Capítulo XI: El desastre de Cokeworth

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Las carcajadas inundaban la casa de los Longbottom. Alice agitó su varita y los platos volaron hacia la bacha, en donde comenzaron a lavarse por sí solos. Las copas con vino siguieron junto a sus dueños, mientras Alice, Frank, Gideon e Indira conversaban alegremente. Era una de las últimas noches de vacaciones de invierno, antes de que tuvieran que retomar la Academia de Aurores. Si bien Gideon había terminado de cursar, esa semana había tenido unos días libres así que también estaba disfrutando relajado. La noche anterior, se había quedado a dormir en casa de Indira y pasaron el día juntos. Luego, Alice y Frank los invitaron a cenar. En ese momento, estaba por anunciar que se iba a su casa, pero lo detuvo un patronus con forma de ciervo que entró a toda prisa a través de la ventana de la cocina de los Longbottom.

De un momento a otro, el clima de festejo desapareció para darle lugar a la preocupación. El mensaje de James avisaba de que estaban en Cokeworth, el pueblo en el que vivían los padres de Lily, y una horda de mortífagos estaba asediando el lugar. Inmediatamente, los cuatro se levantaron y agarraron sus varitas.

-Avisaré a Moody. -Anunció Gideon y otro patronus salió hacia la oscuridad de la noche antes de que los cuatro desaparecieran para ayudar.

Figuras encapuchadas y enmascaradas yendo de un lado a otro. Casas incendiadas. Magos y brujas luchando contra los mortífagos, a pesar de que los superaban claramente en número. Cuerpos sin vida tirados en las veredas. Gente corriendo, gritando y llorando. La escena en aquella cuadra era desoladora.

-No se separen -ordenó Gideon y los cuatro corrieron en la misma dirección, intentando ayudar a quienes podían y tratando de sacar la mayor cantidad de mortífagos de combate. Poco a poco, comenzaban a llegar otros aurores y miembros de la Orden del Fénix a ayudarlos. Algunos de los encapuchados desaparecieron y el número comenzaba a quedar igualado. Se fueron esparciendo y ya empezaron a pelear directamente uno contra un mortífago, dejando la actuación en equipo.

Indira peleaba mano a mano con una figura encapuchada y de túnica negra. Quien fuera, era un excelente duelista porque ella no podía descuidar un segundo la atención. La mayor parte de la acción era desviar los maleficios que aquel mortífago le lanzaba para evitar ser lastimada. Sin embargo, no conseguía desarmarlo o inmovilizarlo. Finalmente, Indira consiguió lanzarle un maleficio y el otro lo esquivó por poco. Su capucha cayó sobre su espalda, dejando al descubierto una larga cabellera morena y enmarañada. Indira no tardó en reconocer a la persona que estaba detrás de la máscara.

Aún recordaba como si fuera hacía unas horas lo sucedido meses atrás en el Callejón Diagon. Los gritos y el rostro pálido y aterrado de Julie regresaron a su mente y la furia que sentía contra Bellatrix Lestrange se expandió por cada centímetro de su piel. Lanzó otro maleficio no verbal y este impactó directamente en el pecho de la bruja. Bellatrix cayó de espaldas sobre la vereda e Indira sostuvo con firmeza su varita. Nunca antes había sentido verdaderas ganas de matar a alguien. Jamás se había sentido una asesina. Pero el deseo de vengar a su mejor amiga le hablaba a gritos en su mente. Respiró hondo antes de lanzar el avada kedavra.

-¡Crucio!

El rayo de luz roja salido de la varita de Rodolphus Lestrange dio de lleno en Indira, que había cometido el terrible error de demorarse a pensar qué hacer sin observar a su alrededor. La muchacha pagó caro aquel segundo de duda y cayó al suelo gritando y retorciéndose de dolor. El mortífago no tenía certezas acerca de qué tan herida estaba su esposa, pero esa mocosa se iba a arrepentir con creces de lo que había hecho.

Los gritos desesperados de Indira sobresalían a los oídos de Sirius Black por encima de todo el desastre que había en aquella calle muggle. Corrió hacia donde estaba la chica y se enfrentó directamente contra Rodolphus. Al tener que defenderse del ataque del chico, el mortífago se vio obligado a dejar de torturar a Indira.

Adolorida, la chica intentó incorporarse. Estaba tendida sobre el asfalto de la calle y temblaba incontrolablemente. Sirius y Rodolphus eran dos manchas borrosas que iban de un lado a otro lanzándose maleficios. Sintiendo puntadas de dolor en cada centímetro de su cuerpo, consiguió sentarse en el suelo. De un segundo a otro, Lestrange tomó el brazo de Bellatrix y desapareció con ella. Al mismo tiempo, el resto de los mortífagos abandonaron el lugar.

-¿Te encuentras bien? -Le preguntó Sirius preocupado a Indira, tendiéndole una mano para ayudarla a ponerse de pie.

-Sí. -Respondió ella, haciendo un esfuerzo para reprimir el temblor de su voz. -Vamos a ver cómo están los demás.

Entraron a casa de los Evans. Allí, los mortífagos habían asesinado a los padres de Lily. La pelirroja lloraba desesperada mientras intentaba hacer reaccionar a James, que estaba inconsciente en el suelo del living.

-Tranquila, Lily. Va a estar bien. Ven, vamos a llevarlo a San Mungo. -Le susurraba Alice, buscando calmarla. Luego, tomó las manos de Lily y James y desapareció de la casa.

-Tú también necesitarías ir. -Observó Frank al ver a Indira. La chica apenas caminaba, apoyando su cuerpo en Sirius, para lograr mantener el equilibrio. Se dejó caer en el primer sillón que encontró en aquella sala destrozada.

-Estoy bien, solo que me duele todo. -Murmuró con un hilo de voz.

-Eso no es estar bien, McGonagall. -Señaló Moody, que acababa de entrar al lugar. -Llévala, Longbottom. -Le ordenó a Frank.

¡Prohibido enamorarse!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora