Capítulo VI: Condena

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Eren había acatado las órdenes de su capitán tal como lo había pedido. En cuando vio al mayor entrar a lo que suponía, era la habitación, soltó un suspiro pesado mientras pasaba una de sus manos por su cabello. Solamente había una persona en el mundo que podía darle órdenes de esa forma y dejarlo como si nada... Esa persona no podía ser nadie más que aquel Ackerman de sangre fría y sentimientos cálidos.

Se había tardado alrededor de veinte minutos dejando el suelo limpio. Ahora que lo pensaba, se enorgullecía de sus habilidades con los utensilios de limpieza, no le había quedado nada mal y seguramente Levi iba a reconocer su trabajo. Es decir, no sólo las manchas de tierra habían desaparecido, no, también la superficie de madera brillaba de lo bien que quedó. Eren no podía hacer otra cosa más que admirar con una sonrisa.

Recogió los utensilios para guardarlos en un pequeño cuarto que se encontraba ahí cerca. Era algo así como una puerta secreta donde se encontraba una bodega apenas de un metro de largo por un metro de ancho, lo suficiente para guardar aquellos productos.

Cerró la puerta de madera y pasó su mano por su frente limpiando algunas gotas de sudor que comenzaban a bajar. Acto seguido, se dirigió a lo que suponía que era la cocina. Esta no era nada del otro mundo, pero debía admitir que era acogedora. Además, si contaba con todo lo necesario, eso sería suficiente.

El castaño se paró en medio del lugar, puesto que una sensación extraña lo invadió apenas terminó de pasar su mirada por cada rincón. Algo extraño pasaba, pero no podía adivinar. Era como si ya conociera el lugar, como si...

-Ya estuve aquí antes -murmuró con una sonrisa.

No era coincidencia que supiera dónde estaban las cosas o cómo tratar el lugar. Esa misma cabaña en medio del bosque era la misma en la que había pasado sus días como parte del escuadrón Levi, cuando las cosas eran menos complicadas y su única preocupación era matar Titanes. Aquellos hermosos tiempos, ¿o difíciles? Debía admitir que la situación de su pueblo nunca ha sido la mejor. Por eso mismo es que busca hacer algo al respecto.

Sacudió la cabeza para alejar sus pensamientos, no necesitaba pensar en el pasado. El de orbes verdes se dispuso a tomar lo necesario para la bebida de su capitán. Después de tantos años sabía perfectamente lo caliente que le gustaba el té y cuántos minutos dejaba la bolsita reposando sobre el agua. Eran cosas tan pequeñas que para el Eren del pasado se trataba de asuntos de mucha importancia. No olvidaba aquellos días en los que no paraba de ver al del cabello azabache haciendo cualquier cosa.

Cuando conoció al mayor, le sorprendía las habilidades que este poseía con la espada y el equipo de maniobras. Apenas podía verse en acción y en cuestión de segundos, cualquier Titán se encontraba en el suelo, siendo una víctima más de aquel Ackerman. Aunque todo eso sorprendía a la Legión entera, el chico de quince años veía más allá de eso. Mientras más atención le ponía, más se daba cuenta de algo: El capitán Levi había tenido que cargar con demasiadas cosas él solo.

Eren dejó de mover la cuchara y la sacó de la taza, dando unos pequeños golpecitos en el borde para quitar el poco líquido que retenía. Dejó la misma a un lado y tomó el pedazo de porcelana para caminar hasta la habitación donde momentos antes se había metido el de ojos rasgados.

Ni siquiera pensó en tocar o dar una señal de que tenía educación. En lugar de eso, decidió abrir la puerta como le dio la gana, sobre saltando a la persona que recién terminaba de acomodar los libros en la estantería de la derecha.

-¡Toca antes de entrar o voy a romperte un brazo, mocoso! -se quejó.

-Lo tendré en mente -respondió restándole importancia.

Se adentró al lugar como si nada, acercándose al mayor hasta estar frente suyo. Acto seguido, extendió su brazo para ofrecerle la taza, siendo aceptada al instante.

-Como a usted le gusta, heichou -habló formando una pequeña sonrisa al final.

Levi lo miró breves segundos antes de dar un sorbo. Se quedó callado saboreando aquel líquido caliente hasta que finalmente volvió su vista al menor, quien no había apartado sus ojos de él.

-Puedo decir que te sale menos horrible que antes -soltó dejando la taza sobre el buró cerca suyo.

-No seas tan cruel, Levi. Te lo hice con mucho amor -hizo una mueca.

Por un segundo, en el rostro del pelinegro se formó una sonrisa diminuta. Había sido un gesto fugaz, pero para el menor, aquella pequeña acción lo era todo; no pudo evitar sentir su corazón dar un vuelco. Tenerlo ahí frente le hacia entender lo mucho que lo amaba. Aunque hace unos años era un chico bobo e inexperto en el amor, hoy podía decir que ese hombre, el hombre más fuerte de la humanidad... era la persona que más ama en el mundo.

En cuando Levi devolvió la taza al mueble tras su segundo trago, Eren no pudo evitar envolverlo en sus brazos.

No era como las veces anteriores en las que simplemente quería tentarlo. Se trataba de un abrazo auténtico, lleno de afecto. Jaeger al ser más alto, podía esconder fácilmente el delgado pero formado cuerpo de su capitán en el suyo. La cabeza de Levi estaba recargada en el pecho del contrario, mientras este recargaba su propia cabeza en la del mayor. Tenerlo tan cerca le hacía realmente feliz. Era uno de esos efímeros momentos donde cualquier pensamiento que vagara por sus mentes desaparecía. Sólo se trataba de dos hombres que, a pesar de las dificultades, se amaban sinceramente.

Porque el amor que daba el castaño, era devuelto con mayor fuerza por el de ojos rasgados. Quizá nunca cambiara esa expresión de rudeza y las palabras llenas de ironía; pero tampoco cambiaba su más preciosa cualidad: El mudo afecto.

-Te amo, Levi -susurró el menor sin apartarse.

El pelinegro no dijo ni una palabra. En respuesta, le dio un leve golpe en el pecho para después enredar sus brazos a su torso, correspondiendo por fin el abrazo. Levi más que nadie disfrutaba de ese momento, tener el calor del mocoso era como sentirse en casa; sin mencionar el olor que desprendía. Sí, olía un poco mal, pero conservaba su escénica. Aquel adictivo aroma que lo embriagaba de amor. Ackerman sabía que no podía seguir manteniendo esa postura firme con el castaño, ese chico de diecinueve años iba a hacerlo caer tarde o temprano.

Ninguno de los dos supo por cuánto tiempo permanecieron en esa posición, pero tampoco les importó. Si por ellos fuera, se quedarían así por las próximas mil horas.

Lastima que eso no era posible.

Eren fue quien decidió apartarse lentamente hasta estar unos centímetros separado. Así podía ver el rostro levemente sonrojado de su amado. Levi al notarlo, chasqueó la lengua un poco molesto, aún no se acostumbraba a que el menor viese los pequeños gestos o reacciones que hace.

-Iré a tomar un baño, capitán -avisó-. Pronto va a anochecer, será mejor que termine por hoy su 'mudanza'.

-Haré unas últimas cosas -mencionó.

-Está bien -sonrió.

Depositó un beso en la mejilla del pelinegro antes de darse la vuelta y salir de la habitación, dejando a un Levi sonrojado a más no poder.

Estúpido Eren || EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora