Capítulo IV: Sufrir

70 3 0
                                    

Las plantas del jardín estaban perfectamente arregladas. Todo el patio estaba decorado con globos blancos y plateados. Hacia el final, había un altar rodeado de rosas blancas. Por todo el parque, había mesas y sillas. Indira llevaba un vestido azul, ceñido al cuerpo y largo hasta arriba de la rodilla. Julie vestía una túnica de gala bordó. Las dos amigas ingresaron al patio y Augusta Longbottom las recibió con una sonrisa. Luego, le indicó a la castaña que debía ir hacia el sector delantero, junto con el padrino de la boda, Fabian Prewett.

Frank Longbottom había comenzado a salir con Alice Prewett en sexto año. Apenas terminaron el colegio, los dos se unieron a la Orden del Fénix. Los padres de Frank apoyaban abiertamente a Dumbledore en su lucha contra el Señor de las Tinieblas y para ella la organización no era nueva, ya que sus primos Gideon y Fabian formaban parte del grupo.

Otra decisión importante que tomaron cuando terminaron el colegio, fue la de vivir juntos. La casa en la que habían vivido durante años los abuelos de Alice estaba vacía y optaron por convertirla en su hogar. Tras un año de convivencia, los dos decidieron que era el momento de casarse. La boda fue una ceremonia sencilla que se realizó en el patio de la casa. Alice eligió como padrino del casamiento a su primo Fabian. La chica era muy allegada a él y Gideon y fue complicado para ella tener que elegir a uno solo como padrino. Frank tuvo la elección más sencilla. No tenía hermanos ni primos y si había alguien que se había criado a su lado era Indira, a quien consideraba como una hermana menor. La boda fue una ceremonia sencilla al mediodía y una fiesta que se extendió hasta entrada la noche.

Aprovechando sus vacaciones, los recién casados se fueron quince días de luna de miel, pero la casa continuó funcionando como centro de reuniones ya que era el Cuartel General de la Orden del Fénix. De modo que, incluso en su ausencia, el hogar de los Longbottom continuó habitado por un montón de gente que iba y venía.

-Menos mal que se fueron de luna de miel. Si no, no van a tener nunca un bebé. –Bromeaba Fabian en los días que sus primos no estaban.

Pero ni Alice ni Frank tenían en planes la maternidad y paternidad en lo inmediato. Ambos estaban completamente abocados a la carrera de aurores y no pensaban tener un niño hasta que no la concluyeran. Indira había visto todo lo que estudiaban Alice y Frank y estaba convencida de que aquel verano sería el último que podría disfrutar relajada. La Academia de Aurores le exigiría mucho más que Hogwarts y tendría que dedicarle el tiempo completo. Así que pensaba disfrutar el mes de vacaciones que le quedaba hasta septiembre al máximo. Lo mismo sucedía en el caso de Julie, que estaba al tanto de que la carrera de Sanación era una de las más difíciles del mundo mágico.

La tarde estaba llegando a su fin, el sol se ocultaba tras los edificios que rodeaban el Callejón Diagon y las dos amigas caminaban y conversaban despreocupadamente. Habían ido a comprar unos ingredientes para pociones y andaban sin prisa. Estaban decidiendo si ir a tomar una cerveza de manteca al Caldero Chorreante o si regresar a casa cuando escucharon un fuerte estallido. Las dos giraron de inmediato a observar el origen del bramido.

En un solo segundo, el callejón entero se convirtió en un verdadero caos. Un montón de figuras encapuchadas y enmascaradas atacaban a los transeúntes. Algunos les hacían frente, pero la mayoría salía corriendo hacia el Caldero Chorreante con la ilusión de ponerse a resguardo. Los más rezagados eran víctimas de maleficios o sufrían incluso tortura por parte de los Mortífagos. Indira y Julie salieron a toda prisa a contramano de toda la gente que huía, directamente hacia los magos y brujas tenebrosos, decididas a ayudar a quienes eran atacados.

Junto al negocio de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch, una niña de unos diez u once años era torturada, mientras su madre clamaba porque la dejaran en paz. La mujer estaba desarmada y un mortífago apuntaba con su varita directamente a su pecho. Pero ello no parecía importarle, solo quería que la otra persona que estaba lanzándole un maleficio cruciatus a su hija se detuviera.

El cabello negro ondulado sobresalía por detrás de la máscara blanca de la mortífaga que estaba torturando a la chiquilla. Se reía y era evidente que disfrutaba con la desesperación de la madre. Julie corrió hacia ellas y le lanzó un maleficio a la bruja, impidiéndole continuar con la tortura. No tuvo tiempo de revisar si la niña estaba bien, ya que tuvo que batirse a duelo con la mortífaga. Indira se encargó de proteger a la madre, luchando contra el otro mago.

Las dos chicas peleaban encarnizadamente, no podían prestar atención a lo que ocurría a su alrededor. Estaban obligadas a concentrarse exclusivamente en el mortífago con el que estaban peleando. En un movimiento por esquivar una maldición de Julie, la máscara de su oponente cayó al suelo y el rostro de Bellatrix Lestrange quedó a la vista. La rubia dio un traspié y cayó al suelo cuando la morena le lanzó un nuevo maleficio. Una cortada sangrante se le había abierto en la mejilla y al caer, su varita se partió en dos. Indira peleaba con todas sus energías contra el otro mortífago y no llegó a ver lo que ocurría, pero los gritos de su amiga al recibir el maleficio cruciatus le interrumpieron la concentración. Los dos segundos que demoró en observar a Julie, los aprovechó su oponente para desarmarla.

-¡Déjala! –Suplicó la muchacha mirando a la bruja. La mujer rio con maldad y detuvo el maleficio. Julie temblaba en el suelo y la mortífaga la levantó por el cabello. El otro mago apuntaba a Indira directamente con su varita y le ordenaba que no se moviera. Las dos amigas intercambiaron una mirada asustada.

-Observa bien su rostro. –Murmuró riendo Bellatrix. Sostenía a Julie del cabello y le apuntaba al cuello con la varita. Indira miró a su amiga, que temblaba y lloraba. Su mejilla izquierda estaba empapada en sangre. –Será la última vez que la veas... ¡Avada Kedavra!

La expresión de terror quedó grabada para siempre en el rostro de Julie, que cayó al suelo inerte en cuanto Lestrange dejó de sujetarla. El grito de espanto le desgarró la garganta a Indira, que no podía creer lo que acababa de suceder.

-Encárgate de que no le queden más ganas de interferir en nuestras actividades. –Le dijo Bellatrix al otro mortífago. Señalaba a Indira, que lloraba desesperada en el suelo.

El hombre asintió y la chica sintió en carne propia un dolor tremendo y agudo en cada centímetro del cuerpo. Comenzó a chillar y retorcerse de dolor, pero el sufrimiento no cesaba. Sentía que se le iba a partir la cabeza y deseaba con todas sus fuerzas quedarse inconsciente. Pero no ocurría el alivio, sino que el dolor se incrementaba cada vez más a niveles nunca antes conocidos. Se estaba quedando sin voz de tanto gritar, pero no podía evitar los chillidos. Temblaba y se retorcía de modo incontrolable. El sufrimiento se expandía por su cuerpo como un incendio que en vez de apagarse, se aviva con el viento.

¡Prohibido enamorarse!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora