EPÍLOGO

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Entorné los párpados debido a los rayos cálidos del sol que me golpearon cuando alcé la vista al cielo. El cielo era inmenso al completo en ese día por lo despejado que se encontraba sin ni una nube dispersa en el cuadro azul. 

Dando paso a que el sol iluminara cada partícula en el que se le permitiera bajo él, sin embargo, al ser los meses en que el clima cooperaba para aligerar sus calientes y sofocantes rayos ultravioleta, no molestaba en su totalidad el resplandor de la tarde.

Una ligera brisa corroboró mi pensamiento, siendo fresco a su paso y sondeaba con suavidad lo movible.

Bajé la cabeza después de inspirar el olor a tierra y humedad de mi alrededor. Siendo testigo del tenue y ligero movimiento de los pétalos de las flores al ser sacudidas por el invisible viento.

Las distintas flores tanto en tamaño, dimensión, color y vivacidad rodeaban amontonadas en aquella lápida que decidimos visitar.

Un tirón al costado de mi vestido llamó mi atención. Giré el rostro para toparme a unos centímetros por debajo de mí a la curiosa y serena mirada de aquellos inocentes ojos acaramelados.

—Mami —su suave vocecita infantil interrumpió el silencio sepulcral del ambiente—. ¿Él duerme allí? —Apuntó con su dedo fino a la lápida que estaba frente a nosotras.

Acaricié su sedoso cabello azabache y le brindé una pequeña sonrisa. —Sí cielo, allí se encuentra él.

Al contrario de tener sus cenizas en una vitrina, por deseo de la persona fallecida, prefirió ser enterrado en una zona tranquila y remota. Como caracterizaba a esa persona.

Dirigí la vista de nuevo a la elegante y pequeña lápida. 

«Jeon...»

Pero no continué leyendo el grabado porque la voz de mi hija interrumpió el proceso. 

—¿Le digo a papi que ya lo encontramos? —Esta vez apuntó a su lado derecho para ir a buscar a su padre.

Elevé la cabeza y distinguí su figura a una distancia de nosotras, nos observaba de lejos. Y sonrío con los labios apretados cuando conectó con mis pupilas. —Si mi vida, ¿por qué no lo traes? 

Ella asintió con una sonrisa en el que sus ojos desaparecían y corrió con energías donde su padre con premura. Adoraba mucho a su papá.

Regresé la vista a la lápida.

La noche anterior cuando le conté a Myeongsuk el último cuento para dormir de mi historia con Jungkook, pidió con firmeza visitar el lugar donde había sido enterrado él.

A pesar de sus siete años, comprendía ciertas cosas con una madurez un poco más extendida que su edad. Aunque no le conté en gran medida cada situación que pasé, pudo captar la esencia de cada uno en los quince minutos que duraba cada relato. Unos escasos minutos a diferencia de las horas que estuve en vela hablando con mi esposo sobre lo que le podría decir y en qué orden.

Unas risitas infantiles me hicieron girar la cabeza para toparme con la hermosa imagen de mi hija riendo de algo que dijo su padre. Entre ellos cuchicheaban como si guardaran enormes secretos que nadie más que solo ellos podían saber. Secretos que al final del día sabría porque mi lindo esposo compartía las ocurrencias que le decía Myeongsuk conmigo. 

Sonreí cuando aquellos ojos oscuros que se encontraban un poco más claros por el sol, se clavaron en los míos. Él no tardó en copiarme para mostrarme su tierna sonrisa que a pesar de los años continuaba en dejar constancia de que todavía tenía inocencia en él con sus dientes que te recordaban a un conejo.

Novio Falso | Jeon Jungkook [#1] [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora