1º de septiembre de 1977
-¡Indira, por favor! –Minerva McGonagall intentaba que su hija comprendiera sus motivos –Te ruego que este año no me hagas pasar vergüenza con Filius. No puede ser que siempre seas tú. Deberías dar el ejemplo. Y este curso es el último, se supone que eres mayor y tienes otras responsabilidades. Si realmente quieres ingresar a la Academia de Aurores el próximo año, deberás tomarte séptimo con dedicación y responsabilidad. Así que, por favor, te pido que te comportes como se debe en este curso.
Los ojos marrones de la chica la miraban fijamente esperando a que terminara de hablar. Indira se había convertido en una viva imagen de su madre: alta, delgada, de cabello castaño y expresiones severas. Sin embargo, su madre se sentía profundamente avergonzada por la cantidad de tiempo que la chica pasaba castigada. En parte, se alegraba que fuera a otra casa. Pero también lo lamentaba, ya no sabía qué cara poner ni cómo disculparse por el comportamiento de la muchacha cada vez que el profesor de Encantamientos le decía que la chica estaba castigada nuevamente. Había hablado con ella de todas las formas posibles, pero parecía que se empecinara en encontrar nuevas situaciones con las que infringir las normas. Casi como si se lo hiciera a propósito.
-Sabes perfectamente que no tienes que preocuparte por mis calificaciones. –Replicó la chica con molestia. –Tengo excelentes notas en todas las asignaturas y estoy cursando once Éxtasis. Así que descuida, entraré a la Academia de Aurores con o sin castigos. Y ya sabes que Flitwick no te responsabiliza por lo que yo haga en el colegio, mamá. Nos vemos en el castillo.
Indira McGonagall agitó su varita y el baúl que estaba frente a ella desapareció. Luego, giró sobre sí misma y también se esfumó, dejando a su madre refunfuñando en soledad. Llegó a la estación King's Cross con tiempo de sobra y dejó el equipaje en un compartimiento. Luego, bajó a esperar que llegaran sus amigos. Distinguió el cabello rubio de Julie, su compañera de casa y mejor amiga desde que estaban en primero. Se acercó a saludarla a ella y a su familia y las dos entraron al compartimiento que Indira había reservado. A pesar de haberse visto e intercambiado infinidad de cartas, las dos muchachas comenzaron a conversar y contarse lo que habían sido sus vacaciones.
El padre de Julie había recibido un ascenso en la fábrica de neumáticos en la que trabajaba y ese año habían podido ir de vacaciones a la costa. Su amiga había aprovechado para salir con sus primos a discotecas muggles y le estaba contando a Indira sobre un chico al que había conocido.
-Nos vimos casi todo el verano. Porque él estaba parando en una cabaña que estaba a dos cuadras de donde nos alojábamos nosotros. –Relataba Julie –Es re sencillo, buena persona y sensible. Intercambiamos nuestros teléfonos y seguramente nos veremos de nuevo en Navidad. Él vive en Londres, así que no es tanto tiempo de viaje si quiero invitarlo a casa.
-Además tu casa ya apesta a muggle y sangre sucia... -Indira volteó la cabeza y vio a Nott y Black, estudiantes de sexto de Slytherin, en el pasillo. Era el primero quien había intervenido.
-¡Cállate, Nott! Váyanse a molestar a otro lado. –Exclamó Indira molesta.
-¿Qué pasa, McGonagall? ¿Quieres enterarte cómo es eso de conocer a alguien? ¿Cuánto es el mayor tiempo que has estado con el mismo chico? ¿Cinco horas? –Se burló el otro muchacho.
-No te hagas ilusiones, Black. No tendrás la suerte de conocerlo de primera mano. Tengo buen gusto. –Respondió ella.
-Ya déjense de molestar, váyanse. –Exclamó Julie.
-¿Y lo vamos a hacer porque lo pida una asquerosa sangre sucia? –Ironizó Nott.
-Se van a ir de buena gana, porque si no lo harán cuando los lancemos por las ventanillas. –Replicó Indira apuntándoles con sus varitas. Julie hizo lo mismo y los dos chicos también. En un segundo, el espacio entre el compartimento y el pasillo se convirtió en un ir y venir de maleficios de uno y otro lado. Un haz de luz salido de la varita de Indira dio directo en el pecho de Nott, que se convirtió inmediatamente en un sapo lleno de verrugas. A su lado, Black cayó aturdido por un maleficio que provenía de un extremo del vagón.
-¡Ah, son ustedes! –Murmuró Sirius Black, el hermano del que estaba molestándolos. Era un Gryffindor y no podía ser más opuesto a Regulus. Lo acompañaba James Potter. Los dos empuñaban sus varitas. –Pensábamos que estos dos molestaban a alguien más chico, si no, los hubiéramos dejado convertirse en dos sapos.
-¿Fuiste tú, McGonagall? Ha sido una transformación excepcional, tu madre estará orgullosa. –Murmuró James Potter observando al sapo que comenzaba a saltar por el pasillo del vagón.
-Cállate, Potter. Me matará. Pero este imbécil se lo merecía... Voy a volverlo a su forma original. –Murmuró Indira. Sin embargo, antes de que pudiera realizar el hechizo, aparecieron dos personas caminando a toda prisa.
-¿Qué sucede aquí? –Inquirió con voz autoritaria Lily Evans, una de las prefectas de Gryffindor.
-Ten cuidado, Lily. No vayas a pisar a Nott.
La pelirroja observó espantada al sapo con verrugas y fulminó a Potter con la mirada. A su lado, Sirius Black se mataba de risa. Remus Lupin, el otro prefecto de su casa, los miraba asombrado y muy serio.
-¿Han transformado a un estudiante? ¡Están locos! –Exclamó enojada la chica.
-Espera, Evans. He sido yo. –Intervino Indira saliendo del compartimiento. –No te preocupes, ahora lo devuelvo a su forma original.
-¡No! ¡Estás demente! –Se opuso y tomó al asqueroso sapo en sus manos –Es una locura, puede salir mal el hechizo y puedes provocarle un daño severo. No deberías haberlo transformado.
-¿Y qué pretendes? ¿Besarlo y que se convierta en príncipe? Eso no sucederá. –Replicó la castaña.
-No, lo voy a llevar al castillo a que lo transforme un profesor que esté capacitado para realizar una buena transformación sin riesgo alguno. –Respondió la pelirroja.
-¡Lily, espera! –La llamó Potter –Lo ha hecho muy bien la primera vez, podrá deshacerlo sin problemas.
Pero la pelirroja simuló no escucharlo y salió nuevamente hacia el vagón de los prefectos. Lupin miró a sus compañeros, se encogió de hombros y le quitó el maleficio aturdidor a Black. El chico se fue de allí a toda prisa. Luego, el prefecto miró asombrado a sus amigos.
-¿Este era el año que ibas a hacer buena letra por Lily? –Preguntó el castaño mirando a James Potter, que negó con la cabeza.
-Yo no he hecho absolutamente nada. –Aseguró.
-Convéncela a ella de eso.
Julie e Indira volvieron a sentarse en su asiento. Indira pasó el resto del viaje despotricando contra Evans: era una estúpida prefecta metida en donde nadie la llamaba. En vez de dejarla que le revirtiera la transformación, llevaría a Nott convertido en un sapo hasta el castillo y sería su madre la encargada de revertirlo. La prefecta los iba a delatar y su mamá se la querría comer viva. De todos modos, eso no impidió que las dos rieran a carcajadas del aspecto que tenía Nott.
Apenas entraron al castillo, Indira y Julie se dirigieron entre la multitud hacia la mesa de Ravenclaw. Al sentarse, vieron a Evans hablar con la profesora McGonagall. Indira clavó la vista en la mesa para evitar cruzarse con la mirada de su madre. No pasó mucho tiempo hasta que el profesor Flitwick les indicó a las dos que lo siguieran. Mientras caminaban por los pasillos del colegio, Indira reconoció rápidamente a dónde estaban yendo: al despacho de su madre. Potter y Black ya estaban allí.
Indira sabía que no había escapatoria alcastigo, así que lo aceptó sin decir una sola palabra. Cuando finalmente bajóla guardia y cruzó una mirada con su madre, le quedó claro que Minerva estabatotalmente indignada por lo que había hecho.
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¡Prohibido enamorarse!
FanfictionIndira McGonagall es hija de Minerva. Durante sus años en Hogwarts, siempre tuvo una regla: salir con quien quiera, sin ataduras y está prohibido enamorarse. Cuando encuentra a alguien que adora su juego, empieza a caminar por una peligrosa cornisa...