Capítulo 4: Hilos Invisibles

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Al cabo de un rato, ambos jóvenes decidieron hacer el intento de cumplir con su castigo. Ellie solo estaba dispuesta a dedicar su esfuerzo a la limpieza de libros que ella consideraba que merecían un poco de cariño, por ello no dudó un segundo en dirigirse a la zona de novelas adaptadas a películas. Luca la siguió.

--Es una pena que nadie haga uso de una sección tan...- Ellie no encontraba el adjetivo adecuado.

-- ¿Deleitable?- Luca sugirió con "Fahrenheit 451" entre sus manos.

-- Exacto.- Ellie tomó la bayeta y la pasó por el lomo de uno de los libros de "El Señor de los Anillos". Con tan solo leer el título, supo qué película vería aquella noche.

A base de quitar el polvo de numerosas portadas, Ellie descubrió que más libros de los que ella creía habían sido adaptados a la gran pantalla. Soñaba con que algún día alguna de sus obras tuviese el mismo destino, si es que algún día se atrevía a sacarlas de sus cuadernos.

-- ¿Has estado leyendo el mural, verdad?- La pregunta que formuló Luca pilló por sorpresa a Ellie, frunció el ceño y permaneció en silencio.- El de la entrada de la biblioteca, el caos de frases de antiguos alumnos.

-- ¡Ah! Sí...- Ellie revivió el recuerdo de cuando estaba frente a ese mural absorta en sus pensamientos, antes de entrar en la biblioteca, ser encerrada por Miss Henderson, y bromear sobre el paragüero con Luca .- Leerlo me ha devuelto la fe en la humanidad.

Luca confesó entre risas que el mismo sentimiento nacía en él cuando sus ojos se cruzaban con alguna frase de ese mural, incluso las más cortas lo inspiraban. Era su costumbre detenerse a apreciar esas palabras cuando no tenía que asistir a ninguna clase. Al terminar de contar este fragmento de su vida estudiantil, se pasó la mano por sus rizos rubios, y preguntó a Ellie cuál era su frase preferida de todo el mural.

-- Me ha gustado la de "Todos somos eternos. Incluso la parte más superficial de nuestra mente dura para siempre ''.- Contestó Ellie. Aunque no estaba muy segura de que aquella fuese su favorita, ya que no había tenido el tiempo suficiente para leerlas todas y esa era la única que su memoria había conseguido retener

Luca no comentó nada al respecto. Permaneció en su postura despreocupada, haciendo círculos con su dedo índice sobre la portada de "Fahrenheit 451". Ellie se preguntó si había dicho algo malo.

-- No es posible.- Dijo Luca al final. Tras dejar el libro en la estantería de la que lo había sacado, se dirigió a otra zona de la biblioteca.

A Ellie le extrañó el acto de Luca. ¿Qué no era posible? Para averiguarlo debía seguirlo. A quién le importaba el castigo, estaba completamente decidida a seguirlo. Lo que sea que estuviese buscando tenía que ver con ella, de forma directa o indirecta. Ellie salió del largo pasillo de obras adaptadas al cine, y se topó con infinitas estanterías repletas de capítulos y epílogos. Una fuerza subliminal comenzó a tirar de ella hacia aquel vacío, reforzada por la curiosidad que sentía acerca de qué había al final del pasadizo. Avanzaba a un paso lento, precavido es el adjetivo adecuado. Solo cuando una mano agarró su antebrazo y tiró de ella hacia la estantería de la izquierda, Ellie fue capaz de librarse de esos hilos invisibles. Tuvo que elevar su cabeza para llegar a identificar el rostro de quien la había cogido de tal manera: Luca, cuyo cuerpo se encontraba tan próximo al suyo que sus rodillas se rozaban y podía escuchar su respiración apacible ¿A qué se debía tal comportamiento...protector? A pesar de no decir nada, la señal que hizo Luca con la cabeza fue suficiente para comprender. En la estantería contigua, estaba el joven repulsivo que los había amenazado con llamar a la señora Henderson si no realizaban su tarea.

-- Paso de tener que enfrentarme de nuevo a un niñato que se cree el más malo del barrio.- Luca susurró en la oreja de Ellie. Ninguno de los dos se percató de ello, pero la mano derecha de Luca se hallaba agarrada al antebrazo izquierdo de Ellie. La presión no era lo suficientemente fuerte como para causarle daño, pero tampoco lo suficientemente débil como para ser una simple caricia otoñal. Los dedos de Luca habían sido movidos por el sentimiento, no por mera casualidad.

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