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Aún no amanecía del todo cuando el motor de mi moto rugió. Aerodinámica, pequeña, negra y morado neón, así la había pedido y así la había tenido, cortesía de papá por mi cumpleaños.

Era lo único que me daba algo de adrenalina en esos momentos. Me coloqué el casco y emprendí el camino hacia una carretera algo vieja y desusada. Una vez allí, me aseguré de que el tanque tuviese suficiente gasolina y aceleré a más no poder.

El viento fluía a mi alrededor tan rápido como mis pensamientos. Iba dejando las millas y las preocupaciones atrás, a ciento veinte kilómetros por hora. Lo único que existía en esos segundos era la velocidad, el manubrio y el viento silbando en mis oídos. Incluso yo desaparecí de mi mente por unos segundos.

Me sentía como un espíritu. Sin cuerpo, sin materia. Volaba sobre el pavimento, deseando que la vía y la gasolina no se acabasen nunca.

Unas lágrimas se asomaron a mis ojos. El plástico transparente de la visera del casco impidió que el azote del aire las secara, pero corrieron por mis pómulos, frías.

"—¡Diego, vamos muy rápido! —le chillé, abrazada a su vientre. Tenía los ojos presionados. Temía que al abrirlos viera un enorme camión acercándose a nosotros y chocándonos. Estaba aterrada.

—¡De eso se trata, Dal! —me respondió. Casi pude ver su sonrisa ladina y confiada. El motor rugió con más fuerza y grité.

—¡Nos vas a matar, desgraciado! —espeté. El miedo roía todo mi ser. Más que a morir, temía quedar paralítica, sin poder hacer nada por mi cuenta.

—¡Dal, por un momento al menos abre los putos ojos! —gritó—. ¡Sé que los tienes cerrados!

—¡¿Ahora, además de loco, eres adivino?!

—¡Sé que estás muerta de miedo, pero es porque es la primera vez! ¡Si no abres los ojos, habré gastado seis litros de gasolina en nada!

Tenía miedo, muchísimo miedo. No quería morir, ni quedar en silla de ruedas, ni tener que ser una carga, ni...

Ni tener más miedo, ni vivir en una rutina.

Presioné la mandíbula.

Mis ojos se abrieron con lentitud. Al inicio, no pude distinguir más que borrones pasando a mi lado. Pero después, fue como ver un trozo del paraíso.

El miedo inyectó la adrenalina en mi pecho, pero cuando mis orbes se centraron en el cielo, ya no hubo temor. Solté mis manos, acercando más mi cuerpo al de Diego, y estiré mis brazos. El aire golpeando mi piel, el sol volviéndola tibia...

Grité. Me dejé ir en ese grito. Un águila pasó sobre nosotros, y me sentí tan libre como ella.

Volví a gritar, esta vez salió ligado a una risa. Todo quedó atrás. El miedo, las preocupaciones, las obligaciones, la rutina...

Mi corazón latía tan rápido como nunca.

Media hora después, Diego y yo estábamos sentados junto a la raíz de un árbol, la moto apoyada en este. Él fumaba y yo cantaba la canción que sonaba desde su celular: Sober, de Big Bang.

—¿Qué tal, eh? —sonrió antes de exhalar el humo del cigarrillo a  medio quemar. Me lo ofreció, y luego de meditarlo unos segundos, lo tomé entre mis dedos.

—Tenemos que hacerlo de nuevo —pedí y le di una calada al cigarrillo. Los ojos se me aguaron cuando retuve el humo en la garganta, y tosí al botarlo. Diego rió con ganas y me lo quitó.

—Las chicas siempre me piden una segunda ronda en la cama, pero nunca en la moto. Generalmente se asustan por la velocidad.

—Yo me cagué de miedo —confesé. Diego sonrió, abriendo los ojos, como si hubiese descubierto algo genial—. ¿Qué?

—Dijiste una grosería —ensanchó su sonrisa y se puso de pie, señalándome—. ¡La nerd hijita de papá dijo una jodida grosería!

Le seguí la rima.

— Mierda, sí, dije una jodida grosería, y no me siento culpable ni un carajo.

—¡Whoo! —me animó, sus ojos brillaban—. Ahora, di 'puta'.

—Puta.

Chilló como si su equipo acabase de ganar un partido y me abrazó por la cintura, elevándome en el aire. Me sostuve de su nuca por la sorpresa, pero no dejé de reír ni de sentir mi pecho resonando.

—¡Acabo de convertir a una nerd en una bad girl! Soy legendario.

Incluso en el camino a casa, luego de dejar la moto sin combustible en su hogar, reí como pocas veces hasta ese momento.

—¿Cuándo quieres que lo repitamos? —preguntó, frente a la valla de mi casa.

—Lo más pronto posible.

—Entonces, ¿mañana?

—Mañana".

ꜱ ᴇ ᴇ ꜱ ᴀ ᴡ #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora