Capítulo IX: Uno más del montón

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El sol caía lentamente detrás de los techos de las casas de un barrio de las afueras de Londres. El color del firmamento iba mutando en tonos anaranjados, rosados y finalmente un violeta oscuro. La noche comenzaba y Alice Longbottom agitó su varita para encender las velas del living de su casa. El murmullo crecía a cada minuto. La reunión de la Orden del Fénix acababa de terminar y los miembros comenzaban a hablar entre sí, en pequeñas conversaciones antes de despedirse. Los más apurados saludaron y abandonaron la casa enseguida. Otros, que no tenían mucho que hacer, se quedaron charlando y pasando el tiempo.

-Me voy a casa. -Anunció Indira y saludó a Alice, Frank y al grupo de jóvenes que todavía seguía conversando alegremente en casa de los Longbottom. Fue a saludar a Sirius, pero el chico anunció que él también se estaba retirando.

Fueron juntos al Caldero Chorreante y luego caminaron por el Londres muggle hasta que llegaron a la entrada del complejo de departamentos en el que vivía la chica. Era una noche helada y el cielo estaba completamente cubierto. Los ojos marrones de la chica se clavaron en los del muchacho. La atraía la mirada gris y cautivante de Sirius, que en ese momento miraba sorprendido el portero automático de la entrada al lugar.

-¿Quieres pasar un minuto? -Invitó ella sonriendo.

-¿Solo un minuto? ¿Para qué querría entrar tan poco tiempo? -Inquirió él con sorna.

-Bueno, está bien... puede ser más de un minuto. -Accedió ella abriendo la puerta y haciéndole un gesto para que entre. Subieron por la escalera exterior hasta el primer piso. Sirius siguió a Indira hasta una puerta de madera despintada con un número 12 en el centro. La muchacha abrió y dejó a la vista una sala perfectamente ordenada.

Los ojos de Sirius recorrieron los sillones de terciopelo rojo, la mesita ratona de madera y la biblioteca atiborrada de libros. Más allá, se veía una mesa con cuatro sillas a su alrededor, una mesada, la heladera y la cocina. Indira dejó su bolso y abrigo sobre el sofá y le ofreció a él algo de tomar.


***


Dos horas más tarde, las risas y carcajadas de los dos chicos se escuchaban desde afuera del departamento. La segunda botella de vino ya estaba a la mitad sobre la mesa ratona e Indira estaba sentada sobre la falda de Sirius. La chica dejó su copa en la mesita y giró su cabeza hacia el rostro del muchacho. Los dos se besaron rápidamente y se separaron, como dudando de lo que acababan de hacer. Luego, volvieron a juntar sus labios. Los brazos de Indira volaron alrededor del cuello de Sirius y las manos de él se deslizaron por la espalda de ella, siguiendo las curvas de su cuerpo. La chica no protestó cuando los dedos de él se dirigieron dentro de su sweater. Al contrario, hizo lo mismo, quitándole la ropa a él, dejándolo con el pecho descubierto.

Una a una, las prendas de cada uno comenzaron a aterrizar en la alfombra del living. Sirius sujetó a Indira de los muslos y la levantó en el aire para después dejarla suavemente sobre el tapete. Ella atrajo al chico hacia ella y continuó besando cada rincón de su cuerpo. Él le quitó el sostén mientras ella se deshacía de su bóxer. Los gemidos comenzaron en un tono suave y delicado, pero muy pronto ascendieron en decibeles hasta convertirse en verdaderos aullidos de placer.

A Indira siempre le había parecido atractivo Sirius. Sin embargo, se sorprendió al descubrir que le hacía sentir cosas que ningún otro chico con los que había estado la habían hecho sentir. El muchacho tenía fama de ser bueno en la cama y ella acababa de descubrir que no era solamente fanfarronería: era realmente bueno. En cuanto a él, estaba profundamente sorprendido. Era la primera vez que salía con una chica tan segura y decidida para tomar la iniciativa de esa manera. Si había imaginado que Indira sería tímida o que dudaría un momento antes de hacer algo, se había equivocado completamente. Estar con ella era entregarse al disfrute y el placer desenfrenado.

La alfombra era lo suficientemente gruesa para aislar el frío del piso de cerámico del apartamento. Los dos chicos permanecieron algunos minutos tendidos en ella sin decir nada, recuperando el aliento. Indira se incorporó y se sentó para alcanzar las copas de vino. Le tendió al chico la suya, que le agradeció el gesto.

-Espero que tengas claro que esto no es nada serio, Black. -Murmuró ella con un tono firme y seguro.

-¿Eso significa que no podremos volver a salir nunca más? -Inquirió él.

-No. Sí podemos volver a salir si quieres. Significa que tú no serás el único para mí ni yo la única para ti. No tenemos ataduras ni nada que reclamarnos uno al otro. Somos uno más del montón. -Especificó ella.

-Uno más del montón... -Repitió él. -Me gusta, McGonagall. No te preocupes, está claro.

¡Prohibido enamorarse!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora