Capítulo 13 - Matadme

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No sabía cuántos días llevaba en esa oscura habitación, ni cuantos más pasaría aquí dentro. Ni siquiera sabía si me encontrarían, si lograría escapar o si, por el contrario, aquí había acabado todo.

Nos habíamos ganado muchos enemigos, muchas personas que nos querían hacer daño costase lo que costase. Y aquí estaba yo pagando todos nuestros errores y, sinceramente, no sentía miedo por lo que pudiera ocurrir. Por alguna extraña razón, aquella situación me había provocado una fuerza indescriptible.

Cada día mañana esperaba a que saliera el sol y cada noche a que se ocultara. En total ya habían sido 5 mañanas y 4 noches.

Pasaba el día contando las gotas de una cañería mal cerrada. Atada en una silla, sin nada que hacer y sin nada que comer. Llevaba cinco días sin probar absolutamente nada de comida y cada vez me sentía más débil.

Cada cierto tiempo, Robert venía a hacerme una visita. Oigo pasos de fondo y sé que es él. Sin embargo, por primera vez, escucho a más personas acercándose.

Comienzo a oír risas.

Yo aturdida y débil abro los ojos tratando de averiguar de quién se trataba. Robert aparece por la puerta y detrás de él se sitúan un grupo de cuatro personas, todos ellos con las caras tapadas.

- Tienes visita querida Rachel - dice con ironía pasando su mano por mi cara.

Yo frunzo el ceño mirando a esas cuatro personas. Rápidamente me percato de que todas vienen armadas.

- Si me vais a matar, ¿a qué esperáis? Hacedlo de una vez - digo volviendo a cerrar los ojos.

Él se ríe y comienza a hablar una mujer.

- Desafortunadamente, no lo vamos a hacer hoy, querida - dice acercándose ante lo que yo abro los ojos - ya lo intentamos en una ocasión.

Ella se pasea a mi alrededor.

- Todos esos niños gritando desesperados, todas esas muertes fueron en vano - dice ella prosiguiendo - todo por tu culpa, querida.

- Yo no puse la bomba, querida - digo con ironía.

Ella ríe.

- Me sorprende la valentía que tienes incluso sabiendo que, quizás hoy no, pero en los próximos días vas a morir.

- Mala hierba nunca muere - digo aguantandole la mirada.

- Desde luego, has sido como un grano en el culo, pero mírate - se burla – incluso a mi me conmoviste con todo ese discurso sobre que nos ibas a encontrar y bla bla bla.

"Si me queréis matar, mátadme a mí, solo a mi" – dice otro hombre con la cara cubierta tratando de imitar mi voz.

Ella ríe en respuesta.

– Fíjate, por fin podremos cumplir tus deseos – dice acercándose a mi rostro – no más inocentes, solo tú.

– ¿Por qué me queréis muerta? – pregunto sosteniendo su mirada.

Ella se levanta y se posiciona en frente mío.

– No te lo tomes de forma personal, simplemente tú eres la representante de la corona.

Yo río.

– Qué mala suerte – digo negando con la cabeza – has dado con la reina que más ha arremetido contra la corona a lo largo de la historia. El colmo de una terrorista de tu nivel – me burlo.

– Eres una Windsor. Su sangre corre por tus venas. Con tu muerte se hará justicia, por todo lo que la monarquía ha quitado a nuestro país.

– No. A mi no me vendéis vuestros actos como un gesto de generosidad. Sois unos terroristas que solo piensan en sus intereses personales sin importar las vidas que se pongan por delante para llegar a vuestro objetivo. Yo soy ese objetivo. Con todo ese historial, ¿qué nos diferencia? ¿Qué diferencia hay entre lo que la corona ha arrebatado a este país y lo que habéis provocado vosotros? Ninguna.

Ella niega con la cabeza.

– Podéis matadme, pero no conseguiréis que la corona se debilite con ello.

– Tu serás la primera. Seguiremos por Kate, si es ella quien asciende al trono. Seguidamente a por Nicole cuando no estéis ninguna de vosotras. La siguiente será tu querida Julia. Y así, hasta provocar una crisis institucional. No habrá nadie en la línea de sucesión.

– Sois unos enfermos – grito mientras me muevo en la silla.

– Nos veremos muy pronto, si me disculpas tengo que seguir distrayendo a la policía.

Ella se retira y las otras tres personas le siguen. La puerta suena y Robert  suspira

– Solo eres un peón, Robert – digo mirándole.

– No – niega furioso.

– Ayúdame y te garantizo que no te condenarán por esto.

– Lo siento Rachel, pero te equivocas al pensar que yo te ayudaría a escapar cuando soy yo quién te ha entregado a ellos.

– Robert– le llamo para que me mire – conozco tu historia. Sé la infancia dura que has tenido, por todo lo que has tenido que pasar sin tu padre. Sé que es duro que de la noche a la mañana tú y tu madre salieras obligados de palacio, pero esto no está bien.

– Es la forma de justicia que mi madre hubiera querido tener. Hasta que no tenga el trono, no podré parar.

– Robert, sabes que si me matas eso no va a suceder. ¿Qué te han ofrecido ellos?

– No debería estar hablando contigo – añade.

Él comienza a andar hacia la puerta y la cierra tras de sí.

– Mierda – susurro.

No me van a encontrar, pienso. Debo ir asumiendo que aquí acababa todo. No hay escapatoria, no tengo fuerzas para escapar.

Es curioso. En todo este tiempo, me he revelado contra todo lo que me dictaban y, cuando ha llegado la hora de la verdad, lo único que me queda es esperar sentada mi muerte en un frío sótano.

– Hasta aquí he llegado – susurro mientras una lágrima cae por mi rostro.

Lejos de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora