de conversa bastante entretenidos que más de una vez provocó la risa de Jimin.

Cada persona que los veía pasar, no podían evitar no pensar de que se trataba de una tierna pareja, que sacaba a pasear a su mascota.

Y hasta que al fin llegaron al parque, donde pudieron descansar sus pies unos minutos, ya sentados en una banca desocupada.

— iré a por dos cafés, yo invito — dijo la chica, mientras volvía a pararse.

— no quiero que gastes en mi, Yeri, y déjame te acompaño — quiso negarse, pero la nombrada, tenía sus intenciones.

— insisto, guarda tu dinero y energías, no tardo — avisó para rápidamente voltearse, caminando con pasos apresurados a la cefetería cerca del parque.

Jimin suspiró, dejando caer su espalda contra el respaldo de madera. Pensando en que la chica lo hacía de buena manera, así que debía aceptarlo si así ella lo quería.

Por lo que mientras que esperaba a Yeri, se dedicó a observar lo que hacía su mascota, encontrándose con una situación algo inusual.

— Kookie, ¿qué traes? — se acercó al ver como el conejo arrastraba lo que parecía ser un pequeño libro, como si estuviera jugando con este.

Pero enseguida estuvo cerca de los pies de Jimin, dejó de tomarlo y se paró en en dos patitas de manera bastante tierna para su dueño.

— oh, buen chico, ¿me has traído un regalo? — acarició la cabeza de su mascota con una mano, mientras que con la otra tomaba el objeto para leer lo que decía su portada.

"Libro de los hechizos"  se titulaba en un dorado, el libro cuyo color era como el del vino.

Jimin alzó las cejas con curiosidad, mirando a todos lados y asegurándose de que a nadie se le hubiera caído aquello, para luego echarle un vistazo más a profundidad.

A los minutos, fue sacado rápidamente de su concentración. Más en específico, cuando alguien se sentó a su lado.

— ¿traías un libro desde casa? Ingeniosa idea eh — habló Yeri, extendiéndole uno de los cafés que tenía en manos.

— uhm... Sí — mintió el rubio piadosamente, guardándolo en el bolsillo de su sudadera, para poder tomar el envase que le era otorgado con ambas manos — por cierto, gracias por el café —

— no es nada — sonrió la chica antes de darle un sorbo al suyo.

Jimin imitó su acto, quemándose la lengua por no haber soplado antes. Y gracias a su torpeza ambos rieron, pasando una entretenida mañana después de todo.

Antes de que las cosas estuvieran a unas hora de cambiar, claro.






Abracadabra y... ¡Esto no era así! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora