3 de julio, 2017
La habitación estaba plagada de la oscuridad interminable en la que Amelia abrió los ojos aturdida.
El mundo parecía dar vueltas en aquella silenciosa sala.
Se levantó como pudo sosteniendo el respaldo del sofá en el que adivinó que estaba. Se sentía desorientada, pero recordaba haberse quedado dormida así que no se tomó la molestia de encender las luces.
Volvió a acostarse intentando recuperar la conciencia hasta que en ese silencio tranquilo y acogedor sonó un leve suspiro y junto a eso una respiración que no parecía estar tan lejos.
Se sobresaltó pensando que había oído mal, alzó la cabeza intentando encontrar la fuente del sonido pero sin éxito debido a la luz. Se levantó tanteando a sus alrededores logrando encontrar un apagador en la pared. Giró el interruptor que encontró y las luces fueron encendiéndose gradualmente.
En el camino se sintió confundida al encontrar que esa habitación no era la misma en la que se quedó cuando llegaron a Taipéi con su hermana Emilia y la amiga de ésta, más bien parecía la alcoba de una casa moderna y lujosa.
El sillón en el que se encontraba era de un color beige que a simple vista se veía muy acogedor, había una mesa central en la sala con un florero y estatuillas de figuras que la tomaron desprevenida, pues eran cerámicas de cuerpos desnudos con lo que parecían caramelos en el interior.
Enfrente de la sala había una barra de bar con una repisa, las diferentes bebidas en ella eran deslumbrantes con la luz LED que salía de los alrededores haciendo que la habitación tuviera una atmósfera como de bar nocturno. Bien podría haber pensado eso en un principio; que era un bar nocturno. Sin embargo, las posibilidades se volvieron casi nulas al encontrar el silencio en los alrededores.
Debido a su hermana, la cantidad de bares en los que había estado no debía subestimarse. Aunque nunca se quedaba más de cinco minutos jamás podría olvidar el olor abrumador en cada uno y el sonido de conversaciones interminables. Además de una interminable colección de bebidas. Comparado con eso esto parecía ser solo la colección personal de alguien.
Con las luces prendidas y una clara observación de los alrededores por fin su mirada se posó en la segunda persona de esa sala. Solo podía ver la silueta de un hombre que dormía profundamente. Su respiración larga y la postura estándar no habían cambiado durante el transcurso de los pocos minutos que Amelia llevaba despierta.
Ella, confundida por la situación miró a su alrededor varias veces hasta que en la mesita enfrente del sofá notó una tarjeta con una escritura a mano. Se acercó para mirar de cerca y cuando la tuvo entre sus manos y leyó lo que decía su estado de animo se volvió indescriptible.
"Hermanita, disfruta tu regalo. Lamento mucho que esté con ropa, pero tienes dos semanas para encontrar la forma de quitársela, seguro se verá mejor." –EB.
La letra no podía ser más familiar para ella, era de su preciosa hermana a la que cambiaría por un día entero de sueño profundo.
"Posdata, no te preocupes, no puede escapar."
Tuvo el presentimiento de que la última frase no era una consideración sino una indirecta hacia ella.
Para su propia sorpresa no se sintió asustada. Situaciones cómo estas habían pasado bastante desde que cumplió 18 hasta sus actuales casi 21 años. Tal vez su primera experiencia se llevó todo su pánico, y ahora se sentía como rutinario.
Pero de igual forma su impaciencia crecía. Que lo considerara rutina no tenía que ver con la molestia que esa situación le provocaba.
Entendía que este plan fue para deshacerse de ella en el viaje que hicieron, y al que prácticamente fue obligada a asistir.
ESTÁS LEYENDO
Encerrados: Jungkook [SOS #1]
Fanfiction«Somos cómplices de un amor fugaz». De repente y sin aviso Amelia se encontró en una casa a lado de un desconocido. La única explicación a esa situación la encontró en las interminables experiencias que tuvo con su hermana Emilia, misma que único pr...