Dos 🐰🎩

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Tras haber arrimado a Yeri a casa de sus padres, Jimin y Kookie regresaron finalmente a su hogar a descansar, luego de la caminata matutina del día.

Cuando estuvieron dentro, el rubio le quitó el arnés a su mascota para luego poder echarse en el sofá, sintiendo de inmediato un alivio en sus pobres pies. Mientras que el conejo aún parecía tener mucha energía encima.

— vaya, te veo a ti y creo que de verdad la vejez me está ganando — se burló Jimin de sí mismo, viendo como su pequeño orejón ahora jugaba con algunos de los juguetes caseros que permanecían regados por la sala — y eso que en años de conejo debes de tener unos... — hizo silencio para hacer un breve cálculo con sus dedos — no lo sé, ¿veintiuno? Y yo tengo veintidós — terminó por concluir.

Por más que le llamaran de loco, amaba hablar con su conejo, era tan adorable el como muchas veces se le quedaba observando, como si de verdad estuviera atento a lo que dijera. Y eso de alguna forma también le hacía sentir mejor.

Pero justo antes de decir algo más, recordó algo que lo llevó a palpar el bolsillo de su sudadera, sintiendo claramente cómo eso aún permanecía ahí.

Volvió a sacar el libro para retomar la lectura que en el parque no había podido. Tal y como decía en la vieja portada, se trataba de un libro con variados hechizos mágicos y todo acerca de cada uno.

Llegó a la idea de que se trataba de algún libro de colección para la gente que le gustaran aquellas cosas.

Jimin no creía en esa magia, o sea, sí era un mago pero no un hechicero, él se dedicaba a engañar el ojo del espectador, era imposible hacer barbaridades con una simple varita como la suya.

Eso pensaba. Así que se dedicó a dejar el libro encima de la mesa en frente suyo, y justo cuando se encontraba bostezando alguien llamó a su puerta.

¿Quién podría ser casi al mediodía?

Un misterio que resolvería yendo a atender, cosa que hizo con cierto desgano, y su Kookie tan lindo como siempre le acompañó desde detrás.

— uh... ¿Tú qué haces aquí? — hizo una mueca al ver que se trataba de su primo Seokjin.

— hola primo, tanto tiempo — sonrió el chico al contrario de Jimin, quien más bien hizo una mueca — ¿me dejas pasar y hablamos dentro? — preguntó amable.

El rubio resopló antes de hacerse a un lado y dejando pasar a su primo. ¿Que si le caía mal? Hubo algo en él que siempre detestó, además de que claro, en un pasado siempre lo rebajaban y a él todo perfecto le aplaudían y consentían.

Era perfecto en todo, tanto que parecía irreal e incluso falso.

— que bonito, ¿lo cuidas o es tuyo? — preguntó Seokjin al ver a Kookie olfatearlo, y enseguida se agachó a acariciarlo con ternura.

¿Y a este qué le hace pensar que no puede ser mío? ¡Obvio que lo es!  Pensó molesto Jimin, manteniendo el ceño fruncido.

— a Kookie lo encontré abandonado, así que sí, es mi mascota — fue lo que le respondió en realidad a su primo.

— es un conejito muy saludable al parecer, podrías llevarlo a mi consultorio veterinario cuando quieras — sugirió enseguida.

— gracias, pero desde el primer día lo he llevado a atenderse con Namjoon, es muy bueno en lo que hace.

— ¡oh! Ya conoces a mi colega entonces — Jimin no pudo evitar sorprenderse ante aquello.

— ¿qué? — espetó incrédulo el rubio.

Abracadabra y... ¡Esto no era así! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora