Corazón De Madre.

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La noche caía en las tierras del oeste, cubriendo los bosques con su manto oscuro y escondiendo el Palacio de la Diosa Irasue entre nubes negras que amenazaban con regar la lluvia sobre sus dominios. 

Ella se acomodó sobre el largo sofá de terciopelo, y miró a su único hijo con expresión preocupada. Eran pocas las veces que él acudía a ella en busca de consejos, por lo que, supuso que se trataba de algo grave. 

—Tu humana, Rin; está próxima a dar a luz, ¿Crees que ellos vendrán a buscarla? —preguntó, sabiendo cuales eran las preocupaciones que atribulaban el corazón de su hijo. 

Una corriente fría se abrió paso entre ambos demonios, haciendo menguar el fuego de los candelabros que alumbraban el salón. Sesshomaru apenas parpadeó. 

—Zero fue vista en las tierras del Este, estoy seguro que él despertará pronto. —Su voz profunda resonó con claridad y fuerza, sin rastro alguno de inseguridad. 

El rostro impasible de Irasue empezó a romperse, sabiendo lo difícil que era para Sesshomaru tratar de expresar su verdadero sentir. 

—Mientras Rin permanezca a tu lado, ellas estarán seguras. —afirmó, con la convicción plantada en su mirada. 

No era que a ella le agradaran los humanos, pero tampoco los odiaba, simplemente eran seres que la tenían sin cuidado, insignificantes existencias que no merecían su atención. Pero aquella joven, Rin; le resultaba bastante curiosa, hasta un poco agradable si era por completo sincera; y aunque jamás lo admitiría en voz alta, estaba agradecida con ella porque, desde que contrajo nupcias con Sesshomaru, las visitas de ambos se habían vuelto bastante frecuentes en su Palacio, y quizá, se acostumbró un poco a su compañía. Además, esa joven parecía hacer feliz a su hijo, y ese era motivo suficiente para que la haya aceptado en su familia, era por eso que el bienestar de Rin y de las gemelas que esperaba, le preocupaba tanto como a su hijo, después de todo, la sangre real de su linaje corría por las venas de aquellas hanyo. 

Sesshomaru apartó la mirada, un atisbo de incertidumbre cruzó por su expresión. 

—Kirinmaru no es cualquier demonio, sería un error subestimar su poder. Error que no pienso cometer. —Volvió su mirada hacia ella, habiendo deshecho por completo cualquier rastro de vacilación en su rostro. 

Pero una madre conoce los secretos mejores escondidos tras las frías miradas y los rostros inexpresivos. Irasue quiso sonreír entonces, porque le resultó irónico y un poco gracioso el haber recordado a Toga en ese preciso momento. 

—¿Acaso el Gran Perro Demonio, Sesshomaru; está preocupado por su familia humana? —preguntó, escondiendo lo mejor que pudo la nostalgia en su voz. 

Y por fin, el rostro inamovible de Sesshomaru pudo reflejar el impacto que aquella pregunta causó en él, removiendo los fuertes sentimientos encerrados en su interior, haciendo que se sienta débil y vulnerable por un momento, pero a la vez, haciendo que se sienta un poco más libre, porque no encontró reproche en la voz de su madre, porque no vio decepción en su mirada. Y la calidez que de pronto sintió creciendo en su pecho le hizo fruncir el ceño. Un sonido casi inaudible, que sonó más como un "Tsk" fue la única respuesta que se escuchó de su parte. 

Irasue continuó hablando, al ver con satisfacción, que estaba teniendo éxito. 

—Es cierto que Kirinmaru es un demonio poderoso, igual que lo fue tu padre; temido y respetado por todos. Pero dime, Sesshomaru, ¿no fuiste tú el único que, no solo heredó su gran poder, si no que lo superó? 

La pregunta quedó flotando en el aire, atrapada entre un denso silencio que cayó entre ambos, siendo traspasada por la profunda mirada de Sesshomaru, que pareció haber adquirido un brillo intenso que no tenía cuando recién llegó. 

Él no dijo más, y se dio la vuelta dispuesto a irse, sintiéndose más liviano. 

—Sesshomaru. —La suave voz de Irasue lo detuvo —. Al fin tienes algo que proteger, ¿no es así? Mi corazón de madre siente felicidad por ti. 

Ella cerró los ojos al pronunciar estas últimas palabras, siendo embargada por la nostalgia de los recuerdos, porque por un segundo, creyó haber visto la misma mirada de Toga impresa en Sesshomaru, esa mirada repleta de amor y protección por los seres que amaba, y tal vez, solo tal vez; se sintió un poco triste al recordar el trágico final de su fallecido esposo, no queriendo el mismo destino para su hijo. 

Sesshomaru pudo percibir aquellas fuertes emociones que parecían desbordarse de ella, pero siendo incapaz de volver a mirarla, caminó hasta las enormes puertas del salón. 

—Gracias, madre. —pronunció, antes de alzar vuelo para abandonar el lugar. 

Irasue sonrió satisfecha. 

 

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"Amor atrapado en el tiempo" | SesshRinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora